Temas de nuestra américa Número extraordinario 2016

ISSN 0259-2339


Páginas de la 31 a la 56 del documento impreso

Doi: http//dx.doi.org/10.15359/tdna.2016-e.2




Simón Bolívar: el Libertador


Reinaldo Rojas

Profesor

Universidad Pedagógica Experimental Libertador

Venezuela

El escenario: la Venezuela colonial

Afirma Jorge Plejánov (1969) en su obra El papel del individuo en la historia, que el genio en los grandes hombres se desarrolla en función de su época y de su medio. Por lo tanto, es imposible interpretar el papel de las figuras más destacadas de la historia si desconocemos el peso específico que juegan las realidades sociales y el ambiente cultural que ayudan a conformar la personalidad de cada individuo. En ese sentido, para hablar de Bolívar se requiere tener una idea de la sociedad que lo vio nacer y proyectarse como genio militar, de las circunstancias políticas que le tocó enfrentar y de aquel universo cultural que le dio sentido a su vida.

Simón de la Trinidad Bolívar y Palacios nació en Santiago de León de Caracas, ciudad fundada por el capitán español Diego de Losada el 25 de julio de 1567. Mucho antes de la conquista española habitaba en estas tierras una numerosa población aborigen de lengua caribe, entre la que destaca la tribu de los indios caracas, quienes le dieron el nombre a la futura capital de la provincia de Venezuela, que más tarde, en 1777, será capital de la Capitanía General de Venezuela y a partir de 1811 de la República de Venezuela.

Cuando el niño Simón viene al mundo, el 24 de julio de 1783, Caracas es una urbe de unos cuarenta y dos mil habitantes, conformada por una minoría de funcionarios españoles encargados de dirigir, en nombre del rey, las principales instituciones de la provincia; un importante sector social llamado de los blancos criollos, hijos de blancos europeos nacidos en América; un amplísimo y en algunos casos mayoritario sector de población mestiza de color denominada pardos; y en la base de la pirámide poblacional la casta de los indios, que es el nombre que los españoles le habían dado –por equivocación– a la población autóctona y la gran masa de negros africanos, quienes como esclavos se encargaban de los oficios de la casa, de la artesanía urbana y de labores agrícolas en las haciendas de los alrededores de la ciudad. En el siguiente cuadro podemos apreciar cuantitativamente el peso porcentual de cada una de las castas y clases sociales que conformaban la estructura étnico-social de Venezuela en 1800.

Tabla 1. Venezuela 1800: estructura étnico-social

Categorías é tnicas y sociales

Población

%

Blancos europeos

12.000

1,3

Blancos criollos

172.727

19,0

Indios tributarios

75.564

8,4

Indios no tributarios

25.590

3,3

Población indígena marginal

60.000

6,7

Negros libres

33.362

4,0

Negros cimarrones

24.000

2,6

Negros esclavos

87.800

9,7

Pardos

(Mestizos de blanco, indio y negro)

407.000

45,0

Total

898.043

100,00

Nota. Tabla tomada de Federico Brito Figueroa (1993). Historia económica y social de Venezuela (tomo I). P. 169

Como puede apreciarse, la población mayoritaria en la sociedad colonial venezolana de principios del siglo XIX era la población libre de color denominada pardos, resultado de la mezcla a lo largo de los dos primeros siglos de dominio colonial español del blanco europeo, el negro traído como esclavo del África septentrional y la población autóctona que los españoles denominaron por error indios, ya que pensaban que habían llegado por el Atlántico a la India. Ubiquemos, seguidamente, a la familia Bolívar en este contexto étnico-social.

Un criollo americano: el hombre

Simón Bolívar pertenecía al sector de los blancos criollos, siendo sus padres el coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte y doña Concepción Palacios y Blanco. De esta unión nacieron, además, sus dos hermanos María Antonia y Juan Vicente Bolívar y Palacios.

El niño Simón, junto a sus dos hermanos, pasó su infancia entre Caracas y la hacienda de sus padres ubicada en San Mateo, en los valles de Aragua. Hay que destacar que su niñez no fue enteramente feliz. En 1786, muere su padre y en 1792 su madre, quedando bajo la tutela de su abuelo materno Feliciano Palacios, y al morir este, bajo el cuidado del tío Carlos Palacios.

Sin embargo, enfrentado a su tío Carlos huye a la casa de su hermana mayor Antonia, generando un conflicto familiar que termina con la entrega del niño al maestro Simón Rodríguez para su custodia y educación. Con Rodríguez pasa una estancia de meses que le sirve para establecer una relación de amistad que durará toda la vida, al extremo de que para Bolívar don Simón Rodríguez se transformó en su verdadero maestro y tutor, tal como él mismo lo señala en aquella famosa carta que le envía desde Pativilca, el 19 de enero de 1824, al propio Rodríguez, cuando al conocer de su regreso a la América después de haber estado varios años en Europa le exclama: «Ud. formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que Ud. me señaló».

Además de Rodríguez, Bolívar recibió clases de Matemáticas y Física del sabio fray Francisco de Andújar y de don Andrés Bello, quien, dos años mayor que el joven Simón, le enseñaba Historia y Geografía. Por el hecho de pertenecer a la nobleza criolla, el joven recibió clases de maestros particulares. De esta su primera formación en Caracas, le comenta lo siguiente al general Santander en carta del 20 de mayo de 1825, desde Pativilca en el Perú, a propósito de un comentario negativo acerca de su educación publicado en el Morning Chronicle de Londres:

Lo que dice de mí es vago, falso e injusto (…) porque no es cierto que mi educación fue muy descuidada, puesto que mi madre y mis tutores hicieron cuanto era posible porque yo aprendiese: me buscaron maestros de primer orden en mi país. Robinson (Simón Rodríguez) que Ud. conoce, fue mi maestro de primeras letras y gramática; de bellas letras y geografía, nuestro famoso Bello; se puso una academia de matemáticas sólo para mí por el padre Andujar, que estimó mucho el barón de Humboldt.

