REPERTORIO AMERICANO

ISSN-0252-8479

Segunda Nueva Época, N.° 27, Enero-diciembre 2017

Páginas de la 241 a la 245 del documento impreso

Sitio Web: http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/repertorio/index



Lectura y literatura

Giselle Jiménez Rodríguez

Asesoría Nacional de Español

Ministerio de Educación Pública de Costa Rica

Los maestros trabajamos con esa seda

impalpable del alma de los niños:

si se rompe un hilo, queda una rotura

por la que se escapará hasta el derroche

la luz que conducía.

Omar Dengo

Resumen

La lectura influye positivamente en la formación del niño y de la niña, así como en el conocimiento de las personas adultas. Una de las lecturas más apropiadas para la niñez es el cuento por la cantidad de valores que pueden ser transmitidos con su narración.

Palabras claves: lectura, cuentos, bibliotecas, niños/as

Abstract

Reading influences positively children´s education, as well as adult people´s knowledge. Short stories are one of the most appropiate readings for children because of values that can be transmitted.

Keywords: Reading, short stories, libraries, children

La disponibilidad de los medios de comunicación audiovisuales en la sociedad parece desplazar la actitud lectora de niños, jóvenes y adultos. Desde muy temprana edad, el niño está acosado por diversos estímulos que van estructurando la fantasía y realidad del mundo en el que debe actuar. Pero hemos de reconocer que la lectura es un medio insustituible y es necesario entonces abrir la brecha en el mundo del libro, como parte de los valores propios del ser. Actitudes positivas y gratificantes en torno a la lectura, por parte del núcleo familiar y social, enriquecerán las experiencias ulteriores. A los siete años, el niño queda inmerso en el ambiente del saber, con la adquisición de la lectura. Se abren nuevas expectativas para responder a sus curiosidades. Es aquí donde las actividades curriculares juegan un papel preponderante. Las situaciones de aprendizaje deben favorecer la adquisición de hábitos de lectura, desde el inicio de la enseñanza formal, y los programas deben mantener y reforzar las destrezas lectoras a través de los diversos ciclos. A la escuela, al hogar y a la comunidad, les corresponde entonces crear y fomentar hábitos de lectura. No podemos ser pasivos ante la indiferencia generada en la juventud contemporánea en relación con la lectura y el arte en general. La primera fuente creadora de hábitos es el hogar, pero es en el proceso de la enseñanza escolarizada donde se amplía y robustecen esas actitudes. Lo anterior nos permite afirmar que se hace imperiosa la necesidad de revisión y adecuación de los programas educativos, en el campo específico de la enseñanza de nuestro idioma; narración y poesía constituyen aspectos básicos para despertar y consolidar, en los estudiantes, los valores universales.

La vida, eterno juego de fantasías y realidades, encuentra en el cuento, un complemento de la educación formal. La literatura infantil desempeña un importante papel, porque permite al niño el goce y disfrute que la lectura ofrece. De aquí que docentes, padres de familia e instituciones socio-culturales, deban adquirir el compromiso de brindar ese aporte. Muy provechoso resulta que los programas educativos incluyan, como parte del proceso de aprendizaje, una selección cuidadosa de lecturas para cada uno de los niveles; de la misma manera, el aumento en la producción de materiales en este sentido. Resulta igualmente importante el aprendizaje y práctica de la lectura libre, mejor aún si ha sido seleccionada la literatura de acuerdo con el nivel del lector. El contacto habitual con el texto logra un desarrollo intelectual armónico, mejor adaptación al medio y se amplía la visión del mundo. La lectura recreativa suele ser formativa, de modo tal que no es preciso establecer separación rotunda entre lectura pedagógica y recreativa. Del conjuro de ambas, pueden obtenerse resultados sorprendentes.

El establecimiento de bibliotecas al alcance de los estudiantes: en la institución, en el aula, en la comunidad, en el hogar. Cabe destacar la urgente necesidad de que educadores, bibliotecarios y personas que tienen alguna incidencia en la formación del hombre y de la mujer futuros, sientan atracción y cariño por la lectura y que posean algún conocimiento acerca de las mejores obras. En este momento crítico, es oportuno rescatar la imagen del abuelo que cuenta sus historias, o del adulto que ama y utiliza los libros con devoción. El relato posee la particularidad de desarrollar la imaginación y la creatividad, de permitir experimentar alegrías y tristezas, júbilos y desengaños; de identificarse con diversas situaciones, quizá conflictivas, pero que sugieren soluciones y actitudes valerosas. Una costumbre, ya olvidada por los adultos, podría retomarse cuando el premio lo constituya el regalo de un libro. Pero para ello, debe crearse una atmósfera agradable en relación con la lectura, lejos de sentimientos adversos como la obligatoriedad escolar.

