TDNA

Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Enero-Junio, 2022). Vol 38(71)
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.38-71.3
Open Acces: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/tdna
e-Mail: temas@una.ac.cr
Licencia: CC BY NC SA 4.0

REFLEXIÓN POLÍTICA


Escenario incierto en Nuestra América: entre las nuevas derechas y los proyectos populares1

Uncertain scenarios in Our America: Between the New Right and the Popular Projects

Cenário incerto na Nossa América: entre a nova direita e os projectos populares

Héctor Altamirano

Universidad de la República, Uruguay


Resumen

El trabajo presenta una reflexión que intenta problematizar las disputas que se están desarrollando en el continente nuestroamericano a partir de la irrupción de varios gobiernos de derecha (Brasil, Ecuador, Uruguay) y otros que endurecieron su accionar frente a la demanda de diversos grupos populares (Chile, Colombia). Dichos gobiernos se vieron robustecidos luego de la elección de Donald Trump en Estados Unidos (esta fue marcada por la crisis del sistema capitalista del 2008).

Esta doble situación llevó a estallidos sociales populares que buscan hacer retroceder las posiciones de derecha y al mismo tiempo están buscando convertirse en proyectos políticos que coloquen al ser humano en el centro, dejando de lado a la mercancía, las ganancias y al mercado por no considerarlas entidades sagradas.

Palabras claves: nuevas derechas, proyecto del capital, proyectos populares, América Latina

Abstract

This paper is a critical reflection that attempts to problematize the disputes being developed in t Latin America since the emergence of several right-wing governments (Brazil, Ecuador, Uruguay) and others that have hardened their actions in response to the demands of various popular groups (Chile, Colombia). These governments got stronger after Trump election (which was marked by the Capitalism crisis in 2008). This situation provoked social manifestations which intend to stop the conservative politics and which promotes politics that has its focus on the people as the center of any project. Popular projects have not got the focus on the market, the goods or the earnings as they are not the center of its core of ideas.

Keywords: New Right, Capital Project, Popular Project, Latin America

Resumo

Este documento é uma reflexão que tenta problematizar as disputas que se desenvolvem no continente da América Latina desde o surgimento de vários governos de direita (Brasil, Equador, Uruguai) e outros que endureceram as suas acções em resposta às exigências de vários grupos populares (Chile, Colômbia). Estes governos foram reforçados após a eleição de Donald Trump nos Estados Unidos (que foi marcada pela crise do sistema capitalista em 2008). Esta dupla situação levou a explosões sociais populares que procuram afastar posições de direita e ao mesmo tempo procuram tornar-se projectos políticos que colocam o ser humano no centro, deixando de lado a mercadoria, o lucro e o mercado porque não são considerados entidades sagradas.

Palavras-chave: Nova Direita, Projecto Capital, Projecto Popular, América Latina

La región y el pensamiento crítico

El enfoque de este trabajo se propone continuar las reflexiones realizadas desde el pensamiento crítico latinoamericano (PCL). Para esto, entendemos que:

…para ser efectivamente crítico (…) no puede encapsularse en un plano existencial, sino que debe constituirse como un sentir-discernir o inteligir e imaginar sistémico (…) para el pensamiento crítico lo racional no se predica exclusivamente de una práctica intelectual sino que se dice de un proceso conflictivo de autoproducción de identidad (personal/social). Este proceso conflictivo contiene sentires, discernimientos intelectuales, producciones imaginarias (…). Sentir, porque sin irritación al menos ante lo que se debe experimentar socialmente (empleo, familia, acceso a servicios, trato cotidiano, expectativas, precariedad, provisoriedad, etc.) no es posible discernir ni inteligir popularmente, cuestión que supone rechazos integradores de un sí mismo social; discernir porque desde el sentir resulta necesario diferenciar las situaciones empíricas de las lógicas sistémicas que producen esas situaciones y también planificar procesos que parecerían conducir a un cambio de situaciones y estructuras sociales e imaginar porque es con referencia a los horizontes utópicos o producción de esperanzas que adquieren sentido propositivo y convocador los sentimientos y emociones populares y sus diversas formas de expresión (Gallardo, 2011: 81).

Desde esta perspectiva de pensamiento se han estudiado y reflexionado los procesos de nuestra región de las últimas décadas: postdictadura (Rico, 2005; Acosta, 2008), las transiciones (Lesgart, 2003) y sus problemas, también los años 90 (Svampa, 2008) y en menor medida el ciclo progresista (Moddonesi, 2017)2.

