Revista de
Historia

ISSN 1012-9790

Número 74 Julio-Diciembre 2016

Páginas de la 149 a la 154 del documento impreso.

URL: www.revistas.una.ac.cr/index.php/historia




CrÍtica bibliogrÁfica sobre la obra formaciÓn de la clase media en Costa Rica. EconomÍa, sociabilidades y discursos polÍticos (1890-1950), de George I. GarcÍa Quesada

José M. Cerdas Albertazzi*

Esta obra,1 como bien lo indica el título y el subtítulo, aborda el complejo proceso histórico mediante el cual una (auto)denominada clase media costarricense surge gradualmente de unas específicas relaciones, derivadas de una formación social capitalista agroexportadora. Tal economía giró, fundamentalmente, alrededor de la acumulación capitalista generada por la actividad exportadora cafetera, gracias al cual crecieron, en complemento, otras actividades manufactureras, comerciales y de servicios. Paralelamente, el Estado liberal y su sistema institucional se consolidaron y crecieron, favoreciendo en sus políticas, entre otras cosas, tal estructuración económica y social. A partir de esta dinámica, diversos grupos ocupacionales urbanos y rurales, tanto en el sector privado como en el público, desarrollaron modos de vida y sociabilidades que los distinguieron de otras clases que, dentro de la escala social, estaban, respecto de ellos, “por encima” –burguesía agroexportadora y comercial– y “por debajo” –proletariado del campo y la ciudad–; concretamente, estas eran las clases medias, que laboralmente se desenvolvían en los términos de una economía mercantil simple cada vez más constreñida por el capitalismo o dentro del aparato público que lentamente se expandía. En los últimas dos décadas del período propuesto, sectores de estas clases medias produjeron discursos clasistas, así como imaginarios e ideologías identitarias. Dicho proceso de formación de la clase fue complejo, por su composición misma, y porque no siguió un trazo lineal ascendente o uniforme, sino que se dio mediante zigzagueos, contradicciones y desigualdades a lo interno, así como en acuerdo, tensión y oposición con las otras clases o grupos sociales. Al final de cuentas, al parecer, no llegaría a constituirse plenamente como clase.

Este estudio tiene gran relevancia para la comprensión de la historia costarricense, ya que está enfocado en la así llamada clase media, la cual, dentro de los imaginarios y discursos hegemónicos y nacionalistas, históricamente habría sido un grupo social rector en la conformación social del país; y su consecuencia, la medianía, como el autor llama a la mítica forma intermedia y moderada de ser del costarricense, habría tenido vigencia y permanencia desde inicios de la vida republicana, acrecentándose tal característica durante la segunda mitad del siglo XX. En la obra se muestra que la formación de esta clase media es una construcción social que parte de discursos provenientes de autores y sectores intelectuales diversos del periodo, pese a que las características socio-ocupacionales de las clases medias –o sectores medios, como podría ser también adecuado denominar– eran bastante heterogéneas. En general, su constitución socio-cultural es disímil, y lo que más tienen en común es estar ubicados en la zona intermedia de la escala social. Por lo tanto, al final del proceso investigado se habría dado una formación clasista bastante contradictoria, donde solo unos cuantos fueron los ganadores efectivos –nueva burguesía posterior a 1950–, y el resto habría resultado ser una variedad de socios menores con beneficios recibidos mediante algunas políticas del estado desarrollista y benefactor –por ejemplo, los empleados públicos, pequeños y medianos productores cafeteros cooperativizados–, quienes se habrían de convertir en la principal base de apoyo del Partido Liberación Nacional, durante la segunda mitad del siglo XX.

