Revista de
Historia

ISSN 1012-9790

Páginas de la 15 a la 33 del documento impreso.
Fecha de recepción: 13/10/2015 – Fecha de aceptación: 11/02/2016




Periodismo y literatura en Costa Rica (1833-1950)

Patricia Vega Jiménez*

Resumen: Este artículo tiene como propósito analizar la relación existente entre el desarrollo del periodismo y la literatura, específicamente, la participación de escritores y escritoras en la prensa costarricenses y el papel que ha jugado este medio para la divulgación literaria. El recorrido para cumplir con esos propósitos inicia en 1833 y acaba en 1950, de manera tal que la larga duración permite reconocer los cambios y las continuidades en el tiempo y, por tanto, efectuar un análisis comparativo.

Palabras clave: Periodismo, literatura, divulgación literaria, escritores, Costa Rica.

Abstract: This article analyzes the relationship between the development of journalism and literature, specifically the participation of Costa Rican writers in the press and the role played by the press in the publicity of literature. The journey to fulfill these objectives begins in 1833 and ends in 1950; this long period helps us identify the changes and continuities over time and therefore establish a comparative analysis.

Keywords: journalism, literature, publicity of literature, writers, Costa Rica.

Introducción

El periodismo en Costa Rica se inicia en 1833, con la edición, simultáneamente, de dos semanarios: El Noticioso Universal y El Correo de Costa Rica; el primero comienza su circulación en diciembre de ese año y el segundo, en enero de 1834. Es el último país en Centroamérica en importar la imprenta y en editar periódicos. En Guatemala, por su condición de Capitanía General del Istmo, se introdujo la primera imprenta en 1660 y La Gaceta de Guatemala circula a partir de 1729. En El Salvador se divulga el Semanario Político Mercantil desde 1824. Cinco años después se publica La Gaceta del Gobierno en Honduras y al año siguiente sale El Telégrafo Nicaragüense.

Todas las otrora provincias del Virreinato de Nueva España tienen en común que las imprentas son costeadas con los dineros del erario público y tienen un objetivo específico: servir a los intereses políticos o religiosos. A diferencia de estas, el gobierno de la provincia y luego del Estado de Costa Rica nunca logra reunir el dinero suficiente para hacer la compra de la máquina. Debió esperar a que un empresario cafetalero, Miguel Carranza, hiciera la inversión en 1830 y, a partir de la instalación de la máquina, el Estado se convierte en su principal cliente. Casi de inmediato, una segunda imprenta, no oficial, fue instalada por el político Joaquín Bernardo Calvo en cuyas máquinas se imprimió El Noticioso Universal.

Quienes primero escribieron en los periódicos fueron los escritores de la época, pocos, ciertamente, pues se trataba de una población diminuta -60.000 habitantes- y, en su mayoría, analfabeta. Estas personas, que asumen luego de 1825 la dirección del naciente Estado, impregnadas de las ideas de progreso e ilustración, aceptan la tarea de organizar la esfera pública de la cultura en la que impera la autoridad clerical. Las manifestaciones de la organización se evidencian en la creación de Tertulias Patrióticas, entre 1822 y 1833, la introducción de las imprentas, la edición de periódicos y libros, la aprobación de las primeras reglamentaciones sobre la libertad de expresión, la apertura de salones de lectura, la creación de las primeras librerías, la instauración de la Casa de Enseñanza de Santo Tomás convertida en Universidad a partir de 1843

La viabilidad del proyecto fue deudor de los nuevos recursos y posibilidades de crecimiento que generaba la exportación del café a Inglaterra. Con la comercialización del que se llamó “el grano de oro” por los ingresos que generaba, se inició una paulatina pero inexorable transformación económica, política y cultural del país, en la que no todos los sectores tuvieron igual acceso al control del Estado o a las bondades del mercado, el progreso y la modernidad.