Figura 1. Coronel don Juan Vicente Bolívar y Ponte, padre de Simón Bolívar

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Vicente_Bol%C3%ADvar_y_Ponte

En este sentido, se puede afirmar que el futuro Libertador será un hijo de su tiempo, tiempo de la Ilustración, tiempo del Romanticismo y de las revoluciones burguesas que se inician con la Revolución francesa en 1789, tiempo de independencia iniciado por las colonias norteamericanas en 1776. Tiempo, también, de las guerras napoleónicas y de la formación de las naciones modernas tanto en Europa occidental como en el continente americano.

En afán de síntesis, se podría señalar que Bolívar se nutrió de dos grandes fuentes de conocimiento: de las tradiciones del criollismo que, como pensamiento mestizo surgido del contacto de las doctrinas europeas con las realidades americanas, generaron una idea original de América desde el siglo XVII hasta culminar en la segunda mitad del siglo XVIII en un pensamiento de emancipación e independencia política.

En este sentido, es necesario destacar el papel jugado por figuras intelectuales como el jesuita peruano Juan Pablo Viscardo y Guzmán y su explosiva Carta a los españoles americanos, el venezolano Francisco de Miranda, el neogranadino Francisco José de Caldas, el quiteño Francisco Javier Eugenio Santa Cruz y Espejo, el mexicano fray Servando Teresa de Mier; y los efectos de libros extranjeros como la class="CharOverride-3"Historia filosófica de las dos Indias del abate francés G. J. Raynal –tan comentado por el propio Bolívar en su class="CharOverride-3"Carta de Jamaica– y el del naturalista alemán Alejandro de Humboldt, class="CharOverride-3"Viaje a las regiones equinocciales class="CharOverride-3"del nuevo continente, redactado entre 1799 y 1804, literatura que se transformó en un poderoso argumento en contra del dominio español y en favor de todas aquellas potencialidades naturales americanas que le dan su originalidad al continente.

El caso de Miranda es muy especial, ya que no solo trabajó incansablemente para promover la independencia del Nuevo Mundo ante los Gobiernos de Francia e Inglaterra, Europa, los Estados Unidos y la lejana Rusia, sino también publicando documentos propios o de otros líderes de la emancipación, como la class="CharOverride-3"Carta a los españoles class="CharOverride-3"americanos de Viscardo, que edita en Londres en 1799, fundando periódicos como class="CharOverride-3"El Colombiano, también en Londres, y organizando expediciones de liberación de su país como la que comanda a las costas de Venezuela en 1806, donde iza por primera vez el pabellón tricolor que llegará a ser posteriormente la bandera de Venezuela, hasta llegar a participar directamente en los acontecimientos que van a culminar con la declaración de la independencia de Venezuela el 5 de julio de 1811. Miranda, más que un precursor de la independencia del Nuevo Mundo, fue ideólogo y –como lo señala uno de sus biógrafos Alfonso Rumazo González– líder de la independencia hispanoamericana, que más tarde completarán Bolívar, Hidalgo y San Martín.

Este pensamiento criollo se conjuga con el utopismo cristiano de hombres como Bartolomé de las Casas en la Venezuela del siglo XVI y la labor de los jesuitas en el Paraguay, que construyeron en aquellos «pueblos de misión» por ellos fundados en el siglo XVII una especie de «república cristiana», tal como definió a aquel extraordinario experimento sociopolítico el escritor argentino Leopoldo Lugones en 1907 y que el escritor peruano José Ratto-Ciarlo ha dado en denominar «socialismo de los jesuitas».

El mítico viaje de Bolívar y Rodríguez a Italia, donde el joven caraqueño se compromete en el Monte Sacro a dedicar todo su esfuerzo por alcanzar la libertad de América del yugo español, tiene mucho que ver con aquella experiencia que ambos fueron a buscar en aquellos antiguos monasterios donde aún vivían algunos de los misioneros expulsados del continente por Carlos III en 1767, o por lo menos en el recuerdo de quienes los conocieron.

La otra gran fuente de su formación es la que le llega a Bolívar a través del pensamiento grecolatino clásico, que sumado a la Ilustración europea y a los primeros pensadores políticos de la modernidad burguesa, como John Locke, Juan Jacobo Rousseau y el conde de Montesquieu, vienen a ser los principales referentes ideológicos de su pensamiento político liberal republicano y de su actuación pública como estadista y legislador. En su formación intelectual hay que destacar también que Bolívar fue un consumado lector, lo cual llenó con creces la falta de estudios formales y sistemáticos en las instituciones educativas de la época.

Esta realidad es la que destaca en la carta que ya he citado, dirigida al general Francisco de Paula Santander, desde Arequipa en 1825, donde pasa revista de sus lecturas clásicas. Dice al respecto:

Ciertamente que no aprendí ni la filosofía de Aristóteles, ni los códigos del crimen y del error; pero puede ser que Mr. de Mollien no haya estudiado tanto como yo a Locke, Condillac, Buffón, Dalambert, Helvetius, Montesquieu, Mably, Filangieri, Lalande, Rousseau, Voltaire, Rollin, Berthot y todos los clásicos de la antigüedad, así filósofos, historiadores, oradores y poetas; y todos los clásicos modernos de España, Francia, Italia y gran parte de los ingleses.

