TDNA

Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Julio-Diciembre, 2024). Vol 40(76)
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.40-76.5
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Reflexión política

portada

Apuntes para una historia intelectual de la Fundación Friedrich Ebert
en América Latina (1964-1989)

Notes for an Intellectual History of the Friedrich-Ebert-Stiftung in Latin America (1964-1989)

Notas para uma história intelectual da Friedrich-Ebert-Stiftung na América Latina (1964-1989)

Martina Garategaray

Doctora en Ciencias Sociales

Universidad de Buenos Aires

Argentina

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6597-4330

Recibido: 30/04/2024. - Aceptado: 01/06/2024

Resumen



La promoción de la democracia fue, desde sus orígenes, una de las banderas de la Fundación Friedrich Ebert (FES), vinculada ideológicamente al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) y que desembarcó en América Latina en los años sesenta. Esta transnacionalización es la que nos interesa explorar desde la historia intelectual (Altamirano, 2005, Palti, 2004-2005), rompiendo con una idea unidireccional de las transferencias y las circulaciones, para comprender el intercambio y las conexiones entre regiones, ideas y personas. El artículo primero, se centra en explicar la particularidad de las Fundaciones Políticas alemanas y el funcionamiento de la FES en América Latina y, después, pasa a explorar tres proyectos intelectuales de la Fundación como fueron los Institutos Latinoamericanos de Investigación en Ciencias Sociales (ILDIS), el Centro de Estudios Democráticos de América latina (CEDAL) y la Revista Nueva Sociedad (NUSO). Partiendo de la premisa que las ideas son importantes en tanto vehiculizaron sentidos y representaciones en la región, este trabajo busca mapear la poco conocida, pero fuerte presencia que tuvo la FES en América Latina en los años de la Guerra Fría. Y cómo esta se convirtió en una importante plataforma capaz de conectar personas, ideas y regiones. En este armado la FES, y esa es nuestra apuesta, puede ser pensada como una red intelectual que, al paso que participaba e impulsaba debates sobre el desarrollo, la dependencia, el antiimperialismo, la revolución y la democracia, fue construyendo un espacio para la socialdemocracia autóctona.

Palabras claves: América Latina; Fundación Friedrich Ebert; Guerra Fría; historia intelectual; historia transnacional; Socialdemocracia

Abstract



The promotion of democracy was from its origins one of the banners of the Friedrich Ebert Foundation (FES), ideologically linked to the German Social Democratic Party (SPD) and which disembarked in Latin America in the 1960s. It is this transnationalization that we are interested in exploring from the perspective of intellectual history (Altamirano, 2005, Palti, 2004-2005), breaking with a unidirectional idea of transfers and circulations, in order to understand the exchange and connections between regions, ideas and people. The article first focuses on explaining the particularity of the German Political Foundations and the functioning of the FES in Latin America and then goes on to explore three intellectual projects of the Foundation, such as the Latin American Institutes for Social Science Research (ILDIS), the Center for Democratic Studies of Latin America (CEDAL) and the New Society Journal (NUSO). Based on the premise that ideas are important insofar as they conveyed meanings and representations in the region, this paper seeks to map the little known but strong presence of the FES in Latin America during the Cold War years. And how it became an important platform capable of connecting people, ideas and regions. In this framework, the FES, and this is our bet, can be thought of as an intellectual network that, while participating in and promoting debates on development, dependence, anti-imperialism, revolution and democracy, was building a space for indigenous social democracy.

Keywords: Cold War; Friedrich Ebert Foundation; Intellectual History; Latin America; Social democracy;, Transnational History

Resumo



A promoção da democracia foi, desde a sua origem, uma das bandeiras da Fundação Friedrich Ebert (FES), ideologicamente ligada ao Partido Social Democrata Alemão (SPD) e que desembarcou na América Latina nos anos 1960. É esta transnacionalização que nos interessa explorar na perspetiva da história intelectual (Altamirano, 2005, Palti, 2004-2005), rompendo com uma ideia unidirecional de transferências e circulações, para compreender as trocas e ligações entre regiões, ideias e pessoas. O artigo começa por explicar a particularidade das Fundações Políticas Alemãs e o funcionamento da FES na América Latina, passando depois a explorar três projectos intelectuais da Fundação, como os Institutos Latino-Americanos de Investigação em Ciências Sociais (ILDIS), o Centro de Estudos Democráticos da América Latina (CEDAL) e a Revista Nova Sociedade (NUSO). Partindo da premissa de que as ideias são importantes na medida em que veiculam significados e representações na região, este artigo busca mapear a pouco conhecida, mas forte presença da FES na América Latina durante os anos da Guerra Fria. E como ela se tornou uma importante plataforma capaz de conectar pessoas, idéias e regiões. Nesse quadro, a FES, e essa é a nossa aposta, pode ser pensada como uma rede intelectual que, ao mesmo tempo em que participava e promovia debates sobre desenvolvimento, dependência, anti-imperialismo, revolução e democracia, construía um espaço para a social-democracia indígena.