Hoy la región (y el mundo) se enfrenta a un desafío que no nos parece nada menor: los avances de grupos y gobiernos que no tienen inconvenientes en usar la violencia para resguardar o ampliar sus privilegios. Enzo Traverso (2018), y sobre todo Pablo Stefanoni (2021), muestran cómo las derechas (son varias y con contradicciones internas, pero como en Uruguay a veces logran aliarse por un objetivo común: obtener el gobierno), ganan el sentido común en las sociedades actuales, cómo se reúnen y la importancia que le brindan a los “laboratorios” de investigación de lo “social” que después se transforman en ideas y propuestas (aquí juegan un papel fundamental las redes sociales), como podemos ver que:

(…) los foros de internet (…) fueron progresivamente capturados por una extrema derecha “incorrecta” cuyas fronteras entre lo irónico y lo literal a menudo puede borrarse por completo (…) como apunta Nagle, la cultura del anonimato fomentó la constitución de un entorno propicio para socializar los pensamientos más oscuros y las formas y las formas violentas de ciberacoso (Stefanoni, 2021: 78-79).

Esto es justamente lo que muchas veces los gobiernos con apoyo popular y el campo popular propiamente dicho, no logran comprender y a veces cree que otras opciones son más convenientes para sus objetivos políticos, dejando este espacio a las derechas, las cuales vienen fortaleciendo su mirada y valores:

Las nuevas derechas buscan (…) organizar el sentido común en torno a su visión del mundo (…) utiliza un lenguaje populista, se ha transformado sustituyendo la temática racial por la batalla cultural y ha adoptado unos rasgos provocadores y antisistema gracias a la capacidad de modular la propaganda a través de las nuevas tecnologías (Forti, 2020 en Stefanoni, 2021: 40).

Debemos aclarar que las discusiones en torno a la democracia trascienden lo meramente o estrictamente académico, pues es un tema que se disputa entre un sin número de actores que intentan hegemonizar el campo con su punto de vista. Presenciamos que periodistas, actores políticos, movimientos empresariales, (entre otros) luchan por establecer el sentido verdadero de lo que es la democracia para cada uno de ellos. Entonces podemos decir que es un campo en disputa entre muchos actores.

Estos conceptos se pugnan desde diversos intereses. La noción de democracia no es ajena a dicha disputa. El combatir la noción de democracia plantea la lucha entre varias concepciones y maneras de sentir-entender el mundo. Esto está vinculado con las producciones simbólicas y con las de sentido, que es en definitiva lo que nos permite entender los hechos empíricos, pues estos no tienen sentido en sí mismos.

Recordemos que “el poder simbólico es un poder de construcción de la realidad que tiende a establecer un orden gnoseológico: el sentido inmediato del mundo (y, en particular del mundo social)” (Bourdieu, 2009: 67). Al disputar la noción de democracia, se disputa el sentido del mundo, la configuración de dicho mundo.

Lo hasta aquí mencionado no es un tema menor si compartimos lo expresado por el mismo autor antes citado: “los símbolos (…) en cuanto instrumentos de conocimiento y comunicación hacen posible el consenso sobre el sentido del mundo social que contribuye a la reproducción del orden social” (Bourdieu, 2009: 67-68).

En este sentido queremos precisar que en este trabajo entenderemos que un gobierno democrático o la democracia no es solamente aquel que es escogido en elecciones libres cada cierto tiempo, sino aquel que busca asegurar la reproducción de la vida a todos los habitantes de su territorio. La superación de las posturas procedimentalistas en este siglo XXI parece urgente. En otra ocasión denominamos a esta posición como las correspondientes a las democracias hegemónicas en su versión politicista (Altamirano, 2017). Esta posición fue impulsada en un principio por Robert Dahl; según sus afirmaciones la democracia se basa en las acciones del gobierno, en las instituciones del Estado y en el nivel general en los derechos liberales, consagrados en el siglo XVII con la revolución burguesa en Inglaterra.

Como podemos percibir es una postura restrictiva de entender las democracias, una que consagra los privilegios de los sectores dominantes, que se asientan en la propiedad privada y en los contratos como centro de la sociedad. Estos dos elementos es lo que permite la búsqueda incesante del lucro de estos sectores sociales. Por este motivo creemos que esta posición se debe superar en este siglo XXI.

