Revista de
Historia

ISSN 1012-9790

Páginas de la 11 a la 29 del documento impreso.
Fecha de recepción: 21/08/2015 – Fecha de aceptación: 10/11/2015




Memoria y fotografía.
El movimiento estudiantil mexicano de 1968

Oralia García Cárdenas*

Resumen: El presente trabajo busca un acercamiento al tema de la configuración de las memorias sobre el movimiento estudiantil mexicano de 1968, haciendo énfasis en la construcción de los recuerdos y experiencias de quienes fueron los actores de este importante episodio de la historia contemporánea de México, es decir, de las memorias que han sido transmitidas de padres a hijos, y cómo estos últimos pueden llegar a tomarlas como una herencia ideológica que legitima de alguna manera sus propias acciones. Por otra parte, trata de ejemplificar la forma en la cual es posible establecer un diálogo entre la historia oral y la fotografía como detonante de la memoria.

Palabras clave: Movimiento estudiantil, historia oral, memoria colectiva, fotografía, México, Tlatelolco, 1968.

Abstract: This paper seeks an approach to the issue of setting reports on the Mexican student movement of 1968, focusing on the construction of memories and experiences of those who were the actors in this important episode in the modern history of Mexico, it is say, of the memories that have been passed from father to son, and how the latter can reach take them as an ideological legacy that somehow legitimizes their actions. On the other hand, tries to illustrate the way in which it is possible to establish a dialogue between oral history and photography as a trigger of memory.

Keywords: student movements, oral history, collective memory, photography, México, Tlatelolco, 1968.

Introducción

Han transcurrido casi 45 años del movimiento estudiantil mexicano de 1968; algo que, en gran medida, ha permanecido en la memoria de la población mexicana como un suceso trágico -en referencia a la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco-. No obstante, sabemos que las memorias suelen cambiar de acuerdo con los contextos que se viven; incluso, pueden coexistir al mismo tiempo rememoraciones que van creando distintos sujetos históricos y grupos sociales. Otra cuestión importante en la que deberíamos centrarnos es que las memorias también se han convertido en mecanismos políticos que legitiman o desacreditan las acciones humanas, que a su vez, se transforman en hechos históricos; todo ello se traduce en lo que conocemos como memoria colectiva. Este trabajo pretende ser un acercamiento a la construcción de la memoria heredada de padres a hijos, sobre el escenario político y social que fue el 68 mexicano; lo que nos demuestra que este se encuentra muy lejos de ser un tema agotado, ya que la historia se construye desde el presente, y el presente se configura desde un contexto determinado, y se va reinterpretando día tras día.

El movimiento estudiantil mexicano de 1968 ha sido abordado con amplitud, existen poco más de doscientas referencias, que van desde libros, artículos de revistas, ensayos, recopilaciones de documentos y notas periodísticas, entrevistas, crónicas, obras literarias y memorias. Como ejemplo de ello tenemos el libro de La Noche en Tlatelolco, de la periodista y escritora Elena Poniatowska, que se ha convertido en un referente obligado en la construcción del imaginario sobre la temática. Sin embargo, se ha explorado poco el asunto de: ¿cómo se recuerda el 68 mexicano?, ¿desde qué perspectivas?, y ¿qué memoria o, mejor dicho, qué memorias se tienen de ello?; por consiguiente, este artículo pretende, en un primer momento, responder estas preguntas y describir cómo se ha abordado el asunto de la memoria, en particular la del 68 mexicano. Un segundo apartado tiene como propósito mostrar el diálogo y la correlación que puede existir entre dos fuentes documentales: la fotografía1 y la historia oral.

Es importante mencionar que mi acercamiento a este tema se dio a raíz de la investigación que realicé sobre la colección fotográfica Manuel Gutiérrez Paredes “Mariachito”, resguardada en el Archivo Histórico de la UNAM, Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación,2 en la cual solo me enfoqué en la parte que corresponde al movimiento estudiantil de 1968, analizando alrededor de 1.200 imágenes. Por estos motivos, y a partir de una invitación para colaborar en la elaboración de un documental sobre el tema, realicé una entrevista a Jesús Adalid Mayorga,3 quien había reconocido a su padre en la serie fotográfica de Mariachito, sobre los detenidos el 2 de octubre en el edificio Chihuahua, de la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco. Además, debo señalar que me centré en una sola entrevista, que a mi parecer podía ejemplificar muy bien las formas de transmisión de las memorias del 68 de una generación a otra. De ahí el interés por rescatar este testimonio, a fin de entender el significado que las imágenes -en este caso las fotografías-, tienen como instrumento detonador de la memoria.

Desarrollo histórico del movimiento estudiantil mexicano de 1968

El movimiento estudiantil mexicano de 1968 comenzó el 22 de julio, durante un enfrentamiento en la Ciudadela entre estudiantes de las vocacionales 2 y 5 del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y de la preparatoria particular Isaac Ochoterena -el espacio donde ocurrieron los hechos-. La versión que se manejó sobre el origen del conflicto, siguiendo las declaraciones de los directores de los planteles que señalaban como las causantes a dos pandillas llamadas “Los ciudadelos” y “Los araña”. Durante el suceso, intervino un grupo de granaderos, que les detuvo y golpeó. Los últimos días de julio fueron testigos de una cruenta violencia ejercida contra estudiantes, en disturbios focalizados en el centro de la ciudad de México.4 La policía capitalina irrumpió en las vocacionales 2 y 5 del IPN, y agredió a estudiantes de esos planteles. En la madrugada del 30 de julio, el ejército, en lo que se reconoce como “El basucazo”, destruyó la puerta del antiguo edificio de San Ildefonso, que albergaba las preparatorias número 1 y 3 en sus turnos matutino y vespertino. La irrupción del ejército a San Ildefonso provocó la reacción del rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, quien condenó enérgicamente la acción, señalando que se había violado la autonomía universitaria.5