Para lograr fervientes lectores, ha de formularse un plan remedial, basado en la satisfacción de necesidades e intereses. Lecturas que respondan a problemas propuestos en el campo político, social o económico, en el caso de los adultos; textos que satisfagan interrogantes comunes en los adolescentes: inquietudes deportivas o románticos ensueños de los adolescentes y jóvenes.

No podemos olvidar que de la leyenda se ha nutrido la historia y que la civilización se ha forjado con maravillosas leyendas creadas por los pueblos y generaciones. Pensemos también que los cuentos se nutrieron de las tradiciones populares.

El cuento tuvo su origen en el Oriente; pasó a Europa y luego en España se suceden las traducciones al latín y de allí a las lenguas romances. De obras como El libro del Conde Lucanor de Don Juan Manuel o el Decamerón de Bocaccio, surgen la prosa novelesca y el cuento, y constituyen a la vez las raíces que retoman cuentistas como los hermanos Grimm y Charles Perrault. Podemos considerar en el cuento una acción pedagógica en el campo espiritual, estético y social, de modo que a pesar de los otros medios audiovisuales actuales, permanece su misión formativa en los estudiantes. Los niños cultivan su imaginación a partir de la literatura; el adolescente sublima sus ideales, y el adulto asume una actitud crítica y consolida sus pensamientos. Pero para obtener tales procesos, claro está, debe mediar la intervención pedagógica orientadora. Estas ideas podemos corroborarlas con la siguiente cita: “En la literatura, el efecto mágico se logra mediante la yuxtaposición de escenas y detalles de gran realismo con situaciones completamente fantásticas” (Manton, 1976, p.9).

Así, de la lectura o narración de un cuento pueden desprenderse la histórica sabiduría, el valor del arte, la corrección semántica, o la sonoridad en el uso del lenguaje. Es frecuente la sensación de admiración, verosimilitud o inverosimilitud que las imágenes auditivas y los procesos mentales suscitan a través de la lectura, escucha y comprensión de un relato; sugestión enternecedora en el niño y sugestión evocadora en el adulto, que se logra fácilmente con las imágenes creadoras por y en la palabra misma de la obra literaria. Si a esto agregamos el arte de narrar cuentos, donde el gesto, el ademán y el tono de voz adecuados logran cautivar la imaginación del oyente, enriquecer su vocabulario y desarrollar excelentes hábitos de escucha. Pero es indispensable la interrelación de factores que rodean al estudiante; por esto, es conveniente insistir en la influencia del entorno familiar y social: un ambiente intelectualmente estimulante que, a la par de las múltiples situaciones de aprendizaje, oriente hacia la búsqueda de resoluciones en los contenidos de los libros, sin duda acarreará asiduos lectores, y con ello la probabilidad de enriquecer la cultura individual y social. La influencia escolar ha servido, en muchos casos, para crear desánimo en los educandos; quizá por falta de materiales apropiados, por costumbres arraigadas del sistema, o por equívocos en la elección de roles.

Creemos que el Estado y las autoridades educativas, así como los centros formadores de docentes, han de reflexionar acerca de su grado de responsabilidad al respecto.

Incalculable aporte pueden dar los medios de comunicación social cuando impulsan hábitos de lectura. Dada la influencia determinante, enriquecen o deterioran el nivel intelectual del pueblo. En ese punto de nuestro análisis, resulta preciso señalar que si los gobiernos pretenden enriquecer el nivel cultural del país, deben, al menos, estimular toda acción que tienda a mejorar este aspecto en la formación de los ciudadanos.

A la hora de seleccionar y narrar cuentos a los niños, es esencial tener presentes algunos principios básicos: el tema y el manejo de la lengua deben estar acordes con las diferentes edades, y con el desarrollo psíquico del niño o del adolescente, y desde la perspectiva psicopedagógica que permita la cabal apreciación del texto. Entre las características más importantes que deben considerarse a la hora de elegir un cuento, es que propicie la imaginación infantil, que despierte y afirme sentimientos de amor y justicia, de admiración y respeto; que satisfaga los intereses por medio de un adecuado equilibrio entre la realidad y la fantasía; que estimule el pensamiento reflexivo y fortalezca la mentalidad de los educandos. No debe, en modo alguno, menospreciarse la sensibilidad y el talento de los niños; el niño lleva impresos en su corazón los personajes de los cuentos que él ama y que viven en su fantasía.