Superar la democracia hegemónica

En el contexto actual plantear que se asegure la vida digna a todo ser humano y se cambie la lógica exclusivamente procedimentalista parece una utopía. ¿Por qué? Porque los procesos políticos sociales que se están viviendo en prácticamente, toda la región y el mundo ha llevado a un avance conservador que ha ido minando las democracias de los distintos países de nuestro continente.

Un aspecto a considerar que no se puede eludir (y que tendrá consecuencias a largo plazo en toda la región) es la pandemia de Covid 19; porque ha reforzado el avance conservador (a través del control de poblaciones) y especialmente, aumentó la desigualdad y la concentración de la riqueza en unas pocas familias o empresas3. Y este proceso es lo que creemos que más afecta los retrocesos de la democracia, pues las mayorías, millones de persona en la región han quedado en una posición más vulnerable, aún respecto a la que tenían antes de esta pandemia.

Entonces nos preguntamos: ¿cómo se puede desarrollar una democracia cuando millones de seres humanos no pueden participar en los procesos políticos porque están irritados por procurarse el alimento diario?, ¿puede un país llamarse democrático en pleno siglo XXI, con millones de personas viviendo en la miseria, sin siquiera saber si al otro día podrá alimentarse?, ¿puede llamarse democrática a una sociedad que tiene a millones de personas viviendo bajo cartones en la calle?

La siguiente cita mantiene vigencia empezando la segunda década del siglo XXI, porque el telón de fondo o lo sustancial no ha cambiado, es decir el sistema-mundo capitalista.

Estos vaivenes de democracia y dictadura siguen a la dinámica política del continente. Las dictaduras militares se instalan cuando movimientos populistas o de reforma social seria llegan a tener mayoría por los mecanismos electorales democráticos. Surge entonces una reacción contraria que golpea las puertas de los cuarteles y de la embajada de los Estados Unidos argumentando que la democracia está en peligro. Logrado el visto bueno y el apoyo de la embajada (lo que suele ser muy fácil dado el hecho de que el mismo capital extranjero está entre los más interesados en el golpe) se da el golpe y se destruye el movimiento social que había llegado al poder (Hinkelammert, 1990: 31-32).

Este análisis consideramos que nos permite entender lo que sucedió en Bolivia en 2019, cuando una alianza entre diferentes sectores conservadores llevó adelante un proceso que desembocó en una dictadura que intentó legitimarse en posiciones religiosas del catolicismo conservador. Antes de continuar vamos a detenernos a reflexionar de las posibles raíces de ese golpe.

El proceso boliviano previo al golpe de estado, con sus contradicciones, fue el que más rompió con la visión colonial-colonialista de lo que ocurre en nuestra región. Luego de intensas movilizaciones sociales (guerra del agua, del gas) los sectores populares lograron expulsar (con cientos de muertos en las calles) a gobiernos “democráticos” (colocamos las comillas porque creemos que justamente cumplían con la formalidad de ser electos - ¿en elecciones libres? - pero una vez elegidos no gobernaban para las mayorías, sino para pequeños grupos y para el capital transnacional).

Luego de estas movilizaciones y sus procesos, logran articular una propuesta política que lleva a un partido a ganar las elecciones y allí consiguen participar activamente, y tener influencia en el gobierno. Sin detenernos por cuestiones de espacio y de tiempo, queremos destacar que esto contribuyó a un cambio profundo, cuando comunidades indígenas se constituyeron en sujetos colectivos y desde allí, lograron alianzas con otros sectores de la sociedad4; e hicieron posible un proceso constituyente que llevó a una reforma constitucional.

Estos acontecimientos tienen diferentes lecturas de sujetos que participaron en esa instancia, pues algunos plantean que allí ya comenzaron a percibirse contradicciones entre los gobernantes-líderes y algunos colectivos que pretendían ir más a fondo con los cambios. Ese proceso fue histórico y marcó un cambio desde el punto de vista filosófico/político para toda la región y el mundo, por ejemplo, se declaró a un Estado plurinacional; se dio derechos a la naturaleza, y se conformaron sistemas de justicia nunca antes conocidas en una Constitución.

Como afirma Gallardo (2013: 94), esta constitución es inédita, tanto en la letra como en la experiencia sociocultural que recoge. ¿Acaso por eso se dio el golpe de estado del 2019, como forma de castigo a un proceso que había quebrado siglos de opresión?, ¿acaso este proceso había abierto posturas rupturistas con ideas y concepciones desde la llegada de los europeos a estas tierras?, ¿se dio el golpe porque no se tolera que las comunidades indígenas se hicieran cargo y sujetos de su historia?