Palavras-chave: América Latina; Fundação Friedrich Ebert;Guerra Fría; História Intelectual; História Transnacional; Social-democracia

Introducción

La promoción de la democracia fue, desde sus orígenes, bandera de la Fundación Friedrich Ebert (FES), una de las fundaciones alemanas más importantes que se vincula ideológicamente al Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). En los años sesenta llevó esta consigna más allá de sus fronteras nacionales, hasta América Latina. En este trabajo me interesa armar un mapa de cómo fue ese desembarco intelectual: ¿Cuáles fueron las ideas que acompañó y puso en circulación la FES? ¿Cómo se dio la conexión entre América Latina y Alemania? ¿Cómo fue esa relación en el contexto particular de la denominada Guerra Fría?

Se ha reconocido la centralidad de las fundaciones políticas para la promoción de la democracia; sin embargo, el acento no estuvo puesto ni en el plano de las ideas ni en las conexiones (Mohr 2010, Pinto-Duschinsky, 1991). Es por ello, que el trabajo se inscribe en la historia intelectual (Altamirano 2005, Palti 2004-2005), en una clave transnacional que buscar romper con una idea unidireccional de las transferencias y las circulaciones, y colaborar a comprender el intercambio y las conexiones entre regiones, ideas y personas (Yves-Saunier 2021). Para esto se buscará documentar la presencia intelectual que tuvo la FES en América Latina, partiendo de la premisa que las ideas importan y que fueron significativas en vehiculizar interpretaciones sobre la región dentro y fuera de América Latina y más importantes aún, en la construcción de la democracia latinoamericana.

Los trabajos más completos sobre la labor de la FES han sido realizados por la propia Fundación, con las limitaciones que ello supone (Benzing 2010, Birle y Muñoz, 2020, Werz, 2014, Wille, 2009). Y, si bien, como toda Fundación la Ebert tiene una cara pública y otra privada, puesto que lo que interesa es la visibilidad de esa relación en América Latina, me voy a abocar a los documentos que se publicaron en y para la región, en español, entre 1964 y 1992.

En este período, América Latina experimentó transformaciones entre ellas: la Revolución cubana y su declaración, en 1962 como revolución socialista, el golpe en Brasil en 1964, la consolidación de fuerzas democráticas en América Central, la victoria de Allende y, su posterior derrocamiento en 1973, pasando por las dictaduras en todo el Cono Sur, las olas revolucionarias en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, hasta las redemocratizaciones y las fuertes crisis económicas por la deuda externa. Por su parte, Alemania atravesó otras experiencias que van, desde la construcción del muro de Berlín, la victoria de la coalición socialdemócrata en los años sesenta, el proceso de construcción de la Comunidad Europea, la victoria de la Democracia Cristiana (CDU) en los años ochenta, hasta la caída del muro y el inicio del proceso de unificación de las dos alemanias (la RDA y la RFA). En este contexto de transformaciones, me voy a centrar en algunos debates de ideas, centrados en la social democracia latinoamericana y sus posibilidades.

Si bien, me interesa contar una historia no narrada y desde una perspectiva novedosa, este trabajo se inscribe en un camino iniciado hace varios años, que se preocupa por dar cuenta de los tópicos sobre los que se estructura el “lenguaje de la democracia” en los años ochenta (Garategaray, 2023, Garategaray y Reano, 2021) y que busca ser un insumo para una investigación en curso sobre la socialdemocracia en América Latina (Garategaray, 2024). Es por ello que, en este contexto de cuestionamientos a la democracia en varias latitudes, volver sobre esos años y sobre los debates de ideas, nos permite echar luz sobre un momento particular de nuestra historia ya no tan reciente, y restituirle el lugar productivo a las ideas, como espacio constitutivo a la propia democracia.

Las fundaciones políticas alemanas

En los años cincuenta se instaló la idea de que una de las razones más importantes del fracaso de la República de Weimar fue la falta de convicción democrática por parte de los ciudadanos. Para revertir esto, el Parlamento alemán aprobó una ley de cooperación internacional que establecía que, todo partido político con representación parlamentaria tendría una fundación que promovería la democracia en el nivel mundial, dando nacimiento a las fundaciones políticas alemanas (Mohr, 2010).

En noviembre de 1961 se creó el Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo (Bundesministerium für wirtschaftliche Zusammenarbeit BMZ), especialmente para financiar la política de desarrollo de las fundaciones. Una vez que un partido haya sido elegido para el parlamento alemán, por un considerable período de tiempo, la fundación política a la que se asocia recibe subvenciones financieras basadas en el tamaño parlamentario del partido en los últimos cuatro períodos legislativos y utilizando una clave de distribución fija. Las fundaciones, comparten la ideología básica de los partidos a los que vinculan, se guían por sus valores, pero, son independientes, ya que los partidos no se inmiscuyen en cuestiones relativas a las actividades, objetivos o el personal (Birle, 2023). En 1986 esto fue clarificado vía la Corte Federal de Justicia, que aseguró que, las Fundaciones alinean sus actividades y agendas para acomodarse a su ideología política, pero no dependen de sus respectivos partidos. Esto hace que las fundaciones pueden planificar su trabajo a largo plazo, ya que los cambios de Gobierno no tienen influencia directa.