Esta es una contribución notable con respecto a un problema historiográfico sustantivo que no había sido abordado con plenitud. A partir de este estudio se podrá abordar el tema desde muy distintas aristas y enfoques, pero en un nivel superior de conocimiento, gracias a la sólida base teórica y empírica ahora construida. Como tal, el estudio de García es un salto adelante para la historia social costarricense, tan adormecida y abandonada durante las últimas dos décadas, con ciertas excepciones. El título remite a la señera obra de Edward P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra. Desde un enfoque que podríamos ubicar dentro del materialismo cultural –aunque las etiquetas clasificadoras son lo de menos –dada su evidente raíz historiográfica marxista y porque también hay atención sustantiva sobre asuntos de sociabilidad, subjetividades, discursividades e imaginarios colectivos. Además de postulados directamente marxianos, encontramos apoyo teórico en I. Wallerstein, E. Mandel, F. Jameson, R. Williams, H. Lefebvre, S. Zizek, entre otros marxistas, pero con sustanciales incorporaciones coherentes e inteligentes de corrientes teóricas fronterizas, o afines, como la de P. Bourdieu. Algo que no debe pasarse por alto en este punto es que, producto de su exhaustiva revisión y aprovechamiento de la producción historiográfica y científica social atinente al tema y periodo, también se incorporan, en el horizonte teórico-metodológico, los conocimientos y los enfoques más actualizados y vigentes en lo económico, social, cultural y político sobre la Costa Rica de entonces.

La obra, que procede de una tesis de maestría defendida en la Universidad de Costa Rica, se divide en una introducción, tres capítulos y unas conclusiones. En la “Introducción” se plantea el marco teórico-conceptual de la investigación, el cual resulta ser muy pertinente, ya que presenta al lector una visión marxista actualizada y enriquecida atinente al tema de la historia social de la clase, en momentos en que este legado teórico con frecuencia se desdeña o se ignora sin mayor cuestionamiento, pese a los aportes que puede continuar ofreciendo en estas temáticas, y en el conocimiento histórico en general. En las secciones subsecuentes la preocupación teórica no se abandonará y se enriquecerá mediante el diálogo con los hallazgos empíricos.

El capítulo segundo, como el autor mismo lo dice en términos marxistas, trata de la clase en sí, adentrándose y analizando la estructuración económica y socio-ocupacional de los sectores medios y su evolución, tanto desde la economía como desde el sector público, dada la relativa expansión del aparato estatal liberal durante el periodo. Se describen y analizan las condiciones materiales diferenciadas en que se desarrolla el conglomerado heterogéneo e intermedio en el campo y la ciudad, así como asuntos relacionados con género y la creciente intelectualidad, sin renunciar a comparaciones con otras clases, y, por lo tanto, introduce aspectos relativos a las relaciones interclasistas, ofreciendo así una visión de globalidad del entramado social costarricense. Para ello recurre, con creatividad y exhaustividad, al uso diversificado de fuentes primarias y secundarias. En fuentes primarias, los datos censales del período; en fuentes secundarias, una exhaustiva producción especializada, una característica de toda la obra, en particular en los dos capítulos subsiguientes. De igual manera, hay una utilización muy pertinente de obras literarias de la época.

El capítulo segundo acomete el ámbito de las sociabilidades de las clases medias, abarcando una serie de elementos interrelacionados, como la familia, el estatus, el matrimonio, las cuestiones de género, la distinción y el honor, la educación, el asociacionismo. Se incorpora en el análisis el crecimiento de las ciudades y del sector público, así como las consecuencias que conllevan ambos procesos. Podría decirse, siguiendo al autor, que por momentos las clases medias en los años veinte y treinta tienden a elevar su conciencia para sí –no lo dice el autor en estos términos–, ya que hay una cierta disposición a actuar organizadamente –por ejemplo, es el caso de los pequeños y medianos productores de café confrontados con los beneficiadores en momentos de la crisis económica–, pero no se llega a más; no hay todavía una vocación por tomar o disputar el poder. Para que tal cosa suceda tendrá que sobrevenir una coyuntura distinta y unos actores sociales con discursos e ideologías más afinadas, en la década de los años cuarenta.

Los procesos de creación de simbologías, discursividades, imaginarios e ideologías se examinan en el tercer capítulo. Se retoman y analizan aspectos ya tratados por otras investigaciones sobre los imaginarios y los discursos del protagonismo histórico y socio-cultural de la clase media costarricense, la evolución que experimenta a lo largo del medio siglo estudiado y se explica cómo lo anterior desemboca en una ideología con pretensiones políticas y aspiración de poder en su fase final, en la década de 1940.