Otro campo de formación y conocimiento del joven Bolívar fueron los viajes. Ya en enero de 1799, cuando aún no había cumplido los dieciséis años de edad, hace su primer viaje a España, con escala en los puertos de Veracruz, en México, y La Habana, en Cuba, hasta hacer su entrada a la península por el puerto de Santoña, en Cantabria. Con ello, se encontraba Bolívar con la tierra de sus antepasados, quienes habían salido del país vasco a la antigua provincia de Venezuela en el siglo XVI. En este viaje, el joven Bolívar va a vivir una importante etapa formativa al lado del sabio Marqués de Ustáriz, ya que va a Madrid a continuar estudios de Matemática en la Academia de San Fernando, según su propio testimonio, a aprender idiomas y a ejercitarse en la esgrima, el baile y la equitación. Es, en este viaje, donde conoce a quien será su futura esposa, doña María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza.

Además de Madrid, Bolívar reside en Bilbao, lo cual le permite viajar a Francia a través del país vasco francés entrando por Bayona, llegando finalmente a París en marzo de 1802. Estando en España, después de contraer nupcias con María Teresa, viaja a Venezuela, desembarcando en La Guaira el 12 de julio de ese mismo año.

Hasta 1810 la vida de Bolívar es la de un joven y rico propietario de tierras y esclavos en la pujante Capitanía General de Venezuela. En 1803 muere su esposa, situación que lo afecta mucho. En esas condiciones personales parte de nuevo a España, llegando a Cádiz en febrero de 1804. Es el momento de apogeo de Napoleón Bonaparte, quien en la cúspide de su carrera política se corona como nuevo monarca de Francia en la Catedral de Notre Dame, en París, espectáculo que aprecia personalmente y del cual nos dejará este testimonio en carta dirigida a Denis de Trobriand:

Este hombre se inclina al despotismo: ha perfeccionado de tal modo las instituciones que, en su vasto imperio, en medio de sus ejércitos, agentes de empleados de toda especie, clérigos y gendarmes, no existe un solo individuo que pueda ocultarse a su activa vigilancia.

Y en un arrebato de profundo republicanismo, en aquel joven de apenas veintiún años, se pregunta: «¿Qué virtudes es preciso tener para poseer una inmensa autoridad sin abusar de ella?».

Ahora bien, en París conoce al barón Alejandro de Humboldt, autor de class="CharOverride-3"Viaje a las regiones equinocciales del nuevo class="CharOverride-3"continente, junto a la colaboración de Amado Bonpland. Luego de salir de la capital francesa, en compañía de su antiguo maestro caraqueño, don Simón Rodríguez, y de su primo Fernando Toro, Bolívar viaja a Italia. En Roma, en una de las colinas que dominan a la ciudad y que en la historia se identifica como el Monte Sacro, el joven exclama ante su maestro, un 15 de agosto de 1805:

Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español.

El momento de hacer realidad este juramento llega el 19 de abril de 1810. Ese día, se constituye la Junta Suprema Defensora de los Derechos de Fernando VII, quien se encontraba cautivo en España por las tropas francesas que habían ocupado la península en 1808. Esta junta dará el paso trascendental de convocar al Congreso de Diputados que el 5 de julio de 1811 van a declarar la independencia absoluta de Venezuela de toda dominación extranjera, rompiendo sus lazos de dependencia con la monarquía española. Figura central de aquella histórica decisión será el general Francisco de Miranda, quien había regresado a Caracas en diciembre de 1810.

Figura 2. Juramento sobre el Monte Aventino (fragmento)

Óleo de Tito Salas. Panteón Nacional, Caracas

Bolívar, que en abril de ese año se encontraba en los valles de Aragua atendiendo sus propiedades, rápidamente se incorpora al movimiento emancipador logrando su designación como miembro de una comisión que va a Londres a buscar el apoyo del Gobierno inglés a la lucha recién iniciada por los venezolanos contra España. Viaja a Londres acompañado de Luis López Méndez y de Andrés Bello. En ese año de 1810, Bolívar ya había alcanzado su grado de coronel de milicias, que era la institución militar que funcionaba en nuestra época colonial.

La república fundada con la Constitución de 1811 es efímera. Apenas dura del 5 de julio de 1811 al 24 de julio de 1812, cuando Miranda, ante una inminente derrota militar frente al ejército que defiende las banderas del rey, firma la Capitulación de San Mateo.

La jefatura realista, encabezada por Domingo de Monteverde, viola los tratados e impone una feroz «guerra a muerte» contra los patriotas, que huyen del país. Bolívar dirige sus pasos a la Nueva Granada1 y en la histórica ciudad de Cartagena se detiene a analizar las causas de aquella dolorosa derrota, elaborando un denso documento que se conoce como el Manifiesto de Cartagena, fechado el 15 de diciembre de 1812. Viene a ser su primer documento político donde ya se perfila el pensamiento político del gran hombre y su proyección continental.

En este momento crítico para las armas republicanas, Bolívar se incorpora al movimiento emancipador neogranadino y logra reunir una cantidad suficiente de hombres y pertrechos para organizar una veloz campaña de reconquista del país, que se inicia en la Nueva Granada desde la población de Ocaña, librando batallas en Mompox y Cúcuta hasta pasar al territorio venezolano el 1° de marzo de 1813.

Luego prosigue por los Andes y el centro del país hasta llegar a Caracas, triunfante, el 6 de agosto de ese mismo año. De esta campaña hay que destacar que Bolívar se erige ya como un victorioso general en jefe, que, para definir las dos fuerzas en conflicto, le declara la «guerra a muerte» a los partidarios de la monarquía y del dominio español, y en la ciudad de Mérida el 23 de mayo de 1813 recibe por primera vez el título de Libertador.

Con la Campaña Admirable se reestablece la llamada II República, la cual por falta de apoyo popular no llega al término del año. Apenas entre el 6 de agosto de 1813 y el 15 de junio de 1814 logran los republicanos mantener el control del Gobierno del país, ya que en la Batalla de la Puerta son derrotadas las fuerzas patriotas por un ejército de llaneros encabezados por José Tomás Boves.