Es así, que las fundaciones tienen más libertad en relación con las embajadas alemanas en los respectivos países, ya que no tienen que atarse siempre a las reglas diplomáticas, pueden realizar eventos con grupos que pertenecen a nuevas elites o contra elites y pueden postular temas nuevos. No obstante, no pueden hacer lo que quieren. El apoyo financiero directo a partidos extranjeros está estrictamente prohibido. Las fundaciones trabajan solo con socios, con contrapartes, con quienes cooperan con base en proyectos. Situación que para la Ebert se tornó compleja en América Latina, por la dificultad de encontrar partidos socialdemócratas con una estructura similar a los europeos (Kerbusch, 2018).

Por último, pero no menos importante, el objetivo de dicha cooperación es apoyar a los tomadores de decisiones y fuerzas políticas locales que garanticen una cooperación política y económica exitosa con el Gobierno federal alemán (Wolff, 2020). En esta relación los afiliados a las fundaciones alemanas se benefician del acceso a la información y las redes, a través de los canales creados por las fundaciones.

Ahora bien, si este interés de las fundaciones en otras regiones respondía a intereses nacionales y a una política de Estado, no es, menos cierto, que se tramaba también a las exigencias de su aliado occidental: los Estados Unidos. Para frenar la influencia comunista en América Latina los Estados Unidos fundaron la “Alianza para el Progreso” -un programa de ayuda económica, política y social para América Latina, efectuado entre 1961 y 1970-, y le pidieron colaboración al Gobierno Federal de la RFA, que aprobó un programa de ayuda al desarrollo de los países del “tercer mundo”. Aunque el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores ya ponía a disposición fondos públicos para la ayuda al desarrollo desde 1956, frente a la demanda de los Estados Unidos esta ayuda se intensificó y supuso una renovación formativa del panorama político alemán con la creación del citado BMZ (Grugel, 1993).

La Guerra Fría y las crecientes divisiones ideológicas en la comunidad mundial fueron decisivas para que aumentara el interés por lo que sucedía en esta región. Para Alemania occidental era importante que los países latinoamericanos no tomaran como referencia a la Unión Soviética, pero, tampoco, esto suponía, como veremos más adelante, un alineamiento sin más con los Estados Unidos. Lo cierto es que, a través de sus fundaciones participó activamente impulsando proyectos de promoción de la democracia en el extranjero. Algo, sin dudas, singular, ya que una Fundación latinoamericana en Alemania hubiese sido algo imposible de imaginar o concretar.

La FES en América Latina

La Fundación Friedrich Ebert es la más grande y más antigua de las fundaciones políticas alemanas, fue creada en 1925 como legado político del primer jefe de Estado democráticamente electo en el Reich Alemán (República de Weimar), el Presidente Federal Friedrich Ebert, proscrita por el régimen nacionalsocialista en 1933 y restablecida en 1947. En 1956 inició tímidamente sus actividades internacionales, pero, a partir de 1962 amplió su capacidad de acción gracias al recién creado BMZ, que le permitió abrir oficinas permanentes en países en desarrollo, buscando la construcción, profundización y promoción de los sistemas democráticos, en clara sintonía con los ideales de la Socialdemocracia. Si las oficinas se abrieron en varios países del “tercer mundo”, en América Latina ciertas conexiones posibilitaron el interés mutuo entre Alemania y América Latina, y hacia la socialdemocracia. Es por ello, que la historia de la FES se vincula, también, a la de la socialdemocracia, el SPD, y la Internacional Socialista (Rother, 2022, Pedrosa, 2012, Vellinga, 1993).

Después del aislamiento causado por el nacionalsocialismo y la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno alemán buscó ganar nuevos amigos y América latina, por sus tradicionales vínculos, era un buen terreno para reiniciar estos contactos. Los latinoamericanos, en su gran mayoría, vieron con buenos ojos estas “intromisiones” y apoyaron el interés alemán, como parte de una apertura hacia un mundo multipolar y como un modo de encontrar apoyos en el contexto latinoamericano dictatorial. El movimiento estudiantil alemán de los años sesenta, crítico a la guerra de Vietnam y a Estados Unidos descubrió, a través de la teoría de la dependencia, a América Latina y su literatura, generando apoyo y solidaridad hacia la región. A ello se sumó la visibilización del problema de los derechos humanos que hicieron los exiliados latinoamericanos, suscitando apoyo, sobre todo, a la causa chilena (Evers, 1993).

Quizás valga la pena tener en cuenta que el socialismo alemán también se renovó dando señales de mayor apertura. El impacto dramático del nazismo y el comunismo produjo en la sociedad alemana un cambio en las actitudes y valores hacia la tolerancia, la moderación y el pragmatismo y ello llevó a que el SPD, en el Programa de Bad Godesberg de 1959, ratificara al partido como una comunidad de hombres que sostienen diferentes ideas y creencias y cuyo acuerdo se basa en los principios morales y las metas políticas que tienen en común. Se abandonaba así, explícitamente, el marxismo en pos del pluralismo y la democracia política. Esta renovación se tradujo en que, en 1966 el SPD, después de que los liberales (FDP) rompieran con la Unión Demócrata Cristiana (CDU), ingresó en el Gobierno formando, junto a la CDU, la primera gran coalición bajo el canciller Kurt Georg Kiesinger. Y que en 1969, formara gobierno con el FDP siendo elegido canciller Willy Brandt, hasta el año 1973 que renunció, después del escándalo de espionaje, y fue reemplazado por Helmut Schmidt, hasta 1982.