Para agosto, sobrevino un periodo de auge del movimiento estudiantil, al que se sumaron amplios sectores de la población. Este fue un elemento distintivo que se hizo visible en las multitudinarias marchas del 13 y 27 de agosto. Luego viene de nuevo una ofensiva por parte del gobierno, que comienza con el desalojo de la guardia estudiantil que se encontraba en la Plaza de la Constitución -zócalo capitalino-, en la madrugada del 28 de agosto, y continúa con las ocupaciones militares de Ciudad Universitaria en la UNAM, el 18 de septiembre; y la toma del Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional, el 23 de septiembre. Este escenario de represión estudiantil culmina con la masacre del 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, que dejó un saldo de personas muertas y heridas del que hasta ahora se desconoce la cantidad, y cientos de detenidos, entre ellos algunos líderes estudiantiles, lo que ocasionó que el movimiento se debilitara, y que finalmente se disolviera el 6 de diciembre de ese mismo año.

La dirección del movimiento estudiantil estuvo a cargo del Consejo Nacional de Huelga (CNH)6, organismo que funcionaba como una especie de “asamblea” conformada por representantes de cada una de las escuelas y facultades de las instituciones de educación superior que se encontraban en huelga: la UNAM, el IPN, la Universidad de Chapingo, la Universidad Iberoamericana, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, por mencionar algunos ejemplos.

A su vez, en la ciudad de México, se organizaron “brigadas”7 donde el estudiantado salía a espacios públicos como la calle, los mercados, teatros y cines a volantear, botear, y a platicar con la gente sobre la realidad y las problemáticas políticas, económicas y sociales a las que se enfrentaba el país en aquella época. Esto implicó, desde el punto de vista social, que el movimiento contribuyera a la formación de una conciencia crítica en la población. Las exigencias iban más allá de cuestiones estudiantiles, eran demandas políticas que abarcaban a otros sectores de la población y consistían básicamente en los denominados “Seis puntos del pliego petitorio”, que eran:

  1. Libertad a los presos políticos -se refiere a todas las personas presas políticas encarceladas por participar en diversos movimientos sociales como el movimiento obrero de 1958-1959-.
  2. Destitución de los jefes de la policía -hace referencia de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea Cerecero, jefe y subjefe de la Policía capitalina, así como del teniente coronel Armando Frías, comandante de los granaderos-.
  3. Extinción del cuerpo de granaderos, instrumento directo en la represión, y no creación de cuerpos semejantes.
  4. Derogación de los artículos 145 y 145bis del Código Penal Federal, que tipifican el delito de disolución social, un instrumento que justifica la represión a grupos disidentes del gobierno.
  5. Indemnización a las familias de las personas muertas y heridas víctimas de la represión desde el 26 de julio.
  6. Deslinde de las responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades a través de la policía, granaderos y Ejército.8

Pero más allá de los sucesos ocurridos de julio a diciembre de 1968, que propiciaron el surgimiento del movimiento estudiantil de 1968, es necesario enfatizar la importancia que este tuvo para México, y mencionar que este se caracterizó por un fuerte cuestionamiento al sistema político mexicano, que estaba determinado por un autoritarismo al que respondió el estudiantado con una gran movilización social; y que el motor de este fenómeno político-social que se había gestado en este período era la defensa de los derechos constitucionales traducidos en libertades democráticas. Gilberto Guevara Niebla lo describe como un “movimiento democrático” reflejado en su propia estructura y principios.

Conceptualización de la memoria

Pero antes de hablar sobre la memoria, o mejor dicho las memorias del 68 en el caso de México, es necesario analizar qué se ha entendido hasta ahora por memoria; como todos los conceptos, este tiene varias acepciones y niveles de interpretación.

Para José Carlos Sebe, la memoria se visualiza desde tres ópticas, la memoria colectiva expuesta por Maurice Halbwachs, la memoria histórica de Jaques Le Goff, y la memoria psicológica propuesta por Henri Bergson. La memoria colectiva se refiere a la identidad de una comunidad, y está relacionada con los recuerdos de ese grupo social, y tiene una función muy importante: preservar la memoria como un compromiso ético.

“La propia conciencia de Halbwachs, de su pasado judío, prisionero torturado en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, refleja en su método los compromisos determinantes que creó para la captación de la Memoria Colectiva. Si ninguna documentación, los sobrevivientes del campo de concentración elaboraron técnicas de recuperación de su experiencia, basándose en los recursos de la memoria, para mantener su propia historia”. 9

La memoria colectiva, a decir de Sebe, es además utilizada para legitimar la existencia de los grupos sociales, y ha servido como un mecanismo para asegurar su continuidad; por ello, es necesaria en las sociedades humanas, porque forma parte de la identidad. Paul Ricoeur afirma que la memoria compartida se convierte en memoria colectiva, y que puede existir más de una. La memoria histórica propuesta por Le Goff es la que construyen los historiadores e historiadoras, y se presenta a partir de los documentos históricos producidos y seleccionados en el pasado. Sebe habla de documentos convencionales y no convencionales, de estos últimos destaca el uso de las fotografías, cuya incorporación, según mi consideración, es más frecuente hoy en el análisis histórico. La memoria psicológica de Bergson está relacionada con la memoria selectiva, es decir, se estructura a partir de la fragmentación y selección de los recuerdos de las personas, y se encuentra estrechamente vinculada con el asunto del olvido.