Bolívar nuevamente debe tomar el camino del exilio, dirigiéndose por segunda vez a la Nueva Granada, donde se pone nuevamente a las órdenes del Gobierno que en la vecina república estaba en manos del presidente Camilo Torres, quien lo recibe y le dice: «Vuestra Patria no ha perecido mientras exista vuestra espada. Habéis sido un militar desgraciado pero sois un grande hombre».

Mientras Bolívar y otros jefes patriotas se encuentran en el exilio, en el interior del país la resistencia contra España se organiza alrededor de líderes como José Antonio Páez en los llanos, Manuel Piar y Manuel Cedeño en la Guayana y Santiago Mariño en el oriente.

Todas estas fuerzas confluyen en las sabanas de Carabobo el 24 de junio de 1821 para darle el triunfo a las fuerzas patriotas sobre los ejércitos monárquicos y lograr la independencia política de Venezuela del Imperio español. Para lograr esta meta, le correspondió al Libertador idear y llevar adelante una campaña militar que no solo se limitó a los territorios de la Capitanía General de Venezuela, sino que, desarrollando una estrategia continental de lucha contra el poderoso, aunque ya en decadencia, imperio hispano, amplió el teatro de sus operaciones a los territorios del Virreinato de la Nueva Granada (actual Colombia) en 1819, de la Audiencia de Quito (actual Ecuador) en 1821 y del Virreinato del Perú en 1822. Ya Bolívar lo había exclamado en 1814: «Para nosotros la Patria es América»,class="CharOverride-3" yclass="CharOverride-3" en Jamaica, 1815, cuando escribe su famosa Carta de Jamaica, Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla, plantea muy claramente esta visión universal de la lucha de emancipación hispanoamericana al referirse al futuro político del continente, cuando exclama:

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse…

Pues bien, a partir de 1816, Bolívar empieza a escalar la cima de su obra libertadora, desarrollando dos grandes vertientes en su vida pública: el héroe militar que se construye en la guerra de independencia, cuyos hitos podemos ubicar entre la Batalla de Boyacá, 1819, y la Batalla de Ayacucho en 1824, con la cual se cierra el ciclo de dominación hispana en el continente, ya que hasta 1899 España mantuvo bajo su poder a las islas de Cuba y Puerto Rico. La otra vertiente es la del político, la del estadista fundador de repúblicas y organizador de sus primeros sistemas de gobierno. Sigamos los pasos del hombre en estas dos vertientes de su vida.

Itinerario emancipador: el héroe

La mayoría de los biógrafos del Libertador han destacado que, en el campo militar, lo más trascendental de su obra de conducción fue el haber ideado y dirigido la estrategia de liberación de una gran porción territorial de Suramérica. Militares exitosos, ganadores de extraordinarias batallas fueron muchos. Pero solo él tuvo la visión de elaborar paso a paso, en una perspectiva continental y universal, el proyecto de independencia política de Hispanoamérica. Bolívar, si bien dirigió campañas que concluyeron en importantes batallas de liberación de regiones y países, fue, ante todo, el gran estratega de nuestra emancipación nacional. Allí reside su trascendencia histórica como jefe de campaña y su proyección como uno de los grandes libertadores del mundo. José Martí, padre de la independencia cubana, sintetizó en esta frase la trascendencia de su gesta libertadora cuando dijo en 1880: «…Bolívar, más grande que César, porque fue el César de la libertad…».

Las primeras campañas militares del Libertador tienen como escenario el territorio que comprendía la Capitanía General de Venezuela, conformada en 1777 con los territorios de la antigua provincia de Caracas, creada por España en 1528, y las provincias de Cumaná, Guayana y Maracaibo, ya que los ingleses se apoderan de la isla de Trinidad en 1797.

Cuando se da inicio a la lucha de emancipación nacional las provincias que se suman a la lucha contra España son la provincia de Venezuela o de Caracas, las provincias de oriente conformadas por la provincia de Cumaná, la provincia de Barcelona y la provincia de la isla de Margarita, en los Andes las provincias de Mérida y Trujillo y en los llanos la provincia de Barinas, siete en total que van a quedar grabadas en las siete estrellas de nuestra primera bandera nacional. Quedaban fuera del grito de independencia las provincias de Maracaibo, Coro y Guayana.

Pues bien, ese es el primer escenario de la guerra que lidera Bolívar en 1813, cuando comanda, desde la Nueva Granada, la Campaña Admirable.

Luego el espacio se amplía al Caribe cuando en 1816 organiza desde Haití la Expedición de los Cayos para finalmente mover el escenario de la guerra hacia el interior del país, lográndose en 1817 la ocupación de la provincia de Guayana gracias al esfuerzo del general Manuel Piar, lo cual se va a completar con el control que sobre los llanos del Apure ha logrado también en 1817 el general José Antonio Páez.

Estos triunfos permiten al Libertador instalar un Congreso Constituyente en la ciudad de Angostura en 1819, a las orillas del río Orinoco, que le dará a la república una nueva Constitución, y le permitirá organizar un verdadero ejército profesional, lanzar su idea de unión colombiana entre Venezuela y el antiguo Virreinato de la Nueva Granada y planificar sus dos grandes campañas militares que culminarán con los triunfos militares en Boyacá, el 7 de agosto de 1819, con lo que quedan liberados los territorios de la Nueva Granada, y en Carabobo, el 24 de junio de 1821, que le da la libertad a Venezuela, quedando solo bajo dominio de España los territorios de la provincia de Maracaibo, hasta que se logra su liberación gracias a la Batalla naval del Lago de Maracaibo, llevada a cabo el 24 de julio de 1823 bajo la conducción del almirante José Prudencio Padilla.