En los setenta se fortalecieron los lazos de los partidos socialdemócratas de Europa con sus contrapartes en América Latina -en el Congreso de Manheim de 1975, el SPD enfatizó su apertura internacional- y la Internacional Socialista, liderada por el alemán Willy Brandt, a partir de 1976, comenzó a gravitar con fuerza en el continente, sumando partidos a la Internacional. Si bien, la socialdemocracia hizo una primera incursión en los años cincuenta, con el Secretariado de la Internacional Socialista en Montevideo, fue, a partir de la Conferencia de Dirigentes Políticos de Europa y América Latina, en pro de la solidaridad Democrática Internacional, que se celebró en Caracas en 1976, la cual adquirió una mayor centralidad y desembarcó políticamente en la región (Grabendorff, 2002).

La acción de la FES estuvo en estrecha comunión con los objetivos de la Internacional Socialista y aunque la Internacional perdió peso en la región, a partir de 1983, las FES mostraron vitalidad (Pedrosa 2012). Colaboró a esta expansión la victoria del PSOE en España en 1982 y el rol que jugó la FES apoyando la corriente de Felipe González (Muñoz 2007), como, también, el hecho que, en 1983 la CDU volvió al gobierno de la RFA, bajo el liderazgo de Kohln y comenzaron los 16 años de la socialdemocracia en la oposición. Según el exdirector del Departamento Internacional de la FES, Ernst Kerbusch, una fundación cuyo partido está en la oposición tiene más posibilidades ya que cuando el partido es del Gobierno se maneja más con las embajadas (Kerbusch, 2022).

Los proyectos de la FES en América Latina comenzaron antes, en Chile, en 1964, como asesoría a los sindicatos y las cooperativas, y en Costa Rica, en 1965. No es casual que fuesen estas sus primeras oficinas en países identificados como dos bastiones vinculados a la democracia social, uno en América Central y el otro en el Cono Sur. En Chile ya se habían establecido buenos contactos con el entonces Presidente Frei Montalva del Partido Demócrata Cristiano. En Costa Rica, la colaboración fue posible porque los vínculos con el Partido de Liberación Nacional, entonces en el Gobierno, bajo la presidencia de Francisco José Orlich Bolmarcich, eran importantes. Para fines de los ochenta la mayoría de los países tenían una oficina de la Fundación.

Las FES locales, por su contacto con la realidad, se fueron ubicando más a la izquierda que la Central en Bonn y que las respectivas embajadas alemanas y fueron claves en los procesos democratizadores, apoyando a los emergentes partidos de izquierda, como el Frente Amplio en Uruguay o el Partido de los Trabajadores en Brasil, no siempre con el apoyo de la Central (Wachendorfer, 2022). Entrando la década del noventa, casi todos los países contaban con una oficina muy activa de la Ebert; sin embargo, América Latina ya no tenía esa centralidad ni suscitaba un gran apoyo en Alemania. Convergieron en el nuevo escenario la caída del muro en 1989 y la importancia que Alemania del este y los estados orientales adquirieron para el socialismo alemán, al paso que las ideas neoliberales se imponían de un modo hegemónico en el mundo político e intelectual latinoamericano.

En lo que sigue buscamos mapear ciertas ideas que aparecieron en los espacios de la FES y nos centraremos, puntualmente, en tres proyectos políticos, pero, también intelectuales de la Ebert en América Latina: los Institutos Latinoamericanos de Investigaciones en Ciencias Sociales (ILDIS), el Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL) y la revista Nueva Sociedad (NUSO). Espacios que representaron, a su manera, un desafío y una oportunidad para el ideal socialdemócrata en América Latina.

Los ILDIS: desarrollo, dependencia y democracia

En 1967 se fundó el primer Instituto Latinoamericano de Investigaciones en Ciencias Sociales en Santiago de Chile directamente, por parte de la central de la Fundación Friedrich Ebert de Bonn. Tenía por objetivo dedicarse a la observación y el análisis del desarrollo sociopolítico en Chile y en toda Latinoamérica, para que la FES pudiera planificar y desarrollar actividades en el ámbito sociopolítico, acordes a las necesidades de la región. La emergencia de nuevas fuerzas sociales y políticas populares condujeron a la imperiosa necesidad de tener un Instituto en esas latitudes, para comprender estos nuevos fenómenos y tornarlos, de algún modo, inteligibles para los alemanes (Wille, 2007).