Yamandú Acosta (2020), analiza esta constitución y también las que se elaboraron en Ecuador y Venezuela. Allí considera que “estos sujetos emergentes en América Latina que se constituyen por la mediación de las constituciones y de los Estados que ellas refundan, sobre la legitimidad que ellos le confieren por ser fuente originaria de su constitución y orientación de sentido” (2020: 111). En estas nuevas constituciones:

…ya no se trata de identidades de Estados nacionales que hacia su interioridad se constituyen excluyendo diversidades y mayorías, y que en su exterioridad se distinguen solamente de otros Estados nacionales del concierto internacional, sino que hacia su interioridad incorporan a título expreso diversidades y mayorías hasta entonces eventualmente excluidas (entre ellas la naturaleza) y hacia su exterioridad no solamente hacen “reserva de poder” frente a terceros Estados del concierto internacional, sino que marcan rupturas significativas con la identidad capitalista-moderno-occidental, apuntando a estimular un nuevo orden civilizatorio que pone en el centro a la diversidad excluyente de la humanidad y la naturaleza (Acosta, 2020: 114).

Como podemos percibir –siguiendo esta lectura– el golpe en Bolivia parece

querer volver atrás la historia y hacer olvidar lo sucedido en ese país. No nos parece casual que haya sido la única nación en el que se haya utilizado de forma desembozada y abierta la violencia estatal y en conexión con otros países como está siendo demostrado por estos días.

La necesidad de construir nuevos proyectos populares

En setiembre de 2019, en Ecuador, se desarrolló una movilización popular que llevó a que el gobierno abandonara una serie de cambios que tenía previsto implementar; luego en octubre de ese mismo año con la imponente movilización social en Chile (reprimida de manera feroz por un gobierno “democrático” que intentó, pero no pudo vencer los ansiados cambios), la región comenzó una multiplicación de movimientos y estallidos sociales que lejos de ser parte de organizaciones terroristas (se la acusa de ser financiada por el narcotráfico, por ejemplo) responden a la opresión de un sistema que se vuelve cada día más cruel con millones de personas.

Son estallidos de bronca (parte de las emociones populares diría Gallardo), que gritan que la situación que se vive es insostenible: vivimos en el continente más desigual del planeta, en donde los que concentran la riqueza se encierran en barrios privados, desechando cualquier tipo de vínculo con el resto de la sociedad.

Marsitella Svampa (2008), muestra como en trabajos que realizó en Argentina, los niños no sabían que el “personal de servicio” eran seres humanos: el otro es siempre de un estrato social inferior, no es un ser humano. Como respondió una habitante de uno de estos countries, su hija desconocía lo que pasaba fuera de su residencia y por eso hacía la siguiente clasificación de los seres humanos: hombre, mujer o mucama (Svampa, 2008: 221). La realidad de esta población se acota a su barrio y a los centros comerciales que concurren o a los lugares donde van a vacacionar5.

Esas desigualdades se evidencian en que millones de personas viven en la miseria, revolviendo y comiendo de la basura o en condiciones habitacionales pésimas (chapas, cartones, nylon), sin cuidados de salud o teniendo que sobrevivir con el microtráfico de drogas (siendo el eslabón que primero se rompe y termina ensanchando las cárceles y las redes de crimen organizado que justamente retroalimentan este sistema), entre otras faltas. Ni siquiera tienen para alimentarse y cuando una persona llega a tener dificultades para ello, hay otras necesidades que van quedando relegadas porque:

(…) la falta de alimentación produce o agudiza las enfermedades [esto lo podrá] confirmar todo el que esté familiarizado con la práctica de la medicina entre los pobres o con los pacientes de los hospitales (…). Sin embargo, desde el punto de vista sanitario, hay que tener en cuenta aquí otra circunstancia mucho más decisiva. Debe recordarse que la privación de alimentos sólo se tolera con gran renuncia y que, por regla general a la gran penuria de la dieta sólo se presenta cuando la preceden otras privaciones (…) la vivienda habrá sido despojada de toda comodidad material. El vestido y la calefacción habrán sido más exiguos aún que la comida (…) y hasta la misma limpieza resultará costosa o difícil. Estos son los peligros sanitarios a los que inevitablemente se haya expuesta la pobreza, cuando ésta incluye alimentación insuficiente. Esto se convierte en un rodeo más o menos largo hacia el pauperismo (Informe general de la salud Dr. Simon en Marx, El capital, Libro I, Tomo III).