Para niños entre tres y seis años, los relatos deben se cortos, llenos de ternura, con vocabulario adecuado a su edad, donde los temas sean muy cercanos al mundo en que se desenvuelven: la familia, sus juguetes, sus amigos, la naturaleza, los animales. Del mismo modo, las rimas, adivinanzas, cortos poemas con sonidos onomatopéyicos resultan muy pertinentes. De los seis a los nueve años, hay un predominio de la imaginación, y más adelante, de los nueve a los doce años, se afirma el sentimiento de heroicidad; relatos de aventuras y hazañas suelen ser muy disfrutados por estos niños. A los trece años, la pubertad parece inhibir al adolescente en relación con los relatos que se le presenten; no obstante, la experiencia nos demuestra que textos que contengan temas románticos, humorísticos o aventureros, son de total aceptación. En la juventud, el estudiante adquiere cierta madurez psicológica que le permite, a la par del goce, la afirmación de sus propios valores y la comprensión y análisis del relato con mucha entereza.

Al respecto ha escrito Carlos Duverrán (1984, p. 404):

Hay un doble movimiento, una interrelación entre literatura y sociedad que explica la evolución del conflicto entre realismo descriptivo e imaginación… esta literatura incorpora por una parte ciertos principios de esa visión racional del mundo, pero que a la vez y paulatinamente va introduciendo elementos… éstos señalan un avance de la imaginación en su propósito de aprender la realidad y da los valores poéticos sobre los denotativos en el discurso literario.

En términos genéricos, no podemos ignorar que el niño y el joven han de estructurar un sistema de valores que les permita diferenciar lo justo de lo injusto, el bien del mal; esto de acuerdo con la escala vigente en la sociedad que los rodea. El niño no debe ser sólo espectador en la vida; él desea vivirla, mezclarse con ella. De aquí que no resulta injurioso anotar que los lectores, niños, jóvenes o adultos, son los mejores jueces de los textos leídos o escuchados, pues el escritor acucioso une a su obra de arte, valores universales subyacentes en el devenir histórico. Por otra parte, la literatura para niños debe reunir las condiciones artísticas específicas del quehacer literario, pues, como lo hemos señalado los niños son particularmente sinceros y críticos en sus opiniones.

La lectura de obras de literatura universal adaptadas para niños podrían provocar respuestas controversiales; por un lado, al estudioso de la literatura despertaría el interés futuro de retomar la verdadera obra y conocerla más a fondo. O, por el contrario, podría creer que ya la ha analizado y perderse así el interés por una nueva lectura cuando adulto y, consecuentemente, perdería la comprensión lectora con madurez de criterio.

No obstante, hemos de recordar que en la selección de la literatura para niños, debe prevalecer el grado de sensibilidad, el lenguaje, la temática, la sonoridad; esto, independientemente de que el texto haya sido escrito o no para niños, jóvenes o adultos. En síntesis, debe tenerse muy presente la creatividad literaria desde la perspectiva del lenguaje. Por eso, el poema o el cuento deben escucharse en toda la plenitud de las palabras: en voz alta quizá, con tonos adecuados y acentuaciones acordes. O bien, penetrar en el texto, con la lectura íntima y silenciosa. Tal es el concepto que se desprende del siguiente texto de Julio Cortázar (1963, p. 65):

La idea de significación no puede tener sentido si no la relacionamos con las de intensidad y de tensión, que ya no se refieren solamente al tema, sino al tratamiento literario de ese tema, a la técnica empleada para desarrollar ese tema.

Aprendamos pues, a amar la lectura y la literatura. No olvidemos el sustento real de ese mundo maravilloso que estructura el “realismo mágico”, bien logrado en autores consagrados como García Márquez, Juan Rulfo o Alejo Carpentier.

Bibliografía

Cortázar, Julio. Algunos aspectos del cuento. Casa de las Américas, N° 15-16, 1963.

Duverrán, Carlos Rafael. Realismo e imaginación en la literatura costarricense. En: Hombre y Sociedad. San José: Editorial Nueva Década, 1984.

Menton, Seymour. El cuento hispanoamericano. México: Fondo de Cultura Económico, 1976.

Montero, Jorge. Al Pairo. Introducción. San José: Editorial Costa Rica, 1989.

Quijano, Fernando. En torno a la lectura. San José: M.E.P., 1980.

Sánchez, Benjamín. Lenguaje oral. Buenos Aires: Kapelusz, 1971.


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