“Para los seguidores de Bergson, para la vía psicológica, la Memoria es un continuo del cual solo es posible el registro de un fragmento. La colección de esos fragmentos se constituirá en el material que los psicólogos reúnen y evalúan. En este sentido, como lo plantea Eclea Bosi, la Memoria es trabajo y produce un determinado tipo de visión del pasado”.10

Hablar del asunto del olvido nos remite a los planteamientos de Tzvetan Todorov, en cuanto a cómo define a la memoria selectiva, es decir, al momento en cual el ser humano elige qué recordar y qué olvidar, debido a que:

“la recuperación del pasado es indispensable, lo cual no significa que el pasado deba regir al presente, sino […] al contrario, éste hará del pasado el uso que prefiera. Sería de una limitada crueldad recordar continuamente a alguien los sucesos más dolorosos de su vida; también existe el derecho al olvido”.11

Para Paul Ricoeur, la memoria está vinculada a las experiencias humanas, y los recuerdos son imágenes que las personas hacen del pasado. Se pregunta: ¿cómo se estructuran esos recuerdos? Y esto tiene que ver con la temporalidad y con la espacialidad: ¿qué se recuerda?, ¿cómo se recuerda?, ¿quién recuerda?12 Yo añadiría otra interrogante: ¿desde dónde se recuerda? Al respecto Ricoeur y en relación con el uso y abuso de la memoria, afirma lo siguiente:

“[…] acordarse no es sólo acoger, recibir una imagen del pasado; es también buscarla, ‘hacer’ algo. El verbo ‘recordar’ duplica el sustantivo “recuerdo”. El verbo designa el hecho de que la memoria es ‘ejercida’ Pero la noción de ejercicio aplica a la memoria […] el ejercicio de la memoria es su uso; pero el uso implica la posibilidad del abuso […] Precisamente por el abuso, la intencionalidad veritativa de la memoria queda amenazada totalmente […] Estas múltiples formas de abuso hacen resaltar la vulnerabilidad fundamental de la memoria, la cual resulta de la relación entre la ausencia de la cosa recordada y su presencia según el modo de representación. Todos los abusos de la memoria ponen al descubierto esencialmente el carácter enormemente problemático de esta relación representativa con el pasado”.13

Existe, además, otro nivel de la memoria. En este voy a centrarme: la memoria heredada de una generación a otra generación, es decir, desde las rememoraciones que comparten los padres y madres a su descendencia; y está relacionada también con lo que las personas escuchan, o leen, y con las recepciones y transmisiones que hacen de ella. Esta memoria heredada puede llegar a convertirse en memoria colectiva.

En relación con lo anterior, Ada Marina Lara, haciendo referencia a los planteamientos de Ricoeur, plantea lo siguiente:

“Sostiene que la memoria individual toma posesión de sí misma precisamente a partir del análisis sutil de la experiencia individual, y sobre la base de la enseñanza recibida por otros. Nos dice que lo que el individuo recuerda es a su vez lo recordado por otros, son recuerdos comunes, pues en realidad nunca estamos solos y uno no recuerda solo”.14

Las memorias del 68 mexicano

Antes de dar paso al análisis de la entrevista realizada a Jesús Adalid Mayorga, es importante que examine, primero, cuáles han sido las memorias generadas a partir del movimiento estudiantil mexicano de 1968. Muchos estudios han señalado que la gran aportación histórica que ha tenido el movimiento del 68 se debe a su contribución política y social, y como un momento crucial que posibilitó una apertura democrática en el país; su significado se visualiza en que es considerado un parteaguas en la historia contemporánea de México, marcando un antes y un después.

Eugenia Allier Montaño15 escribió un artículo acerca de las memorias en torno al movimiento estudiantil. Expresa que desde la ciudadanía se han construido dos memorias: la de la denuncia y la del elogio; la autora señala tres momentos claves para entender esto. La memoria de la denuncia, afirma, va de 1969 a 1977, momento en el cual se exigía la liberación de los presos políticos y se recordaba al movimiento a partir de la represión del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. “Uno de los principales objetivos, además de la voluntad de la memoria, es denunciar los crímenes que continúan impunes, explicitar que la herida que se creó en el pasado reciente continúa abierta”.16

Ella menciona que esta memoria continuó siendo visible entre 1978 y 1985, y es el momento en el cual y hasta la actualidad, el Comité 68 pro Libertades Democráticas se ha hecho cargo de la conmemoración del 2 de octubre. La memoria del elogio surge en el contexto de 1986, cuando se reestructuró la izquierda mexicana, y se dejó de hablar de socialismo, y en su lugar se habló de democracia; en ese sentido, el movimiento del 68 sentó las bases para esa exigencia de apertura democrática. Por ende, el 68 se consideraba como un precedente en las transformaciones políticas que se estaban experimentando en México en esos años.

Pero a partir del gobierno de Vicente Fox, en 2000, se comenzó a utilizar de forma pública, y no es sino hasta ese momento cuando la memoria del 68 se oficializa; no solo los medios de comunicación hacían eco del movimiento como el precursor de la lucha democrática, sino que toda la clase política, incluyendo partidos de derecha, centro e izquierda, se apropiaron de sus reivindicaciones políticas y las tomaron como bandera en sus discursos. Hasta hoy, menciona la autora, coexisten ambas memorias, la del agravio y la del elogio, pero en la memoria colectiva predomina la del agravio, la de recordar al 68 mexicano a partir de la represión del 2 de octubre.