Es así como, si bien, ILDIS es un Instituto Latinoamericano, es una filial del Instituto de Investigaciones de la FES alemana y, a su vez, pertenece a la Asociación de Institutos Alemanes de Investigación en Ciencias Económicas, a la Asociación de Institutos Alemanes de Investigación en Ciencias Sociales y a la Asociación Alemana de la Investigación Latinoamericana (ADLAF). Lo mencionado hacía de este la única oficina externa de un instituto de investigación sociopolítica alemán enfocado hacia América Latina, con la tarea de “preparar los documentos y bases científicas que orientarán las actividades latinoamericanas de esta Fundación” (Ildis, 1971, p.4).

El primer director del Instituto fue el profesor Wolfgang Hirsch-Weber quien, como director del departamento de América Latina de la Universidad Libre de Berlín, tenía experiencia y disponía de una amplia red de contactos políticos y académicos en la región. Si en sus primeros años el Instituto estaba integrado por un politólogo, un historiador, un economista y un sociólogo (se sumaron Hans-Jürgen Puhle, Jörg-Uwe Richter y Alf Ammon), al poco tiempo amplió notablemente la nómina de colaboradores académicos que también impartieron cursos como profesores invitados en la Universidad de Chile.

Entre el ILIDS y las instituciones académicas latinoamericanas se desarrollaron rápidamente estrechos vínculos; desde un principio surgieron relaciones con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), con la Universidad Católica y el Centro de Estudios Democráticos de América Latina (CEDAL), en Costa Rica, que también recibía el apoyo de la FES. En 1969 se integró como miembro al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) y colaboró también con organizaciones como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL) en la realización de actividades conjuntas. Esta colaboración con otras instituciones afines, organizaciones sociales e instituciones académicas, demostraba que, en el campo de las Ciencias Sociales, era imprescindible desarrollar un trabajo de coordinación y cooperación interinstitucional.

Ahora bien, el problema del desarrollo económico y social “históricamente negado a las mayorías latinoamericanas” (Gómez Izquierdo, 1972, p. 8) estaba en la base de las líneas de investigación del ILDIS Santiago. Y en ellas se apuntaba a encontrar una respuesta propia a ese problema. Es así, que varios de los primeros seminarios navegaron en “mostrar nuevas formas de la relación entre capital interno y externo, que fuesen capaces de satisfacer una equilibrada asociación con independencia nacional”. O en discernir cuál era el camino adecuado para que la empresa privada y el sector público aúnen sus esfuerzos y diseñen, conjuntamente, estrategias de desarrollo socioeconómico en sintonía con los cambios que se estaban experimentando en Chile (Ildis, 1971). En todos ellos, en una clara lectura que podríamos denominar cepaliana -no solo porque los trabajos de la CEPAL eran el insumo de muchos conversatorios, sino, porque se afirmaba que las desigualdades se montaban sobre estructuras de dependencia de las periferias con respecto a los centros y que era necesario un desarrollo adaptado a los casos nacionales- se enfatizaba que América Latina debía encontrar su modelo; uno que no era el resultado de una receta económica, sino política. En el Instituto se sostenía, entonces, que en tanto el desarrollo supone cambios estructurales en la sociedad, debía acompañarse de una política en estrecha relación con las ciencias sociales. Tras las disputas internas en la coalición de Gobierno, la crisis y el posterior golpe de Estado a Allende, el ILDIS tuvo que cerrar sus puertas y mudar sus oficinas a Quito (Ramírez Gallegos, 2014). Si bien, en esta etapa varios encuentros se abocaron, concretamente, al desarrollo ecuatoriano, otros seminarios continuaron discutiendo modelos económicos y “perspectivas de la democracia en América Latina” evidenciando la importancia del eje del desarrollo (Riffka, 1983).

En 1973 se fundó otro Instituto en Venezuela, donde la FES ya trabajaba en asesoría sindical a pedido del partido Acción Democrática. Klaus Lindenberg asumió la dirección, pero después, al pasar a ser la mano derecha de Willy Brandt en América Latina, fue sucedido por Winfried Schneider-Deters, quién se rodeó de un equipo de colegas alemanes con una sólida formación económica, que se expresó en la cooperación con el Sistema Económico Latinoamericano (SELA) y el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES) que lideraba Heinz Sonntag. En ambos espacios, la presencia de la teoría de la dependencia fue clave para pensar en los límites a los caminos propios del desarrollo.

Aunque entre los años setentas y fines de los ochentas los contextos y las latitudes de los ILDIS fueron distintos, podemos identificar como preguntas y preocupaciones comunes y persistentes la cuestión del desarrollo económico, en un contexto de dependencia, pero, también, del desarrollo político, en una región azotada por los autoritarismos y la violencia. En todos estos espacios las reflexiones y participaciones de alemanes y latinoamericanos -que reconocían la centralidad de la teoría de la dependencia como clave explicativa- convergieron en una crítica a la situación imperante y en la necesidad de una respuesta “propia” y no importada.

CEDAL: formación política para la construcción de la socialdemocracia latinoamericana

Luis Alberto Monge, líder del Partido de Liberación Nacional de Costa Rica, partido tradicionalmente vinculado al ideario socialdemócrata, presentó en 1968 ante la FES central un plan concreto para la cooperación. Monge quería evitar que Costa Rica cayera en la militarización de los países vecinos y, frente a lo que consideraba el peligro del comunismo, pidió ayuda a la FES para unir a las fuerzas de la izquierda democrática. Aunque años antes habían existido proyectos de educación de adultos, entre 1960 y 1962, con la financiación del International Labour Institute de New York y entre 1964 y 1968 por la Escuela Interamericana de Educación Democrática (EIDED), fueron desfinanciados.