Las “Conclusiones” llevan como título una nueva referencia a Thompson: “¿Consciencia de clase sin clase?”. Para el autor el término de clase media no dejó de ser un “ideologema” –elemento ideológico y discursivo–, más que una real conformación de clase; es decir, no dejó de ser primordialmente símbolo para una coyuntura dada, pues desde sus orígenes y en la historia subsecuente, este no correspondió con una específica experiencia de clase –así nos lo dice el autor– más homogénea y perdurable y, por lo tanto, con una consciencia de clase bien afirmada. García sentencia: “no cabe hablar de una consciencia de clase media, ya no solamente por criterios teóricos, sino por el mismo desarrollo histórico de las clases que supuestamente la habrían compuesto”.2 Recuérdese que para el marxismo no deja de ser cuestionable, o al menos problemático, referirse a las clases medias –o sectores medios– como una clase, precisamente por su marcada heterogeneidad –ninguna clase es totalmente homogénea– y por el tipo de relación ambigua que mantiene con las otras clases dentro de la formación social capitalista.

El autor, con un lenguaje expositivo muy directo y accesible para todo tipo de público, acomete exitosamente esta monumental empresa, pese a la complejidad de los aspectos tratados y a la gran masa de información de fuentes primarias y secundarias utilizadas para sustentar su explicación. Era difícil que el texto se pudiera acortar; pero gracias a la buena escritura, la lectura se hace fluida. El esquema expositivo está acorde con el marco teórico-conceptual, que resulta oportuno y suficiente para sustentar la argumentación.

Sin embargo, no se puede dejar de mencionar una inquietud surgida durante la lectura con respecto al tratamiento dado a un asunto que, si bien no es primordial en los objetivos de la obra, sí es sustantivo en lo que tiene que ver con la caracterización del sistema político-electoral costarricense: nos referimos al clientelismo. El autor cataloga el sistema electoral del período, de manera preponderante y contundente, como clientelista, y esto lo liga, entre otras cosas, a la promulgación de leyes sociales y al surgimiento de “la cuestión social”. A partir de una afirmación inicial,3 y en varios pasajes sucesivos, García considera que tal característica es decisiva del sistema electoral de la época. En cierto momento resume y define al régimen político en los siguientes términos: “Desde la interpretación de [Iván] Molina, la política electoral en Costa Rica –en la cual, como hemos reiterado, el clientelismo jugaba el papel central como elemento de cohesión, y de la cual tan activamente participaron las clases medias– tuvo, a la larga, aspectos benignos”.4

Según nuestro parecer, esto se hace sin suficiente sustentación factual, extrapolando de manera inadecuada lo dicho por Molina y apoyándose en unos casos biográficos, apenas aludidos, o en afirmaciones de otros autores carentes de sustentación o cautela.5 En algunos casos individuales presentados podría estarse dando no necesariamente clientelismo político-electoral, sino otro tipo de práctica afín, como tráfico de influencias, favoritismo, entre otras posibles; prácticas que, por cierto, con frecuencia se mezclan con el clientelismo, pero son otra cosa. Pareciera que en este aspecto se fue más allá de lo que la evidencia efectiva y la investigación actual sobre el clientelismo de la época pueden mostrar, por lo que -quizás- se debieron haber tomado precauciones y haber formulado afirmaciones en clave de hipótesis o de presunción. Molina utiliza, por ejemplo, las siguientes cautelas idiomáticas y metodológicas para referirse a las posibles relaciones clientelares entre los electores de segundo grado y los votantes: “parecen haber sido”, desconocemos cómo eran las relaciones entre votantes y electores” y “se puede avanzar la hipótesis...”.6

En resumen, sobre este punto: si bien se puede concordar en que hay indicios claros de clientelismo político-electoral en todo el período estudiado por García, no hay certezas comprobadas de su grado de relevancia y, prácticamente, no hay conocimiento de su funcionamiento específico. Además, ha de haber tenido distintas formas de manifestación regional o local, más allá de si era urbana o rural. Y la misma falta de certeza cabría con respecto a una eventual relación directa entre el clientelismo y la política pública, particularmente con respecto al asunto de la cuestión social. Algunas interpretaciones podrían deslizarse a entender que la legislación social estuvo determinada, exclusivamente, por el clientelismo y quizás la cooptación, más que por la movilización de sectores subalternos o, a cambios en la mentalidad de algunos sectores o miembros de la llamada “clase política”. Cabe señalar que, en todo caso, la movilización social no está necesariamente reñida con el clientelismo ni la cooptación; a veces ocurren a la vez.