Sin embargo, como para Bolívar «la patria es América», el escenario de la guerra contra España se amplía a aquellos territorios aún bajo dominio español, por lo que en 1821, alcanzado el triunfo en las sabanas de Carabobo, le escribe al general argentino José de San Martín, en carta del 21 de agosto de ese año:

Mi primer sentimiento en el campo de Carabobo, cuando vi mi patria libre, fue V.E., el Perú y su ejército libertador. Al contemplar que ya ningún obstáculo se oponía a que yo volase a extender mis brazos al libertador de la América del Sur, el gozo colmó mis sentimientos.

Se refería con ello Bolívar a la guerra de independencia que también se había desarrollado en el sur, en el Virreinato de La Plata, luego República Argentina, y en Chile, bajo la dirección de los generales José de San Martín (1778-1859) y Bernardo O’Higgins. Mientras venezolanos y neogranadinos lograban la liberación de sus territorios, lo mismo hacían los patriotas argentinos y chilenos en las batallas de Tucumán, San Lorenzo, Chacabuco y Maipú. Solo quedaba el Perú, sede del poder virreinal, en manos españolas.

Y es hacia su conquista que avanzan desde el sur las tropas chileno-argentinas que comanda el general San Martín y desde el norte los ejércitos de venezolanos y neogranadinos que marchan bajo la dirección de Bolívar y Sucre.

Esta campaña de liberación del sur se hizo, en el caso de Bolívar, a la par de la construcción de Colombia como república unida y como Estado fundado en la Constitución sancionada en la ciudad del Rosario de Cúcuta en 1821. Bolívar tuvo que compartir la labor de la guerra con la actividad administrativa como presidente de Colombia, contando en la vicepresidencia con el general Francisco de Paula Santander.

En este campo administrativo y legal cumplió el Libertador una extraordinaria labor que a veces opacan sus campañas militares, porque legisló a favor de una república fundada en leyes dirigidas a defender al indígena de la explotación económica, a favor de la igualdad social, por una educación popular, por la distribución de la tierra entre los soldados que tenían que volver a la vida civil, por la conservación del ambiente, por la construcción de vías de comunicación entre pueblos y ciudades, estableciendo, además, toda una política de cooperación entre los nuevos Estados a fin de propiciar su unidad en una gran confederación de repúblicas hispanoamericanas, cuyo momento culminante fue la convocatoria en 1824 y posterior reunión del Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826.

Esta campaña final de liberación del sur de Colombia se alcanza con el triunfo de las armas patriotas en la Batalla de Bomboná, en la región de Pasto, el 7 de abril de 1822. Y con las batallas de Pichincha el 24 de mayo de 1822 y de Junín el 6 de agosto de 1824, donde se alcanza la liberación del Ecuador, antigua Audiencia de Quito.

La entrada de San Martín a Lima para declarar su independencia y la liberación del Ecuador por las tropas bolivarianas permite la realización de un encuentro histórico entre los dos grandes capitanes de la independencia hispanoamericana, Bolívar y San Martín, en el puerto de Guayaquil el 27 de julio de 1822, hecho histórico que ha pasado a la posteridad como la Entrevista de Guayaquil, conversación entre los dos hombres que tuvo como resultado el retiro de San Martín a la vida privada, mientras Bolívar toma el mando supremo y único de la guerra contra el último reducto español en el continente localizado en la serranía andina peruana bajo el mando del virrey La Serna.

Es allí, en las sabanas de Ayacucho, que los ejércitos unidos de venezolanos, argentinos, chilenos, peruanos, ecuatorianos y colombianos alcanzan el triunfo en la Batalla de Ayacucho, estratégicamente orientada por el Libertador y dirigida por el joven general venezolano Antonio José de Sucre, quien es ascendido en el propio campo de batalla al rango de mariscal de campo. Era un 9 de diciembre de 1824. Bolívar, en el Resumen de la vida del general Sucre, que escribió en 1825, afirmaba: «Ayacucho, semejante a Waterloo, que fijó el destino de la Europa, ha fijado la suerte de las naciones americanas».

La fase de la guerra de liberación había culminado. España, producto de esta derrota continental, se concentra en el Caribe, manteniéndose en las islas de Cuba y Puerto Rico hasta 1899, cuando cede ambas posesiones coloniales a los Estados Unidos de Norteamérica (U.S) en el Tratado de París. La gran tarea que se iniciaba era, en consecuencia, de orden político-administrativo: fundar repúblicas en donde antes había colonias, levantar democracias en sociedades donde habían crecido por siglos los hábitos de la servidumbre y la exclusión. El reto lo tiene claro el propio Bolívar, consciente de que debe dejar de lado su investidura militar para asumir las virtudes del ciudadano que debe construir las bases de una nueva república, tal como lo señala en su Discurso de Angostura de 1819. Leamos con calma sus palabras:

Las reliquias de la Dominación Española permanecerán largo tiempo antes que lleguemos a anonadarlas: el contagio del Despotismo ha impregnado nuestra atmósfera, y ni el fuego de la guerra, ni el específico de nuestras saludables Leyes han purificado el aire que respiramos. Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre. El hombre, al perder la libertad, decía Homero, pierde la mitad de su espíritu.

Ahora bien, ¿sobre qué principios políticos avanzar en estas condiciones? Escuchemos nuevamente sus palabras: «Un Gobierno Republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la Soberanía del Pueblo, la división de los Poderes, la Libertad civil, la proscripción de la Esclavitud, la abolición de la monarquía, y de los privilegios».

Esta noble tarea es la que asume el Bolívar estadista en otra de las dimensiones fundamentales de su vida pública.

El legado político: el estadista

Efectivamente, todos esos triunfos obtenidos en el campo de batalla o en la formulación de las grandes estrategias de la guerra hicieron de Bolívar el héroe de la independencia suramericana, cuya epopeya será motivo de cantos y relatos en todas las latitudes del continente y del mundo. Su nombre se consagra al lado de los grandes capitanes de la guerra, como Aníbal, César, Napoleón. Pero Bolívar no fue solo el hombre de la guerra, sino, también, el gran organizador de los nuevos Estados que surgen de la ruptura con España y el promotor de la unidad hispanoamericana, hoy latinoamericana y caribeña. Por ello, además de guerrero, Bolívar fue un estadista cuya mayor aspiración no fue erigirse en el caudillo más grande de su época, ni en coronarse rey siguiendo el ejemplo de Bonaparte en 1804.