Toda esta situación que es de largo aliento o estructural para nuestra región, se vio fortalecida o tuvo un giro más profundo con la asunción de Donald Trump en Estados Unidos en 20166, y de Jair Bolsonaro en Brasil en 2017. Con estos ascensos los grupos de derecha se fortalecieron, aparecieron partidos que se declaran abiertamente conservadores y especialmente, el nivel de confrontación y violencia hacia las organizaciones populares recrudeció. Este avance se debe a que el proyecto del capital está en crisis y como plantea Elías:La crisis de la economía mundial se traslada aceleradamente de los países centrales a los periféricos. Se revaloriza el valor del dólar y se deprecian las monedas de los países del sur; caen sustancialmente los precios de los productos primarios exportables y comienza un proceso de debilitamiento económico de los países y un empobrecimiento creciente de las clases subordinadas. Todo lo cual ha generado la agudización de la lucha de clases y los procesos de disputa por el poder (político, económico y social); en algunos países hay niveles altos de confrontación e inestabilidad y el predominio electoral del progresismo muestra fisuras importantes (…) [Es en este] marco que se da la ofensiva del capital por instaurar un modelo de acumulación que le permita aumentar la tasa de ganancia (Elías, 2016: 70).

Esta crisis del sistema comenzó en 2008 “fue de naturaleza global y no sólo una 'gran recesión' norteamericana, golpeando inicialmente a las economías industrializadas. Los países emergentes que pensaron permanecerían mayormente inmunes a sus efectos, más tarde perderían esta ilusión” (Chesnais, 2016: 154). Y el mismo autor plantea que el capitalismo está alcanzando sus límites absolutos: estamos comenzando a vivir como humanidad el fin de la vida tal cual la conocemos, pues la explotación de la fuente de riqueza (la naturaleza7) comienza a acabarse.

Todas estas razones deberíamos tenerlas en cuenta para intentar comprender o acercarnos a una posible explicación de las múltiples disputas que se están desarrollando en nuestro continente, con una carga de violencia que va creciendo, pero como demostraremos a continuación tampoco es novedoso.

Sin embargo, en algunas zonas de la región la violencia política hacia el campo popular no es novedosa, sino todo lo contrario: es recurrente. En Venezuela, la violencia hacia el gobierno bolivariano y sus aliados, fue una constante desde que asumió como presidente Hugo Chávez. Basta hacer un repaso por los medios de prensa de la época para ver la capacidad de esas operaciones.

Deberíamos tener presente que Venezuela8 y Colombia mantienen una frontera que en la realidad es perforada, por ejemplo: por los paramilitares que a su vez integran o son parte del narcotráfico. Como plantea Calello:

La actividad, actualmente clandestina, de los “águilas negras”, fuerza paramilitares colombianas, calculadas hoy entre 30 y 40 mil efectivos, surgidas desde el propio ejército y del poder político y económico como apoyo al ejército en su lucha contra las muy golpeadas FARC, se ha extendido a Venezuela, y no sólo en las áreas limítrofes de Barinas, el Táchira, sino en los grandes núcleos urbanos, al extremo que las autoridades estiman que es alta su incidencia en el mantenimiento y el incremento de la criminalidad urbana.

La condición de “lo paramilitar” adquiere hoy una dimensión realmente singular en América Latina y podríamos afirmar que el paradigma colombiano tiene resonancias diversas en magnitud y potencia siempre siniestras en casi todos los países latinoamericanos. [Todo esto lleva a una] profundización de la perversión del sistema carcelario, sobre todo en la progresiva utilización de la criminalidad por parte de la sociedad política (Calello, 2010: 58).

Con la anterior cita, no nos podría sorprender que Colombia registre índices de asesinatos a líderes sociales escandalosos, los cuales como se explicita en la cita tendrían vínculos entre fuerzas de seguridad oficiales, paraestatales y narcotráfico (el expresidente Álvaro Uribe Vélez es denunciado por ser parte de estas alianzas en diversos medios de prensa).

A partir del mes de mayo de 2021 en Colombia se están debatiendo con las mismas fuerzas que atravesaron Chile dos años atrás. Las poblaciones olvidadas y explotadas parecen no toleran más que la oligarquía continúe acumulando capitales, mientras que las mayorías apenas logran sobrevivir. Allí todavía el escenario es incierto, pues no aparece una salida política clara.