Después de varias reuniones entre Monge y Günter Grunwald, director de la Ebert, en 1968 surgió el convenio FES CEDAL. La FES decide colaborar, porque Costa Rica era vista como un bastión democrático, y un punto estratégico en América Central. Es así como compró el campus La Catalina, asumiendo los gastos y el pago de personal y convirtiéndose en facilitadora del Centro de Estudios Democráticos de América Latina (Benzing, 2018). No había intereses económicos de la Fundación ni de Alemania en Costa Rica y eso ayudó a construir confianza. Una relación en la que, según Benzing, recuperando algunas palabras de Monge, se beneficiaron alemanes y latinoamericanos. Alemania logró limpiar su nombre frente a la propaganda negativa después de la guerra (fundamentalmente de parte del Gobierno de Estados Unidos) y fue percibida como una aliada en la lucha por la libertad, la justicia y la paz.

CEDAL fue el organismo ejecutor en el nivel local de los programas de educación que patrocinaba la Fundación Ebert y hasta los años noventa dictó cursos, charlas y seminarios de capacitación política a una gran cantidad de jóvenes que tuvieron, después, un rol muy importante en sus respectivos países. Entre ellos: Fernando Henrique Cardoso, Raúl Alfonsín, Allan García Pérez, Rodrigo Borja, Michael Manley, George Price, Jaime Paz Zamora, Álvaro Arzú, Guillermo Manuel Ungo, Violeta Barrios de Chamorro, Nicolás Ardito Barletta, Belisario Betancour, Carlos Roberta Reina, José Figueres Ferrer, Daniel Oduber Quirós, Luis Alberto Monge Álvarez, Rodrigo Carazo Odio y Oscar Arias Sánchez. Aun cuando el período que me interesa es el comprendido entre sus orígenes y el fin de la Guerra Fría, es decir, sus años de mayor esplendor, CEDAL sigue existiendo, aunque desde 2003 sin el apoyo económico de la Fundación Ebert.

Muchos encuentros fueron organizados en el campus y las intervenciones y debates publicados en diversos tipos de documentos por parte del Centro. En estas publicaciones escribían mayoritariamente latinoamericanos y algunos alemanes vinculados al SPD o a la Fundación, que participaban de los encuentros de La Catalina, pero, que -puesto que no se trabajaba con intérpretes-, tenían que hablar español. En todos ellos la preocupación estaba puesta en la realidad latinoamericana, en su desarrollo y su dependencia, pero articulados a las posibilidades del socialismo democrático en la región.

En esta preocupación por difundir el socialismo democrático (europeo), pero reafirmarlo como un fenómeno local van a navegar varias de las intervenciones y el debate intelectual. Es ilustrativo que las primeras publicaciones hayan sido los cuadernos de la Fundación Ebert, sobre el legado de Friedrich Ebert, los valores del socialismo democrático o el Congreso de Bad Godesberg, traducidos al español y que, al poco tiempo, aparecieran las colecciones propias del Centro con la idea de que el “programa de publicaciones del Cedal constituye una de las pruebas de este enfoque general de nuestro trabajo que no se basa en algunos “esquemas importados” sino en el análisis empírico y en la búsqueda de soluciones socialmente justas y adaptadas” (Cedal, 1970, p. 5).

Como afirmamos, una de las ideas que será clave en este espacio es la de la socialdemocracia como idea foránea, pero, también, propiamente latinoamericana. Podía leerse en uno de esos encuentros, que los latinoamericanos se habían acercado a la socialdemocracia “(e)n principio, como una doctrina importada de Europa, después como algo propio y natural nuestro derivado de una inquietud histórica de todos nuestros pueblos por la libertad (…). La lucha por la libertad en América Latina no es importada”. (Obregón Valverde, 1980, p.3). Y resulta interesante la apuesta, en la medida que la necesidad de hablar de una socialdemocracia latinoamericana responde, por un lado, al prejuicio acerca de la existencia de ella en estas latitudes o de sus posibilidades. Pero, también, por la vigencia, en plena Guerra Fría, de lo que identificaban como el peligro del imperialismo cultural y, por ello, la socialdemocracia debía ser definida como autóctona.