Por otro lado, en años recientes, se comenzó a analizar al 68 desde la perspectiva de la imagen relacionándola con el asunto de la memoria y, en relación con ello, Alberto del Castillo realizó una serie de entrevistas a personal fotógrafo de prensa e independientes que cubrieron el movimiento estudiantil de 1968, dichos testimonios fueron publicados en un libro,17 en el que se rescató su experiencia, en una especie de autorreflexión sobre su propio trabajo fotográfico, entablando, así, un diálogo entre la fotografía y la historia oral.18 Aunado a ello, recientemente Juncia Avilés presentó su tesis doctoral titulada: “Símbolos para la memoria: El movimiento de 1968 en su cine 1968-2013”; 19 este trabajo es muy valioso, ya que también reúne testimonios de varias generaciones del 68 y posteriores, y trata la cuestión de cómo el cine ha influido en la construcción de la memoria en torno al 68 mexicano; además, sienta precedentes para entender el lenguaje cinematográfico como dispositivo de la memoria.

Aunado a ello, es importante mencionar que un capítulo de mi investigación en torno a la colección fotográfica Manuel Gutiérrez Paredes,20 lo dediqué a la reconstrucción de un episodio del movimiento estudiantil que prácticamente había sido olvidado por la historiografía del movimiento, y del cual se cuenta con una serie de ocho fotografías pertenecientes a ese acervo: La detención de estudiantes de la Escuela Nacional de Arte Dramático del INBA, sucedido el 31 de julio de 1968. Digo casi olvidado, porque encontré escasas referencias tanto en los libros, como en la prensa que consulté, por ello me di a la tarea de tratar de identificar a los sujetos que aparecían en esas fotografías, tratando de reconstruir el suceso a partir de las fotos y de los testimonios orales.21

El recuerdo del recuerdo. Testimonio de Jesús Adalid Mayorga

La entrevista para la historia oral ha sido considerada como un instrumento para hablar de la memoria, y “el testimonio constituye la estructura fundamental de transición entre la memoria y la historia”22 Ada Marina Lara, nos habla de la memoria y de la función que tiene para la historia oral:

“Por mi parte, quiero apuntar que para hacer Historia privilegiando la construcción y el análisis de la memoria como fuente histórica, planteo a la memoria como un discurso que nos habla del pasado, discurso que es a la vez oralidad y escritura. Se recupera a través del planteamiento de preguntas históricas que le hacemos a nuestros narradores, y se integra del conjunto de las experiencias directas que nuestros actores o sujetos históricos adquirieron en un determinado proceso histórico del pasado reciente, pero que son revaloradas y resignificadas desde el presente. En su conjunto, la narración de estas experiencias conforma un relato, y este relato de experiencias directas está integrado por varios elementos, como recuerdos, olvidos, omisiones, tiempos, espacios, mitos y valores”.23

Para Ada Marina Lara, la memoria es dinámica, se construye, se reconstruye y se configura desde el presente. Enfatiza que su importancia radica en la significación que le damos a través de la memoria al pasado, pero ese pasado no siempre tiene los mismos significados, es decir, la memoria es utilizada como fuente histórica en el sentido en que el presente nos posibilita la comprensión y explicación del pasado. Señala que, como toda fuente histórica, esta tiene sus limitaciones por su carácter subjetivo.

Ahora bien, como mencioné anteriormente, en lo particular, me interesó mucho acercarme a esa memoria transmitida de padres y madres a su descendencia inmediata. Por ello, realicé una entrevista a Jesús Adalid Mayorga, un sociólogo de 43 años, cuyos padres tuvieron alguna participación en el movimiento estudiantil mexicano de 1968. A lo largo de su relato, el va describiendo sobre lo que recuerda acerca de la militancia política de sus padres, y de cómo fue construyendo su memoria a partir de lo que su madre le contó. Jesús menciona que ella fue quien le proporcionó su primera referencia sobre el tema.

Josefina Mayorga, la madre de Jesús Adalid, actualmente es una persona retirada, proviene de una familia del sur de Chiapas, que Jesús menciona con una tradición un poco conservadora, había estudiado en escuelas de monjas y luego se traslada a la ciudad de México; para 1968, se encontraba estudiando la licenciatura en Contaduría Pública en la UNAM. Ella participó en el movimiento como brigadista, bolanteando en las calles y boteando en los camiones. Jesús cuenta que su madre conoció a su padre durante el movimiento estudiantil, en un mitin. Mencionaba que asistía a todos los mítines, pero que el 2 de octubre no pudo estar presente en Tlatelolco, porque se encontraba enferma. De acuerdo con el relato de Jesús, la experiencia de la madre fue distinta a la del padre, es decir, ella lo rememoraba de otra manera, y su recuerdo lo estructuró a partir de la relación afectiva que tuvo con el padre: “[] mi padre y mi madre pasan el movimiento del 68 juntos, entonces parte de la historia de esa vida la escuché por la voz de mi madre”.24

Jesús cuenta que su primera referencia del 68 se la transmitió la madre, y fue sobre la manifestación del silencio, el 13 de septiembre:

O: “Entonces tu primera referencia del 68, así que recuerdes ¿tiene que ver con lo que te platicaron tus padres?”.