La prensa se convierte en una trinchera desde la cual quienes escriben difunden sus puntos de vista acerca del desarrollo sociocultural del país, particularmente “se consolida el principal conjunto de temas de la cultura como la Libertad, el Progreso, la Educación y el Derecho”.1 En las páginas de los impresos se exponen y perfilan las ideas de modernidad sobre las cuales se construye la idea de nación.

El objetivo de este texto es determinar la participación de los escritores y las escritoras en la prensa costarricenses y el papel que ha jugado este medio para la divulgación literaria. El recorrido para cumplir con esos propósitos inicia en 1833 y acaba en 1950, de manera tal que la larga duración permite reconocer los cambios y las continuidades en el tiempo y, por tanto, efectuar un análisis comparativo.

Se revisaron los periódicos editados en ese periodo y se clasificaron según sus intereses, de manera tal que se pone énfasis en los denominados literarios sin descuidar las secciones literarias que van surgiendo conforme avanza el periodismo costarricense.

Prensa y manifestaciones culturales

Tradicionalmente y en especial después de la segunda mitad del siglo XX, se han perfilado dos tendencias generales del periodismo cultural, una llamada, a falta de un mejor nombre, “ilustrada”, referida a las denominadas “bellas artes y letras”, habitualmente difundidas a través de medios especializados dirigidos a círculos sociales o intelectuales; y la segunda, deudora de la antropología cultural, contempla conceptos de cultura popular y, por tanto, es más amplia e integradora que la anterior. Considerando la cultura en el sentido antropológico, es decir, las maneras particulares de pensar, sentir y hacer que tienen los distintos grupos humanos, la cultura popular es una fuente inagotable de aportes cotidianos, heterogéneos en demasía y, por ello, responsable del surgimiento de una serie de especializaciones dentro del periodismo cultural.

La concepción de cultura letrada y elitista conduce, irremediable y desafortunadamente, a una división de los seres humanos entre cultos e incultos. Pero la prensa también era elitista. “La prensa nace en el mundo letrado para el mundo letrado. Es el ágora de una república de lectores, que fue creciendo a partir de la imprenta y se volvió cada vez más importante. Nació, naturalmente, elitista, porque pocos leían. Sus redactores y lectores eran gente de libros.” Por esa razón, es una prensa más literaria y reflexiva que noticiosa. Los anuncios eran esporádicos, tenía pocas páginas y escasa circulación. “Pasaron siglos, antes de que apareciera el gran público lector y se produjera una combinación notable: grandes escritores y críticos -como Dickens o Sainte-Beuve- publicando en los diarios y leídos como nunca”.2

El periodismo cultural tiene tres campos más claramente desarrollados: El uso de la prensa para informar sobre asuntos culturales, las páginas sobre opinión y crítica literaria y la literatura que se divulga a través de los medios.3

Las tres formas de abordar la prensa cultural han estado presentes en el desarrollo informativo cultural costarricense. Durante los primeros 30 años del siglo XX surge una nueva intelectualidad, que colabora en los periódicos exponiendo una visión crítica de la sociedad y del orden establecido, en apoyo o como gestora de los movimientos sociales. Crea sus propios impresos o participa con secciones específicas en algunos de los periódicos más combativos.

Después de 1930, los periódicos son el reflejo de un grupo social de individuos pensadores que, si bien hereda la búsqueda de un nuevo orden social, comulga con posturas reformistas y política e ideológicamente hace propuestas alternativas al comunismo o al liberalismo radical.

Los ilustrados

Con inspiración en el liberalismo ilustrado, gestores y responsables de impresos, como Carranza, que circulan en la primera mitad del siglo XIX, hacen de los periódicos, medios para expresar sus preocupaciones intelectuales. Tales ideas, según el despotismo ilustrado, no surgen de los sectores populares sino desde arriba. Desciende de los grupos con conocimientos adquiridos a través de la lectura, el estudio sistemático y el convencimiento logrado en el intercambio de ideas durante la comunicación directa y personal.