Su vocación civilista estuvo siempre a prueba y dio evidencias absolutas de su apego a las formas de gobierno democrático y a la construcción de Estados republicanos en los países que liberó su espada. Así se expresa, por ejemplo, en esta carta que le escribe desde Maracaibo al Dr. Pedro Gual, el 16 de septiembre de 1821: «La historia dirá: Bolívar tomó el mando para liberar a sus conciudadanos, y cuando fueron libres, los dejó para que se gobernasen por las leyes y no por su voluntad».

Figura 3. Retrato ecuestre de Bolívar

Óleo de Arturo Michelena. Palacio Legislativo, Valencia

En este campo Bolívar propuso constituciones, las cuales expresan su pensamiento jurídico, redactó leyes y decretos para fundar la República de Colombia, que viene a ser su gran obra política, la cual funda en el Congreso Constituyente de Cúcuta en 1821, pero que se desintegra tras su muerte en 1830, dando paso a las actuales repúblicas de Colombia, Venezuela y Ecuador en 1830 y Panamá en 1903, cuando se separa de la actual Colombia. En el campo constitucional, la filosofía política que compartía Bolívar se puede recoger en varios documentos principales: su Manifiesto de Cartagena, de 1812, la denominada Carta de Jamaica, escrita en 1815, su discurso en la instalación del Congreso Constituyente de Angostura de 1819 y su propuesta de Constitución para Bolivia2 de 1826.

El primero se da en el contexto de la pérdida de la Primera República, cuando el general Miranda firma en Venezuela la llamada Capitulación de San Mateo de 1812. Esta catástrofe política lo lleva al exilio y es en la ciudad-puerto de Cartagena de Indias, frente al mar y observando los efectos de aquella derrota, que analiza las causas que a su entender habían hecho posible la crisis y la caída de aquella Primera República instalada en Caracas en 1811. En primer lugar, la instauración de un sistema federal de gobierno que generó el conflicto interno de las provincias con el Gobierno central, debilitándolo frente a la acción del enemigo español. Seguidamente, la falta de un ejército disciplinado capaz de defender la república del acoso militar de las tropas realistas. El fanatismo religioso que alimentaron las autoridades de la Iglesia al ocurrir el terremoto del 26 de marzo de 1812, fenómeno natural que afectó terriblemente a la ciudad de Caracas y que fue denunciado como una especie de castigo divino por haberse declarado la independencia en contra de los intereses de España. Sin embargo, ante tal situación, Bolívar afirma sus convicciones independentistas y republicanas, pero agrega a su haber político el convencimiento de que «mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas…» (1812, 15 de diciembre).

El 6 de septiembre de 1815 firmó Bolívar en Kingston, Jamaica, una larga carta sin destinatario, pero que se supone va dirigida al señor Henry Cullen, donde expone en gran medida su proyecto de liberación de Venezuela y la necesidad de promover, conjuntamente con ello, la unidad de todos aquellos países que fueron colonias de España para formar una confederación de repúblicas hispanoamericanas, aportando con ello al equilibrio político universal, el peso de Gobiernos republicanos, democráticos y liberales en el concierto de las relaciones internacionales frente al dominio de imperios y monarquías. Se trata de un documento escrito con la transparencia que se puede permitir una comunicación privada. Hay convicción en la meta de liberación que se ha asumido, pero hay incertidumbre frente al futuro, dudas en cuanto a lo que más puede convenirle a cada uno de nuestros países, puesto que pasa revista a cada uno de ellos, desde México y Centroamérica hasta Buenos Aires, Chile y el Perú, pasando por la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela. Es allí donde se refiere por primera vez a Colombia como proyecto de integración, y señala la unidad hispanoamericana como una gran necesidad que tiene sus obstáculos cuando dice, con tono de interrogación:

Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un sólo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuera para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!

En este mismo documento, Bolívar se plantea la idea de convocar en el Istmo de Panamá, con visión de futuro,

Un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar de discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración…

Ya sabemos que dos días antes de la Batalla de Ayacucho, el 7 de diciembre de 1824, desde Lima, el Libertador gira una circular a los Gobiernos de Colombia, México, Chile, Río de la Plata y Guatemala, donde los convoca a celebrar una asamblea de plenipotenciarios de cada república con el propósito de formar una confederación «que nos sirviese de consejos en los grandes conflictos de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran dificultades y de conciliador, en fin de nuestras diferencias» (Convocatoria del Congreso de Panamá), que es como expone los objetivos de este magno encuentro en la propia invitación.

Esta asamblea se reunirá, sin la presencia del Libertador, en la ciudad de Panamá el 22 de junio de 1826, no logrando los objetivos de unidad trazados por Bolívar, pero transformándose en nuestro primer congreso de unidad hispanoamericana, que luego será seguido como proyecto de integración latinoamericana y como antecedente doctrinario de lo que hoy conocemos como Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) frente al Tratado de Libre Comercio (Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA) impulsado con vocación hegemónica por el Gobierno de los Estados Unidos.

Ya en el terreno constitucional, Bolívar elabora tres importantes documentos más, donde expresa su visión del Estado y del Gobierno que necesitan nuestros pueblos recién liberados del yugo monárquico y colonial. En estos escritos se aprecia la concepción política republicana que dejó como legado doctrinario del bolivarianismo posterior, que tantas interpretaciones y seguidores ha tenido en el tiempo. El primero es su discurso de instalación del Congreso Constituyente de Angostura el 15 de diciembre de 1819. El segundo, su discurso en el Congreso Constituyente de Bolivia, del 25 de mayo de 1826 y el tercero, su mensaje al Congreso Constituyente de Colombia, de fecha 20 de enero de 1830, el mismo año de su muerte.