Para Demetrio Boersner, quien tendrá un lugar privilegiado en el Centro, “el camino de la liberación nacional se dirige hacia la construcción de una sociedad latinoamericana sui géneris, esencialmente socialista democrática, de acuerdo con las particularidades de nuestros pueblos” (Boersner, 1974, p. 14). Y su conexión con Europa está dada por los parecidos de familia entre los partidos, pero, además, por la solidaridad internacional que está en la base del socialismo. “No podemos negar que en muchos de nuestros planteamientos aparecen reflejos importantes del pensamiento de los ideólogos alemanes, y que esa circunstancia nos hace sentir una tendencia cordial hacia formas de solidaridad y cooperación cada vez más cercanas y frecuentes” (Arauz, 1979). Como afirmamos, gravita como telón de fondo de todas estas reflexiones, el contexto bipolar de la Guerra Fría y la oposición Norte-Sur. Y es, en este escenario, que el socialismo democrático es presentado como una alternativa frente a los imperialismos estadounidense y soviético y como una vía de desarrollo y progreso. Ante el diagnóstico que afirma, que la crisis que experimentan las democracias latinoamericanas se sostiene en la crisis del sistema capitalista, que impacta en la región por la dependencia y el atraso, el socialismo democrático y su modelo de cooperación aparecen como un posible camino capaz de romper con el antagonismo del Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado. (Cedal, 1974, p.11).

El protagonismo que tuvo CEDAL en esos años llevó a Albrecht Koschützke, exdirector de la revista Nueva Sociedad, a afirmar en la conmemoración de los 20 años del Centro: “CEDAL es para la democracia en América Latina, lo que la Escuela de las Américas es para los ejércitos de la región” (Koschützke, 1988). Su frase fue polémica, pero supo ilustrar la potente apuesta por la democracia que se hacía desde el Centro.

NUSO, revista latinoamericana de ciencias sociales

En 1972 nació el tercer proyecto de la Fundación Ebert: la revista Nueva Sociedad. Inicialmente, se publicó en San José de Costa Rica, se mudó a Caracas, Venezuela en 1976 y desde 2005 se edita en Buenos Aires, Argentina. La revista toma su nombre de Neue Gesellschaft, una publicación del partido socialdemócrata alemán, desde comienzos del siglo XX, y, si bien, es un bastión de estas ideas, se centra en temas y discusiones de América Latina (Aranguren, 2010, Straka, 2022). Aunque la mayoría de sus colaboradores son latinoamericanos, la presencia alemana en la dirección de la revista se mantiene hasta la fecha, ilustrando cómo la revista navega entre ambos espacios.

En el primer editorial su director Alberto Baeza Flores -que era, al mismo tiempo, director de la Biblioteca y Publicaciones de CEDAL- presentaba a Nueva Sociedad como una revista de “problemas sociales, políticos, económicos y culturales” que “busca ser una tribuna para y desde América Latina”. El diagnóstico es que “(h)emos sido y somos víctimas de imperialismos y colonialismos” y esto debía revertirse. Evocando a Martí, se daba inicio al proyecto editorial afirmando que “hacer es la mejor forma de decir”. (Baeza Flores, 1972, pp. 4-5). En esta primera etapa costarricense -aunque la revista viaja desde Bonn, donde se imprime-, las discusiones socialdemócratas y la situación de Chile ocuparon un lugar central, ya sea por la experiencia de la Unidad Popular y su vía al socialismo, como por la solidaridad después del golpe de Pinochet.

Con posterioridad a la Conferencia de Caracas, en 1976, la revista se muda a Venezuela y Karl Hübener, ligado al ala izquierda del partido socialdemócrata y con experiencia en proyectos editoriales, es contratado para dirigir NUSO en esta nueva etapa. Hübener le imprime su marca particular a la revista. Se rodea de Diana Maggiolo como asistente (hija de Oscar Maggiolo, rector de la Universidad de la República Oriental del Uruguay, exiliado en Caracas) y de Daniel González, como editor (hijo de Eugenio González Rojas, fundador del PS de Chile). En su gestión la revista presta especial atención a los movimientos y los partidos políticos, que adquieren un lugar de expresión fundamental en los artículos, pero, igualmente, en una sección específica para ello, sobre Declaraciones de partidos y documentos (dónde aparecen también documentos de la Fundación y de la Internacional Socialista).

En esos años y, en un contexto de conflictividad por la intervención de Estados Unidos en América Central y el Caribe, la dependencia y el imperialismo van a ser presentados como los grandes problemas de América Latina. Y se va a afirmar, asimismo, la legitimidad de la violencia -algo que no necesariamente estaba inscripto en el ideario socialdemócrata- como una respuesta autóctona a la opresión, pero, que debe evitarse. Podía leerse como advertencia que, en “la medida que las fuerzas reaccionarias e imperialistas se resistan a los urgentes cambios sociales que reclaman los pueblos e impidan una solución pacífica a los problemas políticos, estarán creando irresponsablemente las condiciones para que prospere la violencia como único medio para lograr la justicia social” (Nueva Sociedad, 1981, p. 4).

Después de una tensa relación con Bonn, a raíz de las quejas de la Embajada de Estados Unidos, por las caricaturas antinorteamericanas, y por algunas notas puntuales a Hübener no se le renovó el contrato. Albrecht Koschützke lo reemplazó en enero de 1983 y permaneció en el cargo hasta 1992. Bajo su dirección el eje puesto en los temas político partidarios, se desplazó a los político-sociales, en consonancia con el auge de la sociedad civil y los movimientos sociales, de mujeres y ecológicos. El contexto político latinoamericano era otro y la recuperación de la democracia se abría camino en varios países de la región.