Estos hombres, proponentes de la ilustración, se valen de los periódicos para llevar sus nuevos mensajes a la sociedad, derramar su sabiduría y dispersar sus ideas. De esta manera, opinan ellos, las mentes dormidas despiertan mediante la instrucción, la divulgación de experiencias ajenas y la adquisición de nuevos conocimientos; con ello se erradica la ignorancia, fuente de todos los males. Los periódicos son un medio para educar y para la difusión de las luces.4

El pensamiento de las luces llegó al Valle Central desde las Universidades de San Carlos de Guatemala y León de Nicaragua, los dos centros educativos a donde asistían los costarricenses antes de la vinculación del país con Europa, gracias a la comercialización y exportación de café. Tras el desarrollo de la actividad comercial, las naciones más apetecidas para realizar estudios fueron otras: Inglaterra y Francia. Con este nuevo rumbo, las obras también se vieron afectadas, pues se acrecentó la lectura de los textos ingleses y franceses del siglo XIX.

Además del café, otros factores favorecieron el atractivo comercial del libro después de 1830: el crecimiento demográfico, la expansión educativa, pública y privada, el proceso de urbanización del casco josefino, la expansión del Estado y la migración de comerciantes, personas artesanas y profesionales procedentes de Europa, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Además, se disponía del efectivo que se deriva de la producción cafetalera; los grupos artesanos y campesinos, ahora con dinero para invertir una parte en libros, preferían los textos más tradicionales; mientras los vecinos más acaudalados se inclinaban por las obras de Robertson y Smith, Byron, Walter Scott y Sue.5

Los periódicos y revistas literarias

Cuarenta años después de iniciada la prensa en el país, hubo un surgimiento copioso de revistas culturales al finalizar el siglo XIX.

En 1870 hay dos elementos que podrían contribuir con la creación de este tipo de prensa. Por una parte, la oligarquía cafetalera que apuntala su posición hegemónica, también “procura consolidar… un Estado Nacional con sus correspondientes aparatos ideológicos uniformados bajo el signo del liberalismo político y del positivismo filosófico”.6 El proyecto de elaboración de una nación genera una relación compleja y conflictiva entre la cultura de la élite urbana y la cultura popular y campesina; entre unos grupos de escritores, ligados a las representaciones occidentales modernas de civilización y progreso; y otros, a la cultura oral, tradicional y religiosa.7

Estos usan las páginas de los periódicos y de los impresos culturales para crear el sentimiento de comunidad nacional compartida a través de la difusión de producciones literarias nacionales e internacionales, las fotografías y los grabados. Esta práctica está aparejada con una serie de transformaciones que afectan todos los ámbitos: La legislación, la educación, la vida cotidiana, la infraestructura de la ciudad. Por una parte, se producen héroes y gestas, himnos, monumentos, una historia, una mitología, una cultura y una literatura nacionales. Se inauguran el Archivo Nacional -1881-, el Museo Nacional -1887-, la Biblioteca Nacional -1888-, el Teatro Nacional -1897-. En el proceso de creación se introduce el tranvía y el alumbrado eléctricos, los telégrafos, teléfonos, ferrocarriles, etc.

Por otra parte, la puesta en marcha del proyecto nacional es asumida por una élite letrada compuesta por intelectuales, políticos, maestros, historiadores y escritores que se han dado en llamar “la generación del Olimpo”. Ellos se encargan de crear la mitología oficial mientras los políticos generan las bases legales e institucionales del nuevo Estado. Estos hombres fueron los primeros en publicar sus creaciones a través de libros o de revistas literarias, “elaboran modelos sistemáticos de representación literaria de la realidad nacional, partiendo de criterios de exclusión o distribución jerárquica de los discursos y los grupos sociales según los géneros y las funciones literarias”.8