El discurso de 1819 se da en el contexto de la ocupación de la Guayana venezolana y el restablecimiento de la república en esas fértiles tierras, donde además se cuenta con la salida fluvial al Atlántico por el río Orinoco.

En Guayana, Bolívar refunda la república a partir de la Constitución de 1819 y aporta una serie de acciones legislativas, ejecutivas y militares de fundamental importancia, como son la creación del Estado Mayor General del Ejército, del Tribunal de Primera Instancia y de la Alta Corte de Justicia, la firma de la Ley de Repartición de Bienes Nacionales sobre la base del decreto de confiscación de bienes de los españoles, el establecimiento de los límites y divisiones de la provincia de Guayana creando tres departamentos: del Alto Orinoco, del Centro y del Bajo Orinoco, el nombramiento de un Consejo Provisional de Estado para asesorar al jefe supremo, en los ramos de Estado y Hacienda, Marina y Guerra e Interior y Justicia, la instalación de un Consejo de Gobierno para cubrir sus ausencias por motivos de campaña, la creación del Consulado para atender pleitos mercantiles y fomentar la agricultura y el comercio y el decreto de una ley marcial a fin de reglamentar la incorporación forzada de hombres al ejército republicano. De todas estas instituciones establecidas por Bolívar antes del Congreso de 1819, destaca el Consejo Provisional de Estado creado el 30 de octubre de 1817, ya que todavía en ese año no era posible, por razones de la campaña militar, «establecer ahora un buen Gobierno representativo y una Constitución eminentemente liberal, á cuyo objeto se dirigen todos mis esfuerzos y los votos más ardientes de mi corazón»,class="CharOverride-3" y mientras no se halle libre la mayor parte del territorio que permita convocar una asamblea «que por su número y por la dignidad de los que la compongan merezcan la confianza pública…».

Esta situación provisional se supera cuando, luego de tomada por las armas patriotas la provincia de Guayana, el Libertador convoca en 1818 al congreso que un año más tarde aprobará la Constitución de 1819. En su discurso de instalación Bolívar plantea los principios rectores del régimen republicano que él sigue y propone:

El pueblo como «fuente de la Autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del Destino de la Nación»

Figura 4. Bolívar. Capitán general de las armas de
Venezuela y Nueva Granada

Grabado de M. N. Bate. Museo Nacional, Bogotá

Partiendo de estos principios, Bolívar propone en 1819 una estructura de Estado en base a cuatro poderes, reformando con ello la clásica división de Montesquieu. Veamos:

Este diseño de Estado se completa con la dimensión social que debe desarrollar todo Estado realmente republicano y liberal. Así lo señala en su discurso de 1819:

Un Gobierno Republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben ser la Soberanía del Pueblo, la división de los Poderes, la Libertad civil, la proscripción de la Esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. Necesitamos la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas, y las costumbres públicas.

Se trata, en consecuencia, de un Estado republicano fundado en la igualdad política y social, ya que ha nacido en sociedades divididas, en clases antagónicas y separadas por odios étnicos alimentados por la colonización europea y su legado de explotación económica, desigualdad y discriminación racial. De allí nace la aspiración que quiere compartir con los legisladores de Angostura. Un Gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral. Es cierto, no lo logrará. Pero su actuación pública, en favor de hacer realidad aquellos propósitos, es evidente frente a los grandes problemas sociales que deberá enfrentar la república en sus primeros años de desenvolvimiento.

La afirmación de estos principios se puede apreciar en su discurso de 1826 en Bolivia, pero la situación de inestabilidad política que han venido viviendo los países recién independizados lo lleva a plantearse el tema del orden republicano y de la gobernabilidad democrática. Así se lo expone a los legisladores: «Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos os atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía».class="CharOverride-3"

Por ello, además de dividir el poder legislativo en dos cámaras, propone la figura de un presidente vitalicio, tomando el ejemplo del presidente Petión en Haití. Es una propuesta controversial que no es aceptada y que para muchos de los estudiosos de su pensamiento político viene a ser una especie de tendencia monárquica en él o de conservadurismo.

Sin embargo, la realidad le dará la razón. Los años que siguen a Ayacucho son de conflicto interno, de enfrentamiento entre los jefes militares que habían luchado por la independencia y de controversias limítrofes que en algunos casos llevan a la guerra. El caso más terrible para él es lo que sucede en la propia Colombia, fundada constitucionalmente en 1821 en el Congreso de Cúcuta y que ya en 1826 empieza a sufrir los primeros síntomas de la desintegración que se avecina.

En 1827 entra en conflicto con el general Santander, vicepresidente de la república, situación que lleva a sus seguidores al atentado del 25 de septiembre de 1828, en Bogotá, contra la vida del propio Liberador. En el fracaso de este intento de asesinato juega un papel fundamental la patriota ecuatoriana Manuela Sáenz (1797-1856), por lo que Bolívar la denominó la libertadora del Libertador y quien llegó a ser, desde que la conoció en Quito en 1822, su amada inmortal.

Ese mismo año 27, Bolívar tiene que viajar a Caracas a fin de apaciguar los ánimos separatistas de los venezolanos, quienes encabezados por el general José Antonio Páez enfrentan el centralismo gubernativo impuesto desde Bogotá.

En 1828 se reúne la Convención de Ocaña con el propósito de buscar una salida política de consenso a la inminente desintegración de la gran república colombiana, lo cual no se logra. En 1829, por razones limítrofes se abren hostilidades entre el Perú y Colombia. Llega 1830, año fatal para Bolívar, sus seguidores y sus proyectos de unidad grancolombiana.