J: “¿Mi primera referencia del 68?, sí son ellos, pláticas de mis padres, de mi madre sobre todo, y no la del 2 de octubre, quizás por eso no lo asocie; eh, la primera que recuerde, referencia tengo muy muy clara, es cuando me cuenta de la manifestación del silencio, ella estaba impactada y me transmitió con sus palabras cómo se había impactado al ver lo que estaba pasando, de por sí marchar por las calles era complicado, y de repente marchar en silencio, sí le movió mucho, ese el primer recuerdo que me haya contado, que recuerde, ese le quedó muy marcado”.25

Al respecto, es preciso enfatizar que la denominada marcha del silencio, el 13 de septiembre de 1968, constituyó uno de los actos más significativos y simbólicos del movimiento estudiantil, llevada a cabo en medio de un ambiente un tanto desalentador para el estudiantado y para quienes se habían sumado al movimiento, en medio de un escenario permeado de amenazas y de una previsible represión. Además, tuvo un gran impacto social y político, y su significación histórica se tradujo en demostrar que, con el silencio, se logró el cometido de comunicar la exigencia social del “diálogo público”, reclamación que fue escuchada por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970); sin embargo, en el transcurso de esos meses del conflicto estudiantil, dicha demanda nunca fue atendida.

Pero regresando a la narración de la entrevista, es importante mencionar que, en 1968, el padre de Jesús, -Jesús Amado Adalid- era estudiante de la licenciatura en Contaduría Pública y Administración de Empresas en la Universidad del Valle de México (UVM), institución académica de carácter privado, que junto con la Universidad Iberoamericana, y la mayoría de las universidades públicas del país, se sumó a la huelga estudiantil. Su padre fue representante de la UVM26 ante el CNH; su experiencia, de acuerdo con lo que me platicó su hijo Jesús, fue muy fuerte, puesto que fue uno de los detenidos durante el mitin del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco que, como sabemos, culminó en una matanza en la que murieron hombres, mujeres y niños. Al padre de Jesús lo detuvieron y llevaron como todos los dirigentes estudiantiles al Campo Militar Número 1, además ahí fue torturado e interrogado, y luego fue trasladado a la prisión de Lecumberri, hasta que lo liberaron como a los demás en 1971.

Jesús relata que su padre provenía de una familia cuyo abuelo era militar, y su padre siempre estuvo ausente, por lo que resulta curioso que haya optado por participar en el movimiento estudiantil, y ello nos habla de la ruptura generacional que vivieron muchos jóvenes con sus padres en la década de los sesenta. Jesús Amado Adalid había estudiado primero arquitectura en la UNAM, pero no terminó sus estudios y se cambió a la UVM para estudiar contaduría pública, pero tampoco los concluyó, y luego regresó a la UNAM, pero esta vez para estudiar economía. Jesús –hijo- señala que fue a partir de ese momento, cuando comienza su militancia política “[] a partir del 68, de las movilizaciones del 68, se mete de lleno, y a partir de eso, se vuelve militante, entonces cuando el estudia en la Escuela de Economía de la UNAM, ya está súper clavado en eso []”. Sobre la experiencia del padre en el movimiento estudiantil, comenta:

J: “Empezaron a integrarse primero como estudiantes aislados, son los interesados él y unos amigos, no sé si alguien más, yo creo que sí, entonces conforme se volvió más intenso, la movilización, las causas que ellos consideraron importantes, decidieron que tenían que participar como estudiantes de la del Valle de México, e inician una campaña, intentan movilizar a sus compañeros, y lo que sé, de las consecuencias de esa movilización es que logran que la Universidad del Valle de México se vaya a paro y apoye el paro estudiantil, creo que son solo dos privadas, la Universidad Iberoamericana y la del Valle de México”.27

Como ya mencioné, lo que vivió el padre de Jesús fue algo “traumático”, a decir de sus propias palabras, por esta razón, cuenta Jesús, no le gustaba hablar mucho de ello, ni en público, ni en privado con su familia:

O: “Vamos a regresar a lo que te contaba tu madre acerca de tu padre y de su participación en el 68, ¿qué experiencias tuvo traumáticas, que no quería recordar tu padre sobre esto?”.

J: “Por momentos, la primera el 2 de octubre, es que es muy chistoso como platica; venimos de una familia de militares, mi padre viene de una familia de militares, entonces, la primera impresión que tiene del 2 de octubre, le toca padecer la violencia pero no de los militares, sino de unos tipos de civil, que con el tiempo supimos que se llamaba Batallón Olimpia, los detienen y los tienen por horas, y golpean, los humillan, después nos enteramos que les tomaron fotos de una manera muy desagradable []”.

O: “¿Y cuánto tiempo estuvo detenido tu padre, desde que lo trasladaron del Campo Militar a Lecumberri?”.

J: “Tengo entendido que el sale admistiado por los militares el 23 de diciembre, así les dicen a los que salieron el 23 de diciembre de 68”.28

Pero a raíz de la publicación de las fotografías de Manuel Gutiérrez Paredes “Mariachito” en la revista Proceso número 1310, publicada el 9 de diciembre de 2001, al padre de Jesús le impresionó tanto reconocerse en una de esas fotografías que tuvo la necesidad y el interés de hablar sobre su experiencia en 68, y lo platicó con su familia.

O: “Tu mencionaste que en el 68 durante la detención de los estudiantes el 2 de octubre en Tlatelolco, a tu papá le tomaron fotografías, ¿tú sabes algo de eso? ¿De quién le tomó las fotos y todo esto?”.

J: “Bueno las fotos que le habían tomado nos enteramos nosotros hasta que las publica Proceso, el mismo se entera hasta que las publica Proceso, de hecho, creo que es la conversación más larga que hemos tenido acerca del 68 con el, ¿a partir de 2001, las fotos de Proceso?”.

O: “Sí, si se publican en 2001”.

J: “Pero las vemos, y tienen un impacto, porque en la portada de Proceso, se llama Florencio, si no mal recuerdo, y tiene la boca rota”.

O: “¿Entonces él vio estas fotografías publicadas en Proceso?”.