Afirmaba Koschützke, en su primer editorial: “Queremos contribuir al establecimiento de una “nueva sociedad” socialista y democrática. (…) Un socialismo “sin calco ni copia” que se nutra de la realidad de cada pueblo, dentro de un denominador común: Libertad, Igualdad y Solidaridad.” (Koschützke, 1983, p. 2). Esta idea de lo propio “ajeno a las metrópolis ideológica” (sic Nueva Sociedad, 1986, p. 2) estaba muy presente en los espacios de la FES y reforzaba la idea de que, si bien, los “valores éticos e ideológicos que caracterizan a la socialdemocracia europea -democracia política, justicia social y solidaridad- son también válidos para el socialismo democrático (expresión usada en Latinoamérica)”, estos se corresponden a sociedades con un nivel de desarrollo y de industrialización que no se encuentra en América Latina y, por eso, ese modelo de democracia social carece “del ímpetu profundamente transformador y revolucionario que se requiere en los pueblos latinoamericanos” (Nueva Sociedad, 1984, p. 25).

En reforzar su singularidad, hay una idea que se va a acentuar en la revista y que se sitúa como paso previo y necesario a la respuesta propia, y es, la noción de la unidad latinoamericana. Por eso, podía leerse que “es perentorio que Latinoamérica adopte posiciones y estrategias comunes y profundice y amplíe los procesos de integración y cooperación económicas intralatinoamericana a fin de mejorar su capacidad negociadora, principalmente frente a los problemas con Estados Unidos (…)”. Pero esto solo podía ser posible si los latinoamericanos afirmaban una “toma de conciencia de sus intereses comunes que permita consolidar su personalidad en la escena mundial. La unidad es vital, pero debe organizarse para que se transforme realmente en fuerza capaz de enfrentar al Norte” (Nueva Sociedad, 1983, p. 35).

La posibilidad de construir una social democracia autóctona va a descansar, en el argumento que se despliega, en la capacidad de construir una voz latinoamericana, frente a la europea o la norteamericana, que mejore las condiciones de vida de los habitantes de la región. En palabras de Koschützke y al terminar su ciclo en 1992, esta demanda se va a convertir en una deuda importante, “América Latina aún está pendiente de definición, de realización e incluso de «imaginación»” (Koschützke, 1992, p. 2). Este llamado a la unidad, en el que se colaban muchas veces los ejemplos del llamado a la ostpolitik de Brandt, en pos de la unidad alemana o la experiencia de la unidad europea, estaba también presente en los otros espacios analizados de la FES. Era una pregunta por la definición de lo latinoamericano que, en los albores de la década del noventa, gravitaba con vigencia.

Coda

En este artículo, que se inscribe en un proyecto de mayor alcance sobre la presencia intelectual de la socialdemocracia en América Latina, me interesó iluminar algunas cuestiones poco conocidas y aportar argumentos para dar cuenta del modo en el que la FES desembarcó, intelectualmente, en la región, impulsando y acompañando ciertas ideas.

Lo primero a destacar, es que hubo una fuerte presencia de la Fundación Friedrich Ebert en América Latina en los años de la llamada Guerra Fría. Si bien, en ese contexto particular se suele hablar de la presencia de las fundaciones norteamericanas, lo cierto es que las fundaciones alemanas desembarcaron activamente y hasta la fecha mantienen oficinas en la mayoría de los países latinoamericanos. La segunda cuestión, es que esa presencia tuvo una serie de particularidades que impiden que la misma sea leída, como alineada a uno de los bloques (comunista o capitalista) o como penetración cultural. Los proyectos de la FES se mostraron más cerca de los valores occidentales, pero cuestionando y acompañando el reclamo de los latinoamericanos, frente a la intervención norteamericana en la región. Y navegaron entre las demandas locales de intervención, ya que las fundaciones solo trabajan con contrapartes y en función de proyectos, y los intereses de la Central y del SPD.

La FES se movió de un modo singular en América Latina, tensionando también los modos de circulación y contextualización de las ideas. En otras palabras, acompañó y puso en circulación interpretaciones y experiencias socialdemócratas, a la vez que, reconoció modulaciones locales o autóctonas (entre ellas, la de la teoría de la dependencia, como explicación del atraso, o la justificación de la violencia revolucionaria en respuesta a la opresión), como parte de esa tradición. Gracias a este modo particular de impulsar y promover ciertas ideas, la Ebert tuvo mucho que ver con la fuerte gravitación que la socialdemocracia tuvo en América Latina entre, principios de los años setenta y fines de los ochenta y que su presencia fuese aceptada por los políticos e intelectuales latinoamericanos.

Para terminar, en este trabajo en curso presentamos a la FES como una red, una plataforma política e intelectual en cuyo seno tuvo lugar la circulación de ideas y personas, y también se constituyó en espacio capaz de conectar regiones. De este modo, busco proponer un análisis de la Fundación, desde la historia intelectual, revalorizando su participación en los debates de ideas, y enfatizando su rol en la circulación de un discurso sobre el desarrollo, la democracia y el socialismo, que se construyó en el encuentro de europeos y latinoamericanos.

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