En enero Venezuela se restituye como república independiente bajo la égida política y militar del general Paéz, quien es designado presidente por el Congreso Constituyente de Valencia, que vota la separación definitiva de Venezuela de la Gran Colombia.

Mientras tanto, el intento de reunir en enero en la ciudad de Bogotá un congreso constituyente presidido por el mariscal Sucre fracasa por el grado de enfrentamiento al que se ha llegado. Sin embargo, en su mensaje a los diputados reunidos en esta hora grave para la república, el Libertador pasa revista a los acontecimientos que desde 1826 han puesto en peligro de guerra civil a Colombia, donde «las leyes, que habían sido violadas con el estrépito de las armas y con las disensiones de los pueblos, carecían de fuerza…»class="CharOverride-3", en esas condiciones –dice– asumió el mando supremo para lograr la concordia.

Sin embargo, en el año 28: «Se atentó contra mi vida; se encendió la guerra civil; se animó con este ejemplo, y por otros medios, el gobierno del Perú para que invadiese nuestros departamentos del Sur, con miras de conquista y usurpación… La guerra se hizo inevitable» (1830, 20 de enero)class="CharOverride-3". Luego vino el cese de las hostilidades, pero al interior de la republica el fantasma de la guerra civil tomó cuerpo acusándolo, uno de los bandos, de querer ejercer la tiranía, a lo que responde:

Libradme, os ruego, del baldón que me espera si continúo ocupando un des- tino, que nunca podrá alejar de si el vituperio de la ambición. Creedme: un nuevo magistrado es indispensable para la República (…) Mostraos, conciudadanos, dignos de representar un pueblo libre, alejando toda idea que me suponga necesario para la república. Si un hombre fuese necesario para sostener el Estado, este Estado no debería existir, y al fin no existiría.

Envuelto en aquella crisis indetenible, ya sin esperanzas en una salida constructiva que lograra salvar la unidad republicana, el Libertador entrega a los diputados que conformaban aquel histórico congreso estas palabras finales: «¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás».(1830, 20 de enero)

En abril, Bolívar dimite al cargo de presidente de Colombia, lo cual lleva al congreso a sancionar una nueva constitución y a designar en el cargo al general Joaquín Mosquera. En junio recibe la infausta noticia del asesinato del mariscal Sucre en las selvas de Berruecos, frontera de Pasto con el Ecuador. En carta del 1° de junio de 1830 al general venezolano Juan José Flores, destacado en Quito, le exclama:

Esta noticia me ha causado tal sensación, que me ha turbado verdaderamente el espíritu, hasta el punto de juzgar que es imposible vivir en un país donde se asesinan cruel y bárbaramente a los más ilustres genera- les y cuyo mérito ha producido la libertad de la América.

El Libertador ha tomado pues su decisión: retirarse definitivamente del mando y preparar en lo inmediato su viaje a Cartagena con la idea de salir de territorio colombiano con rumbo a algún lugar de Europa.

En su retiro forzado, enfermo física y espiritualmente por el clima de enfrentamiento y odio que se respira, le escribe al presidente Mosquera y le confiesa:

Yo he predicado el orden y la unión; he procurado dar, además, el ejemplo. He dicho a todo el mundo lo que pienso; y yo pienso siempre lo mismo. Estoy por la unión y la integridad. No estoy por las divisiones ni partidos.

Su viaje a Santa Marta es su tránsito final de la vida a la muerte física que le sobreviene el 17 de diciembre de 1830. El gran hombre muere en la más extrema pobreza y camino al destierro, en la Hacienda San Pedro Alejandrino, propiedad del español don Joaquín de Mier. El 10 de diciembre de 1830 había dictado su última proclama, la cual cierra con estas palabras: «¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro».

Proyección universal: el pensador

Como lo solicitó en su testamento, los restos morales del Libertador reposan en su amada Caracas, en el Panteón Nacional. Venezuela, la Nueva Granada, que retoma posterior- mente el nombre de Colombia, y el Ecuador se reconocen junto a Bolivia como las hijas de su espada y herederas de su pensamiento.

La doctrina política de Simón Bolívar puede resumirse en tres grandes áreas fundamentales de desarrollo: la independencia absoluta como condición class="CharOverride-3"sine qua non de la libertad; su concepción del Estado republicano como sistema político que, frente al estado monárquico dominante en la época bajo el modelo inglés de monarquía parlamentaria o constitucional, debe procurar brindar «la mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política»class="CharOverride-3"; y la unidad hispanoamericana como instrumento de lucha anticolonial y promotora de equilibrio en las relaciones internacionales.

La muerte del hombre es el nacimiento del héroe. Así se aprecia hoy en el mundo al ilustre caraqueño que nos legó para la posteridad una obra, un pensamiento de libertad y un ejemplo de vida. Y como ejemplo de virtud republicana, fue él mismo quien en la cúspide de su gloria militar nos pidió el título con el que prefería que lo recordáramos, al afirmar en octubre de 1821: «Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano».

He aquí, pues, a Bolívar, héroe de la independencia hispanoamericana, fundador de repúblicas, pensador y estadista de proyección universal, LIBERTADOR DE PUEBLOS y nuestro PRIMER CIUDADANO.

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1 Se trata del Virreinato de Nueva Granada, creado por España en 1739 en su capital Santa Fe de Bogotá. En 1821 los territorios del antiguo virreinato se integraron con los de Venezuela y Ecuador para formar la República de Colombia que luego se integra en 1830. En 1863 la Confederación Granadina toma el nombre de Estados Unidos de Colombia que actualmente se conoce como República de Colombia.

2 Como el nombre dado a la república era Bolívar, el diputado de Potosí, Manuel Martín Cruz, dijo que al igual que de Rómulo viene Roma, de Bolívar viene Bolivia.

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