J: “Así es, a él lo buscaron conocidos, trataron de encontrar un pretexto para que hablara, conocidos de la época, los rechazó a todos, y platicamos un poco acerca de estas fotos, de lo que le había sucedido, estaba enojado, se había roto un drenaje, estaban tirados en el piso, estuvieron detenidos ahí básicamente mientras sucedía todo en la Plaza de las Tres Culturas, porque ellos estuvieron detenidos mucho antes de que iniciara”.29

Imagen 1

Fuente: Portada de la revista Proceso, No. 1310, publicada el 9 de diciembre de 2011.30

Algo fundamental, que hay que mencionar al respecto, es que, si bien las fotografías de Manuel Gutiérrez Paredes sobre el movimiento estudiantil mexicano de 1968 fueron realizadas -por órdenes de la secretaría de Gobernación-, con el propósito de llevar un registro minucioso sobre los sucesos del conflicto, a partir de una mirada desde el poder; con el paso de los años, se han convertido en uno de los archivos más consultados del 68 mexicano, y sin lugar a dudas son parte ya de su memoria visual.

Imagen 2

Fuente: IISUE /AHUNAM/Colección Manuel Gutiérrez Paredes, doc. 3.073.31

O: “Entonces digamos que estas fotografías le ayudaron a recordar esa parte, ese suceso, ¿a ti te dio contexto?”.

J: “Le ayudaron a recordar sí, me dio contexto de después, del antes no, mi padre era una persona de naturaleza algo práctica, lo que había heredado, lo que había tenido, a lo que había llegado en 68 pues era secundario, las enseñanzas, lo que podía terminar de oír, lo que podía el utilizar como una herramienta pedagógica, lo usaba; pero lo que sí desató la memoria del 68, ¿qué pasaba esa semana siguiente? que estuvo en el Campo Militar Número 1, el tiempo que estuvo en Lecumberri, eso fue lo que desató la movilización de muchos, porque como opinaba él, era una especie de deber cívico, como un acto extraordinario de participación, lo que sucedió después si se le había quedado de alguna manera”.

O: “¿Fue lo que más le impactó a él, digamos, la parte de la represión?”.

J: “De lo que se quedó más marcado y de lo que estaba más dispuesto a platicar”.

O: “Pero entonces entiendo que estas fotografías son muy importantes, en el sentido en que el quiso hablar de ello, recordar y hablar de ello, porque no quería hablar mucho de eso, ¿cierto?”.

J: “Estas fotografías le dieron el pretexto para poder hablar de algunas cosas, cuando cuentas un poco, palabritas, información de sus amigos, de estar ahí, pero si un chorro de información, cuando lo detuvieron, de ese día en particular”.32

Pero Jesús afirma que su padre no quiso hablar del todo sobre las situaciones por así decirlo traumáticas que vivió su padre, y esto salió a la luz, porque le pregunté si su padre había identificado a algunas personas que aparecían en esas fotografías a lo que me respondió:

J: “Mi padre identifica al que sale en la portada del periódico, el que sale al lado de él, pero de los demás no quiso hablar, te cuento, insisto en esta parte, el hecho de que se haya metido en este tipo de militancia obligó a que el fuera discreto en este tipo de cosas”.

Imagen 3

Fuente: IISUE /AHUNAM/Colección Manuel Gutiérrez Paredes, doc. 3.110.33

Esto se debió a que después del 68, su padre junto con otras personas conformó un partido político clandestino, y viajó en 1972 a Guerrero, y luego en 1973 a Chiapas, y tuvo experiencias que le afectaron mucho.

J: “[] se empieza a incorporar en otros movimientos sociales, empieza a meterse mucho en Guerrero, en esta misma calle aquí, perdón, en Mesones y Bolívar, había unas reuniones de algo que se intentó fundar como un partido político clandestino, a partir de ahí, si no mal recuerdo en el 72 quizás, miento, a principios del 73, tiene un problema, no sabemos qué, nadie sabe qué, un día sale de sus viajes usuales y acostumbrados a Guerrero, y regresa con otra ropa, arañado, enlodado, a partir de ahí tiene una crisis, se vuelve paranoico, se quedaba a oscuras en la casa, no salía a la calle, le preguntaba a todos sus conocidos, ¿de dónde vienes?, ¿a quién viste?

Desconfiaba de mi madre, de su padre, y lo tienen que internar a un tratamiento, porque sí se pone grave, todo lo que encontramos, tuvo una experiencia que hasta el día de hoy ya no supimos, no sé si alguien más en mi familia, pero yo he querido encontrar alguien que me explique ¿qué pasó ese día?, pero no sabemos”.

O: “¿Nunca habló de eso?”.

J: “No, nunca habló de que había pasado, un poquito después intentó regresar a hacer lo que estuviera haciendo, y toma un camión hacia Chiapas, y tiene una crisis, y se pierde, lo arrestan, y acaba preso en una cárcel de un pueblo por una falta administrativa, pero como había tenido una crisis, tenía miedo me imagino, no le da información a nadie, no le dice a los policías su nombre, ni nada, está preso, no se puede ir, no lo pueden rescatar, no pueden encontrar a su familia, porque no saben ¿quién es?, el no da su nombre, y lo encuentran”.

O: “¿Y cómo lo encuentran?”.

J: “Lo encuentra mi abuela, la mamá de mi mamá, lo busca en Chiapas, y lo encuentra, y mi mamá estaba embarazada, y va por él, y lo trae para curarlo”.

O: “¿Y esto en qué año fue?”.

J: “73 [1973]”.

O: “¿Y cómo se llamaba el partido político que fundó?”.