La “guerra contra el crimen organizado” (que en la región toma la forma de guerra contra las drogas) dice Pilar Calveiro (2012), es una política que lleva al control de las sociedades, pero que lejos está de combatir el problema del narcotráfico y que a su vez es un círculo vicioso que retroalimenta y potencia lo que dice querer controlar: más cuerpos de seguridad-aumento de enfrentamientos-, y todo esto para acumular y acrecentar las riquezas de unos pocos, ese es en el fondo lo que sucede en todo este conflicto.

Citaremos en extenso un fragmento del trabajo de Calveiro por considerarlo fundamental para intentar entender lo que está ocurriendo en el continente:

(…) los empresarios que controlan grandes consorcios lavan el dinero proveniente del tráfico ilegal de personas, bienes y estupefacientes, así como de otras actividades delictivas como el secuestro. Blanquean el patrimonio de las redes criminales facilitando su entrada en la economía legal a cambio de importantes ganancias (…). La lógica predominante es hacer dinero de manera irrestricta e ilimitada; sumarse a la loca acumulación de fortunas (…) para alcanzarlo, vale todo.

Por fin, las redes estadounidenses de protección y autorización son decisivas. La relación de las agencias norteamericanas –en especial la CIA– con el narcotráfico también es antigua. Se sabe que de este vínculo provino por lo menos parte del financiamiento de la contra nicaragüense. Distintas investigaciones, entre ellas algunas del propio senado de los Estados Unidos, señalan que capos de diferentes países tuvieron autorización para introducir droga en su país –generalmente a través de México y con el beneplácito de su gobierno– a cambio de aportaciones monetaria para la contra (…). En la actualidad, las organizaciones de tráfico de drogas mexicanas son las principales proveedoras de sustancias ilícitas en los Estado Unidos (…). ¿Cabe pensar que el gobierno norteamericano no posee información o la fuerza necesaria para destruirla? ¿Cabe pensar que esas enormes redes de distribución final no ocupan personal, relaciones y protecciones nacionales? Claro que no. La entrada masiva de droga y la impresionante salida de dinero y armas de Estados Unidos sólo son posibles con la complicidad de las autoridades de ambos lados de la frontera. Lo mismo puede decirse del hecho de que grandes capos vendedores operan y residan en los Estados Unidos (Calveiro, 2012: 214-216).

Paraguay es un país olvidado para los uruguayos (¿nos pesará como sociedad el haber sido parte de la cruel invasión que destruyó a ese país en el siglo XIX?9). Allí, las situaciones de violencia son feroces también. Son denunciadas de manera sistemática la falta de derechos que tienen los trabajadores, los cuales son explotados como si las leyes laborales no hubiesen existido nunca. No olvidemos que en este país fue que se llevó adelante en 2012, un golpe de estado contra el presidente electo de manera democrática.

Y siempre detrás de esto acontecimientos de violencia están presentes los sectores de derecha más conservadora o lo que no lo son tanto, pero que bajo el dogma de la religión de mercado10 quieren obtener más riqueza a cualquier precio.

Con las movilizaciones surgidas en Chile en el 2019, y con las elecciones del pasado 16 de mayo de 2021, está comenzando a perfilarse una nueva realidad para ese país, tan golpeado por la represión desde la dictadura pinochetista hasta la actualidad. Miles fueron los reprimidos, cientos los asesinados por un gobierno que tenía como eje de actuación el resguardo de los intereses de los sectores dominantes y en definitiva de la acumulación de riquezas en unos pocos.

Ahora bien, en la región nuestroamericana, no hay nada definido de antemano y no existen leyes sociales que marquen cambios prefigurados con antelación, estos se darán si los sectores populares logran aunarse y construir un movimiento que impulse un proyecto popular cada vez más fuerte, para que nazca un mundo sustancialmente distinto al que conocemos, pues lo que estará en el centro será el ser humano y no la mercancía.

Los cambios sociales y lo que nos imaginamos que vendrá debería ser pensado desde hoy, no es posible la construcción de nuevas sociedades, si siempre se piensa en el corto plazo de las urgencias, y para ello, es necesario revisar el pasado de los procesos anteriores que ya hemos vivido como sociedades, pero que desconocemos, porque quedan en el olvido y atrás de las dinámicas impuestas por el sistema de las cuales no logramos salir.