En todo caso, sí parece sugerente y plausible, en particular, la interpretación formulada, e inspirada también en Molina, de que el clientelismo político habría representado un mecanismo clave para incorporar a las clases subalternas a los torneos electorales, a partir de las décadas del cambio del siglo XIX al XX, práctica ocurrida en otras latitudes; pero habría que profundizar y precisar en tales conexiones y en sus especificidades.7 Nos parece que las aproximaciones a esta relevante tarea de develar las características generales y específicas del clientelismo, más lejano o más cercano en el tiempo, deben hacerse, en buena parte, respaldadas en investigaciones de caso, y no solo por la línea de la generalidad. El estudio de casos locales y regionales ha sido una manera fructífera en otras latitudes en que se ha acometido el tema, en particular con respecto al “clientelismo de notables” –gamonalismo o caciquismo–. Esto es aún campo abierto y rico para ser investigado en nuestro país y en la región centroamericana. Respecto de esta temática, los planteamientos y aproximaciones de García dejan esbozado un importante desafío para nuevas investigaciones.

Volviendo a los aspectos centrales del libro, es necesario subrayar lo destacable que viene a ser la obra en el campo de la historia social en nuestro país. Lo es, en particular, por volver a plantear temas y conceptos marxistas olvidados o marginados en el quehacer historiográfico, pese al aporte que pueden seguir ofreciendo en una serie de problemáticas; siempre y cuando se acometa tal empresa desde una perspectiva actualizada, abierta a ser enriquecida con autores de otras vertientes teóricas, y con la coherencia teórico-metodológica mostrada en el caso que nos ocupa.

Estamos ante una obra que abordó una problemática compleja, pero de la cual salió muy bien librado el autor para beneficio del público y del conocimiento historiográfico. Se logró una reconstrucción innovadora y sustantiva de buena parte de la sociedad costarricense en un período clave de su devenir histórico, más allá de que se centrara en las clases medias o la clase media costarricense. El Premio Nacional de Historia 1914, otorgado al autor, fue una distinción muy merecida. Por cierto, este fue el último premio en tal rama, debido al cambio en la legislación respectiva. Muchos de los asuntos tratados por García dan para extenderse mucho más en los comentarios, tanto por lo vasto como por lo estimulante de la problemática tratada y de cómo se acometió; aquí solo intentamos efectuar una sucinta presentación y abordar con brevedad algún aspecto que la lectura nos provocó analizar.


1 Costarricense. Máster en Historia por la Universidad de Costa Rica (UCR). Académico y catedrático jubilado de la Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA). Correo electrónico: jmcerdasa@gmail.com.

George I. García Quesada, Formación de la clase media en Costa Rica. Economía, sociabilidades y discurso políticos (1890-1950) (San José, Costa Rica: Arlekín, 2014).

2 García Quesada, 413.

3 Ibid, 118.

4 Ibid, 338. Las cursivas son nuestras.

5 No hay espacio aquí para argumentar con profundidad y detalle lo que señalamos, porque, además, reiteramos, no es este un tema central en la investigación de García. Si lo aludimos es porque esta temática del clientelismo la hemos estudiado y nos parece que es necesario que en nuestro país se aborde con mayor profundidad.

6 Iván Molina Jiménez, Demoperfectocracia. La democracia pre-reformada en Costa Rica (1885-1948) (Heredia, Costa Rica: EUNA, 2005), 102-103.

7 Para una reflexión relativa al uso del término clientelismo, se puede revisar: José Manuel Cerdas Albertazzi, “El clientelismo político: Una revisión del concepto y sus usos”, Anuario de Estudios Centroamericanos (Costa Rica) 40, n. 1 (agosto 2014): 311-338. URL: <http://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/article/view/16645>.


Licencia Creative Commons
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.