J: “Quizás me equivoco en el orden de los términos, pero creo que era Partido Campesino Obrero Estudiantil del Pueblo, quizás esté invirtiendo el orden, pero con intenciones clandestinas por supuesto, no era un partido político electoral, no tenía otra orientación”.34

El relato anterior nos da indicios de lo que Todorov llama el derecho que tienen algunas personas a olvidar ciertos episodios que vivieron, que podrían haber resultado una carga emocional, como es el caso del holocausto que padecieron los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Conclusiones: lo implícito en el relato de Jesús

En primer lugar, es importante señalar que la publicación de estas imágenes en la revista Proceso, en diciembre de 2001, contribuyeron a ser el motivo por el cual el padre de Jesús quisiera hablar sobre su participación en el movimiento estudiantil mexicano de 1968, y es ahí donde radica el diálogo y la interacción entre la imagen y la memoria. También dieron pie a que el propio Jesús y sus hermanos hablaran sobre ello, incluso, hasta el momento en el que falleció su padre -hace tres años-, continuaron comentando acerca de su militancia política en el 68, y de lo que hizo después.

Para Jesús -hijo- fue muy significativa la experiencia de sus padres en el 68, e influenció de alguna manera en él, ya que fue también militante político en movimientos estudiantiles que se generaron en décadas posteriores, por lo que se podría afirmar que él estructura la memoria sobre sus padres, de acuerdo con una determinada posición política que justifica sus propios actos. Por esta razón, como estudiante de la Preparatoria 5 de la UNAM, le tocaron los “remanentes del movimiento del CEU”,35 y luego como estudiante de sociología en la Facultad de Ciencias en la UNAM, participó en el movimiento estudiantil de 1999.36 Posteriormente, militó en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y en 1997 colaboró en la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas para el gobierno de la ciudad de México. En la actualidad trabaja en una organización civil denominada Ciudadanos en apoyo a los derechos humanos, dedicada al asunto de las desapariciones forzadas en México. Todo ello nos indica que Jesús le da un lugar muy importante en su vida a la participación política que tuvieron sus padres en el 68, lo cual le ha permitido, de alguna manera, posicionarse en términos políticos y legitimar sus propias acciones.

No obstante, en lo que me iba narrando Jesús a lo largo de la entrevista, quedaron cabos sueltos, que en entrevistas sucesivas pueden hacerse visibles. Cuando habla de su madre, sería importante saber, ¿qué implicaciones tuvo para ella ser estudiante universitaria en la década de los sesenta?, ¿qué significó para las mujeres participar en el movimiento estudiantil del 68?, ¿qué significado tuvo para ella salir a tomar la calle, como un espacio público de demanda social?, ¿cómo la veían otras mujeres, cuando iba a las marchas y a los mítines?; si bien, Jesús nos deja ver, de alguna manera, la militancia política que tuvo su madre como brigadista del movimiento, todas esas preguntas nos llevan a tratar de entender el contexto histórico en el que vivió su madre, y ¿cuál fue su proceso?, pero también a problematizar el asunto de ¿cómo era la educación universitaria en esa época? Ya que Jesús señala que su madre provenía de una familia un poco conservadora de Chiapas, y que había estudiado en una escuela de monjas, a lo que se desprende la pregunta: ¿qué es lo que genera ese tipo de familias, para que los hijos opten por participar en un movimiento estudiantil?, y si entonces podríamos hablar de una “ruptura generacional”, lo que deriva a la pregunta: ¿cómo impactaron, en los valores de esa juventud, estas transformaciones culturales?, ¿qué les transmitieron a sus hijos, es decir, a la siguiente generación de la que forma parte Jesús?

Por último, si bien la entrevista fue útil para tratar de descifrar dos cuestiones principales: ¿cómo se construye la memoria del movimiento estudiantil mexicano de 196, a partir de los hijos e hijas de quienes participaron en él?, y sobre ¿cómo la fotografía puede servir como un elemento que activa la memoria de las personas? Lo que a me deja la experiencia de haber realizado esta entrevista, más allá de tratar de entablar un diálogo entre la historia oral y la fotografía, es demostrar que los sucesos históricos pueden llegar a tener significaciones distintas, de acuerdo con la forma en cómo se viven y se transmiten. Respondiendo a la pregunta de si es válido o no hablar de un suceso que no se vivió y expresarlo en un relato, afirmo que sí es posible, ya que, a mi modo de ver las cosas, la memoria, o mejor dicho, las memorias, no solo se pueden observar en términos de las vivencias, en lo que desde luego están implícitos los olvidos, por lo que, con toda seguridad, se puede hablar de memorias heredadas.


1 La fotografía en la actualidad ha cobrado mayor relevancia como herramienta de análisis en las ciencias sociales. Desde el campo de la historia, destaca el trabajo de Boris Kossoy, Fotografía e historia (Buenos Aires, Argentina: La Marca, Colección Biblioteca de la Mirada, 2001).

2 Manuel Gutiérrez Paredes fue un fotógrafo que estuvo trabajando para el Lic. Luis Echeverría, cuando fue secretario de Gobernación -de 1964 a 1970-; y uno de los episodios que cubrió -el más conocido- fue el del Movimiento Estudiantil de 1968 en México. Este material gráfico se puede leer a partir de una mirada construida desde el poder.

3 La entrevista fue videograbada por Santiago Torres Pérez y Fernanda Fuentes Galindo, ya que formará parte de un documental sobre el movimiento estudiantil mexicano de 1968.