El desafío de fondo es sopesar la densidad de los cambios que se necesitan y que imaginamos, para que estos sean duraderos y se asienten en nuestras sociedades.Como afirma el pensador argentino-mexicano:

“Construir [un nuevo] mundo es la tarea. Todo lo demás es pérdida de tiempo, justamente cuando ya no queda tiempo para nada (…). La invitación es a atrevernos a cuestionarlo todo. El mundo otro no surgirá como un milagro. Hay que hacerlo, construirlo. Podremos lograrlo construyendo una sociedad, un mundo, trans-capitalista, más allá de este sistema y quitándonos sus reglas de encima” (Cerutti, 2015: 180).

Referencias

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1 Quiero dejar constancia que la primera parte de este texto se discutió con la Lic. Blanca Ponte.

2 Esta lista de trabajos no es representativa de todo lo que se ha estudiado, pero queríamos dejar constancia de algunas de las obras que existen.

3 Para profundizar se puede consultar: Informe OXFAM ¿Quién paga la cuenta? Gravar la riqueza para enfrentar la crisis de la Covid 19 en América Latina y el Caribe, 27 de julio 2020.

4 Gallardo aclara que esta situación es excepcional, pues: “No existe (…) un pueblo indígena como un sujeto colectivo, aunque sí existen comunidades indígenas. Con mayor razón no existe un sujeto colectivo indígena popular. Sectores de pueblos indígenas pueden autoconstituirse como sujetos colectivos y desde esta situación convocar a otros indígenas y no indígenas, en sus luchas” (2011: 90). Esto puede permitir entender el por qué de los vaivenes en los procesos políticos bolivianos.

5 En Uruguay este “fenómeno aparece de forma paulatina en los años noventa en departamentos contiguos a Montevideo (…) y se ha ido sosteniendo y expandiendo desde aquellos años hasta la actualidad (…). En la actualidad, podemos identificar decenas de barrios privados y 'semi' privados ubicados en nueve departamentos de los diecinueve del Uruguay, que muestran cómo el país acompaña esa tendencia global de auto segregación” (Pérez, Ravela, 2021: 104).

6 Empresario multimillonario que se enriqueció con el sistema actual, tuvo el apoyo de los sectores más conservadores estadounidenses: Asociación del Rifle, iglesias conservadoras, asociaciones racistas como el Ku Klux Klan, entre otros.

7 Recordemos que así se la percibe desde la visión dominante, desde la modernidad eurocéntrica, que engendró el liberalismo económico.

8 El terrorismo de estado y, por tanto, la violencia no es novedosa en Venezuela, en 1982, bajo el bipartidismo democrático se dieron masacres en distintos lugares, una de ellas fue en Cantaura: se trata de un fusilamiento de un grupo guerrillero y pobladores desprevenidos y en ese momento desarmados por parte del ejército venezolano (…). [Pero] hubo muchos más [masacres], la mayoría borrados de la memoria colectiva por la historia oficial. Fueron eliminados “guerrilleros” que en ese tiempo ya no combatían, solo eran pequeños grupos espectrales de regreso de la abortada ilusión de luchar por el poder, campesinos solidarios que los acogían, humildes pescadores que buscaban el sustento en aguas linderas al peligroso límite con el territorio colombiano (…) espacio liberado a los más variados negocios del narcotráfico, tráfico de armas, secuestros (Calello, 2010: 54).

9 Guerra del Paraguay

10 El autor Franz Hinkelammert (2017), relaciona al capitalismo (en su fase actual neoliberal) con los discursos religiosos conservadores. Especialmente, toma algunas obras que vinculan al capitalismo con el relato del apocalipsis y cómo estos discursos no serían contradictorios, sino que estarían formando un discurso coherente.

Al realizar el análisis de la obra del predicador Hall Lindsey (1988), sostiene que con esta posición se propende a construir un mundo contemporáneo que vincula al proyecto del capital con una versión apocalíptica del cristianismo; de esta manera existe un ensamble entre dos religiones. La filiación de este cristianismo con el capitalismo no es exclusiva de esta religión; cualquier otra (pentecostales, neopentecostales, mormones, evangelistas, umbanda, neochamanismo, etc.) podría quedar subsumida por la religión de mercado, la cual funciona como dominante ante las demás creencias, porque esta se introducido como tantas otras a sangre y fuego muchas veces.

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