ISSN: 1405-0234 • e-ISSN: 2215-4078
Vol. 10 (2), julio – diciembre, 2022
http://dx.doi.org/10.15359/rnh.10-2.7
Recibido: 23-09-2022 • Aprobado: 27-09-2022
Publicado:13-10-2022
Licencia: CC BY NC SA 4.0
Breves Ensayos
Aline Doníz1
México
Mi terapeuta dice que estaría mejor, más en mi sitio, si soltara de una vez por todas esas angustias del pasado, si les diera el porvenir de una causa justa como, por ejemplo, perdonar mis desaciertos y cortar expectativas. Respondo que no sé hacerlo, que mi anzuelo para anclarme al mundo ha sido el remedo de lo que no pudo ser.
Quedan quince minutos y los desaprovecho contando por décima vez aquella experiencia de cuando el sujeto-objeto de mi antiguo deseo, pactaba sus anhelos de quererme, incluso adorarme si es posible, aun y con el despertar de mis sombras. No le creí, por supuesto, pero la mentira es mejor que el abandono. Prosigo:
A quién daría este dolor, sino al último orgasmo en manos del amante que, con palabra desnuda, prometió compartirlo todo, a destiempo. Se fue para siempre y yo, que de humana peco hasta la muerte, me puse muy triste, tan triste que arremetió mi hermosura gravemente: los ojos hinchados, los labios torcidos, la calentura de sus muslos después del trabajo y una melancolía que no lograba llenar ni con los recuerditos de la primera infancia.
Mi terapeuta que está más loco que yo, y ya es decir mucho, me escuchó detenidamente, y me pidió que siguiéramos con lo mismo, las sesiones que fueran necesarias, hasta no poder más de cansancio o aburrimiento.
No sabe lo que le espera cuando le cuente todas las veces que asesiné a alguien en mi mente en nombre del amor. Supongo que voy mejorando.
Tendría unos seis o siete años, cabello a rapa, zapatos carcomidos, piel de manchas blanquecinas y amoratadas, hipo más de resignación que de hambre. Acompañado de quien parecía ser su madre, tomaba su pequeña mano como si perderse en la muchedumbre fuera castigo peor que la pobreza de su alma.
Mira hacia ambos lados del andén del metro esperando un no sé qué de ese martes por la noche. Hace frío y los hoyuelos de su intento de playera hacen lo posible por amortiguarle los vientos que no consuelan cinco pesos de pasaje. Se abren las puertas del tren y entramos en estampida, uno a uno, como si dentro se conjugara una gran plasta de sentires y estupores. La gran cara del vertedero de la espera.
Casi pierdo de vista al par. Ahí está ella, cabeceando los sueños en una esquina, enfrente él, mirando por la ventana la entrada de la cámara de diputados. ¿Sabrá algún día que ahí se decide si mañana tendrán que pedir más dinero para volver a abordar la misma estación y viajar hacia ningún lado? La realidad suele ser más pesada que la carga promedio de un convoy en uso.
Creo que no volveré a verles, al menos no hoy, en esta ruta.
Quise decir intimidad cuando en un acto cuasi religioso, de empírea pasión, te confesé lo que traigo dentro y que me mata. Tú me matas, por ejemplo, cuando al bajar el día nos hundimos en el amor y nos tropezamos con las palabras, los idiomas, los fonemas. Tus canciones guitarrescas que son, ahora, mías a medias, con las que lloro después de llorar cuando tu voz me penetra tiernamente.
Quise decir preludio al instante en que sonreíste a la nada —a mí tal vez— y los prados del mundo se regaron, uno a uno, con tu vasta alegría. Venero el ritmo de tu ser.
Quise decir “ven conmigo”, al escribirte estas breves líneas como quien escribe para alguien con el que mucho sueña.
Yacía su cuerpecito vagabundo y maltrecho a la mitad de la calle. Mugrienta desde la punta de la cola hasta la nidada que la vio crecer. Basta con imaginarse —proyectarse acaso— un destino más cruel que vivir y morir a causa de la plaga madre, esa que paga impuestos.
Compasión tuve por ella, sin funeral, sin duelo, sin padres que le den cristiana sepultura; dejar un par de amigos que hablen bien de uno. Nimiedades humanas.
Murió bien muerta, como mueren las ratas de alcantarilla; los dientes a la defensiva, los pelos llenos de hollín y el estigma del horror y la rabia, más lo primero que lo segundo.
1 Poeta, socióloga y bailarina mexicana, autora del poemario La pureza de la luz (2021). Realizó estudios de licenciatura en Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Asimismo, ha participado en diversos proyectos literarios, como en la lectura de su producción poética en la presentación “Los nuevos aeroplanos” (2017) en el Museo de la Casa del Poeta Ramón López Velarde; en la FIL (Palacio de Minería, 2018); en el encuentro de jóvenes poetas en el Museo del Estanquillo (2018) y en la lectura bilingüe (español-francés) de la obra de Christophe Manon, entre otros.
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