4 Gilberto Guevara Niebla, La libertad nunca se olvida. Memoria del 68 (México, D.F.: Cal y Arena, 2004), 15-53.

5 Raúl Álvarez Garín, La estela de Tlatelolco. Una reconstrucción del Movimiento estudiantil del 68 (México, D.F.: Ítaca, 1998), 27-39.

6 El Consejo Nacional de Huelga (CNH) fue el órgano dirigente del movimiento estudiantil de 1968, en el que todas las escuelas y facultades de las instituciones de educación superior y media superior que se sumaron a la huelga estudiantil tuvieron representación. El CNH se creó el 8 de agosto de 1968, y se declaró disuelto el 6 de diciembre de ese mismo año, dos días después de que finalizara la huelga estudiantil.

7 Francisco de la Cruz Vázquez, “Botes, volantes y estudiantes: Asaltando a la metrópoli”, Gaceta UNAM. Suplemento a 40 años del 68 (México) 5 (27 octubre 2008).

8 Los seis puntos del pliego petitorio fueron publicados el 4 de agosto de 1968, por estudiantes de la UNAM, IPN y Universidad de Chapingo. Daniel Cazés, Crónica 1968 (México, D.F.: Plaza y Valdés, 2000), 32-33.

9 José Carlos Sebe Bom Meihy, “Definiendo la historia oral”, Historias (México) 30 (1993): 10.

10 Ibid, 12.

11 Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria (Barcelona, España: Editorial Paidós, 2000), 25.

12 Ada Marina Lara Meza, “La construcción de la memoria como fuente histórica”, en: Los oficios del historiador: Taller y prácticas de la historia oral (Guanajuato, México, Universidad de Guanajuato - UGTO, 2010), 64.

13 Paul Ricoeur. La memoria, la historia y el olvido (Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica - FCE, 2013), 83.

14 Lara, 64-65.

15 Eugenia Allier Montaño, es investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, uno de los temas que trabaja es precisamente el de memoria, y su relación con la identidad y, desde luego, con la historia.

16 Eugenia Allier Montaño, “El movimiento estudiantil de 1968 en México: Historia, memoria y recepciones”, en: Reflexión y crítica en torno al movimiento estudiantil de 1968. Nuevos enfoques y líneas de investigación (México, D. F.: Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”, 2012), 17.

17 Alberto del Castillo Troncoso, La fotografía y la construcción de un imaginario. Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968 (México, D. F.: Instituto de Investigaciones “Dr. José María Luis Mora”; Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, UNAM, 2012).

18 Beatriz Argelia González García, Las mujeres del 68: de la fotografía a la historia. El caso del periódico La Prensa (Tesis de Maestría, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2011).

19 Juncia Avilés Cavasola, Símbolos para la memoria: el movimiento de 1968 en su cine 1968-2013 (Tesis de Doctorado en Historia del Arte, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015).

20 La colección fotográfica Manuel Gutiérrez Paredes, se encuentra resguardada en el Archivo Histórico de la UNAM, que depende del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación.

21 Oralia García Cárdenas, Una mirada desde el poder: El movimiento estudiantil de 1968 en la lente de Manuel Gutiérrez Paredes (Tesis de Licenciatura en Historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2014).

22 Ricoeur, 41.

23 Lara, 65.

24 Entrevista realizada a Jesús Adalid Mallorga, Museo de la Memoria Indómita, Ciudad de México, 10 de abril de 2015 -en adelante: Entrevista a Jesús Adalid Mallorga-.

25 Entrevista a Jesús Adalid Mallorga.

26 La Universidad del Valle de México se creó en noviembre de 1960, en un principio se le denominó Instituto Harvard, una de las primeras licenciaturas que se impartieron fue precisamente la de Contaduría Pública y Administración de Empresas; para 1968 la institución académica ya había adquirido el nombre por el cual se le conoce en la actualidad. Véase: http://www.lomasverdes.uvmnet.edu/uvmhoy/historia.asp

27 Entrevista a Jesús Adalid Mallorga.

28 En realidad, estudiantes que detuvieron durante el movimiento del 68, junto con otros presos políticos, fueron liberados hasta 1971.

29 Entrevista a Jesús Adalid Mallorga.

30 La imagen muestra al estudiante Florencio López Osuna, representante ante el Consejo Nacional de Huelga, de la Escuela Superior de Economía del Instituto Politécnico Nacional, y el segundo orador del mitin llevado acabo el 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, ubicada en la unidad Nonoalco-Tlatelolco, en la ciudad de México. Dos semanas después de esta publicación, este personaje aparece muerto, en circunstancias que a la fecha no se han sido aclaradas.

31 Estudiantes detenidos el 2 de octubre de 1968, en el edificio Chihuahua, de la Unidad Nonoalco Tlatelolco, en la ciudad de México. Esta es una de las imágenes en donde aparece Jesús Amado Adalid, -padre de Jesús Adalid Mayorga-, es el segundo de izquierda a derecha, -el más alto-. La persona que se encuentra de espaldas a la cámara, -primero de izquierda a derecha- es Florencio López Osuna.

32 Entrevista a Jesús Adalid Mallorga.

33 Esta es la imagen a la que hace referencia en la entrevista, en donde aparecen Florencio López Osuna y Jesús Amado Adalid.

34 Entrevista a Jesús Adalid Mallorga.

35 El movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) surgió en septiembre de 1986 en oposición a la reforma universitaria en materia educativa presentada por el entonces rector de la UNAM, Jorge Carpizo McGregor.

36 El movimiento estudiantil de 1999-2000 se generó también al interior de la UNAM como respuesta a las modificaciones al Reglamento General de Pagos que se establecieron durante el rectorado de Francisco Barnés de Castro.

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