Temas de nuestra américa Julio-diciembre, 2017. Número 62
ISSN 0259-2339
Páginas de la 131 a la 134 del documento impreso
Doi: http://dx.doi.org/10.15359/tdna.33-62.8
Una mínima fracción del viento. Rafael Cuevas Molina. EUNA/F.y G. Eds. Costa Rica y Guatemala, 2016.
Construir desde la sospecha y el miedo: la nueva novela de Rafael Cuevas
Una mínima fracción del viento
A Tiny Fraction of the Wind
Uma fração mínima do vento
Desde el título de esta novela, escrita por Rafael Cuevas Molina, todo incita a la brevedad, a la levedad de lo mínimo y lo difuso, aquello que se nos escapa de entre los dedos. Esta relación existe, sin embargo, mediada por el peso enorme que a lo largo de la novela el autor guatemalteco-costarricense recrea, a partir de una sociedad excluyente y agresora. Una mínima fracción del viento, es una obra que nos muestra la Guatemala moderna. Su universo ficcional nos muestra las relaciones sociales estrictamente delimitadas de una sociedad dividida y altamente estratificada en razón de la clase social de los sujetos. Clase social que, casi invariablemente, referirá a aspectos de conformación étnico-racial.
Dentro de esa sociedad escindida, el autor nos conduce a diferentes pequeños universos, donde la clase alta, blanca, con apellidos extranjeros, o constituidos por dos o más nombres, se comportan como un todo orgánico que desdeña a los “otros”: mujeres y hombres de las clases empobrecidas, subalternizadas, casi siempre de origen indígena, cuyos fenotipos acusan su pertenencia.
En este universo ficcional se desarrolla la trama, a partir de la sospecha y el miedo. Miedo de las clases altas y burguesas al que dirán las personas importantes de sociedad ante sus actos o su dejar de hacer; miedo a no estar a la altura de lo que la familia espera; miedo al secuestro y la extorsión por parte de grupos ominipresentes ya sea de jovenzuelos delincuentes o a los nuevos grupos de traficantes; miedo a las múltiples y variadas formas de violencia, incluida la de género, que es tópico en esta obra. Violencias que se ejercitan de manera tan sistemática y a veces con tanto subterfugio, que pasan desapercibidas si es que no son de hecho naturalizadas en la cotidianidad.
Del otro lado del espectro, las personas de clases empobrecidas manifiestan un miedo antiguo hacia las “personas blancas”. La sospecha hacia ellas está siempre presente. Se mira con recelo a las personas de “la ciudad”, cuyos usos y costumbres les son extraños y sobre todo absurdos en muchas de sus manifestaciones. En estas gentes, vulnerabilizadas e inferiorizadas por su clase, por su forma de hablar y el color de la piel, el miedo se manifiesta en el silencio ante la palabra de los dueños de casa donde sirven y a sus instrucciones de cómo hacer las cosas; en los ojos bajos y el andar quedo, en un aprender a “estar-ahí”, sin ser percibidos, para no molestar. Cada una de estas esferas de sociedad viven, en su ritmo particular, su propio temor y sospecha entre sí, construyendo, de esa manera, un juego multiforme.
Uno de los personajes principales es Fabiola. Ella es una mujer de clase alta, casada con un hombre de ascendencia galesa y que esconde su propio origen humilde en el apellido extranjero, en su constitución fenotípica y en su éxito empresarial. Fabiola nos muestra una persona con dos vidas: por un lado, la señora de casa, esposa de un rutilante hombre de negocios, que vive una existencia asegurada económica y socialmente. Desde una visión de ginocrítica, Fabiola se nos construye como la mujer perfecta, cuyo actuar mantiene el orden y el punto de equilibrio perfecto en el ambiente privado del hogar a la vez que apuntala la carrera y el prestigio del esposo exitoso, respondiendo a las apariencias y exigencias sociales de los de su clase. En la intimidad, el personaje femenino recrea las vulnerabilidades de género, en las violencias múltiples, incluida la sexual, que ejerce sobre ella un esposo brutal.
En uno de los ritos semanales que observan ciertas mujeres, en el salón de belleza e peluquero de Fabiola atina a leerle la planta del pie y a mencionarle vagamente, -como suele suceder en estos casos entre la frialdad y el entretenimiento- a alguien del pasado de esta mujer, alguien de su más tierna juventud, que la quiso mucho. En el ambiente de soledad y vacío que experimenta Fabiola, ella cree identificar de quién se trata esa persona que la quiso mucho en su antiguo novio de colegio. Así, se lanza en una aventura sin red, para tratar de entrar en contacto con aquel viejo amor de niños, luego de más de treinta años de haberse separado.
La obra nos lleva a andar por caminos insospechados de México, Guatemala, Nicaragua y Costa Rica mostrándonos en un ejercicio tiempo espacio en diferentes progresiones. En unas, la novela avanza en su totalidad, en otras, cada personaje va, a la luz de la trama central, construyendo sus propias historias. Las vivencias de los personajes hacen al lector viajar de los años ochentas -en medio de las brutales represiones genocidas de que fue objeto el pueblo indígena guatemalteco- a períodos más cercanos, cuando el desencanto de las utopías y luchas de liberación no resueltas, forman un pliegue más en la historia y en las subjetividades.
Es así como la voz narrativa mueve al público en la intriga de las búsquedas: la de aquel amor de juventud que la lectura sibilina trajo de nuevo al presente de Fabiola; a la exploración interna de esta mujer para encontrarse a sí misma; a las búsquedas políticas de las juventudes militantes, a las de las clases altas por mantener a raya cualquier asomo de rebeldía que pueda poner en jaque su status quo y a la de las personas subalternizadas por llegar a ese “mundo bonito” de las personas importantes.
La novela presenta y construye con maestría la mirada hacia las identidades y los roles de género a partir de la opresión en una sociedad profundamente patriarcal y conservadora.
Tanto la acción principal como la acción secundaria de la obra se entretejen de tal manera que ambas se convierten en los hilos de articulación en la trama; no obstante, los temas derivados nos posan frente a una progresión múltiple de la historia.
La novela está compuesta por 26 capítulos, a lo largo de los cuales, conoceremos que la sospecha y el temor -o como los imaginamos- no siempre son externos, ni se dirigen a los “otros” marginalizados por exclusión y el racismo, sino que están más cerca de lo que creemos. Y como en la novela Una mínima fracción del viento, esos otros a quienes buscamos mantener afuera, -porque son pobres, son sucios e ignorantes- no necesitan saltar la barda electrificada que separa la plácida vida que se desarrolla en la bonita habitación burguesa, civilizada y segura, para quebrar nuestros mundos. Por el contrario, pueden -y casi siempre es así- estar y formar parte de nuestra propia intimidad, vivir en nuestra misma burbuja hogareña y ser parte de nuestra más cotidiana realidad.
Marybel Soto-Ramírez
Guadalajara, 2016
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