Buena parte de estos hombres y otros que no pertenecían al Olimpo, editaron, dirigieron y escribieron periódicos, culturales algunos, políticos otros e informativos con secciones permanentes para la difusión de la literatura. Escritores como Carlos Gagini, Pío Víquez, Juan Fernández y Aquileo Echeverría, aparecen firmando artículos en múltiples impresos. El primero de los mencionados, no solo es el redactor oficial de Costa Rica Ilustrada desde 1890, sino que es su único responsable después de 1891 hasta un año después cuando la revista deja de circular. Lograr que un periódico dirigido a un público selecto alcance cuatro años de circulación -1888-1892-, con escasa publicidad y regularidad relativa, constituye un triunfo sin precedentes en la Costa Rica decimonónica y sugiere que se empieza a consolidar un grupo lector con interés en la literatura nacional e internacional, un contenido diferente al ofrecido en el mercado hasta ese momento.

El papel de redactor responsable de Gagini explica, en buena medida, la cantidad de notas que publica, 24 en 41 números del periódico, y además colabora en el Diario Costarricense que circula en 1888. Sin embargo, hay otros cuya producción periodística es aún mayor y muy diversa. Por ejemplo, el español Juan Fernández Ferraz, profesor de colegio, aparece publicando en El Costarricense desde 1876, luego en El Tiempo, semanario que se edita en 1882, y es director de La Enseñanza dos años después. Actúa como colaborador del Diario de Costa Rica en 1885 y paralelamente del El Maestro, que sale a la luz pública ese mismo año. En 1887, participa en El Boccacio, periódico dirigido por Aquileo J. Echeverría; un año más tarde aparecen sus escritos en La Nación, Un Periódico y El Correo de Costa Rica, simultáneamente. Para 1889, es colaborador en La Prensa Libre como lo es en ese mismo período de Costa Rica Ilustrada.9 Los temas de Fernández Ferraz son diversos: geografía, filosofía, lingüística, educación y moral. Los asuntos políticos son absolutamente marginales, mientras la poesía ocupa el más alto rubro.

A diferencia de Juan Fernández, el filósofo, abogado, maestro y escritor Pío Víquez se introduce en temas políticos y en la crítica literaria nacional e internacional, pero la poesía es la que ocupa el lugar más importante numéricamente en sus publicaciones. Similar a Fernández, Pío Víquez dirige varios impresos en los últimos 20 años del siglo XIX y colabora en otros. En 1879 escribe en Un Periódico Nuevo, un año después en La Nación, en 1882 en La Nave, en El Diario de Costa Rica y en La Evolución que surgen en 1885, en La República y en El Anunciador Costarricense que salen a la luz pública en 1886 y 1887 respectivamente, además de Costa Rica Ilustrada, El Heraldo y El Costarricense.10

Esta situación muestra con claridad una diferencia con la actividad periodística que se efectúa en la segunda mitad del siglo XX. Los periodistas de planta, profesionales después de 1971, se ocupan en un solo medio de comunicación y su actividad en otros es considerada traición y motivo de despido, porque son empleados de la empresa capitalista que es el medio de comunicación.11 A finales del siglo decimonónico, la actividad de escritor no es un oficio permanente ni remunerado. Los periódicos subsisten en mucho por la publicidad, pero las ganancias las obtiene la figura del dueño del impreso, del director y del editor -algunas veces varios editores- responsables, más el propietario del taller de impresión; solo esporádicamente las colaboraciones son canceladas al escritor. De hecho, igual como ocurre desde 1833, quienes desean ver sus pensamientos circulando en un impreso deben pagar al responsable del periódico un importe que se fija según el tipo de letra que se elija, la extensión del texto y los elementos icónicos que lo acompañan. El costo por un texto oscila entre 0,30 centavos y un peso, si es compuesto en cuarto mayor. Si se acompaña de cuadros, el valor asciende. En este caso, el escritor tiene que pagar desde un peso con 20 centavos hasta dos pesos con 80 centavos. Por este último precio el cuadro no solo se levanta en cuarto mayor, sino que además tiene rayas verticales y horizontales, “...ocupado su centro con letras y una ó más columnas de guarismos”.12 Independientemente de la fijación de estos rubros, en la Imprenta Nacional, es el oficial mayor del establecimiento el que fija:

“...el precio de los trabajos que se ejecuten en la imprenta y deban ser pagados [y, de hecho, el reglamento del taller establece con claridad que] ningún trabajo de carácter privado ó particular será ejecutado en la Imprenta, sin pago anticipado de su valor”.13

Se escribe, entonces, por interés personal, por el deseo exclusivo de hacer públicos los pensamientos o bien para dar respuesta a una situación particular. Esto último explica el hecho de que los escritores aborden temas diversos, según el momento histórico en el que se desenvuelven. Cuando se discute en la cúpula gubernamental la reforma educativa que culmina en 1888,14 las notas sobre este asunto son abundantes, al acercarse una campaña electoral, las informaciones políticas proliferan.

Entre tanto, en este período es frecuente encontrar a muchos de los escritores que participan con más frecuencia en los impresos, uniéndose para publicar periódicos: Pío Víquez es el editor responsable de La Evolución en 1885, y con él participan Juan Fernández Ferraz y Leonidas Pacheco.

El Diario de Costa Rica, que inicia su circulación en 1885, es escrito por los mencionados más Emilio Pacheco y Rafael Machado. Todos son redactores o responsables en varios periódicos: La República en 1886, Costa Rica Ilustrada, El Anunciador Costarricense, Diario Costarricense, Un Periódico y El Correo de Costa Rica, los tres últimos editados desde 1888. En La Prensa Libre de 1889, dirigida por el salvadoreño Francisco Gavidia, vuelven a aparecer los nombres de los escritores mencionados, lo mismo que en El Heraldo de Costa Rica, dirigido por Víquez.

Estas relaciones tienen su explicación en el hecho de que se está en presencia de un grupo de intelectuales que orientan la opinión pública. Entre ellos, no obstante, existen diferencias.15 Son un grupo crítico de eruditos y profesionales especializados que juegan el papel de ideólogos del Estado y de la sociedad oligárquica.16

Las fuentes de inspiración de los escritores están ligadas a la circulación libresca de la Costa Rica de ese período.17 Las lecturas de Descartes, Hamlet, Tales y Sócrates motivan los artículos que sobre filosofía publica Juan Fernández Ferraz en Costa Rica Ilustrada en 1890.18 Entre tanto, James Paget, Cobbe y Spencer, le permiten a Francisco Gavidia hacer un análisis sobre la pedagogía en la revista mencionada.19 Las lecturas de Víctor Hugo, Zola y Alfredo Musset le otorgan elementos a Leonidas Pacheco para desarrollar una extensa prosa sobre el naturalismo.20

Los editores responsables de Costa Rica Ilustrada no se contentan solo con ocupar las obras de autores internacionales como referencia, deciden publicar extractos de esos escritos directamente. Los textos del francés Emile Zola son editados con alguna frecuencia, lo que significa que los intelectuales costarricenses tienen un conocimiento actualizado de lo que se hace en otras latitudes y que tiene impacto mundial. Recién en 1868, Zola afirma lo sustancial de su tesis en el prefacio de la segunda edición de su Thérèse Raquin, argumentando su posición respecto al nexo indisoluble que debe existir entre las ciencias experimentales y la literatura; Zola aspira a convertir al artista en un científico, en un observador y experimentador a la vez.21 Poco más de dos décadas después, los intelectuales costarricenses ya discuten las posiciones del francés con gran propiedad. Igualmente, las obras de Ricardo Palma y sus referencias literarias ligadas a las tradiciones peruanas, su país de origen, ocupan un lugar especial y numéricamente importante en la revista, lo mismo que los escritos de Víctor Hugo.

Los periódicos costarricenses se nutren de artículos divulgados en la prensa europea, especialmente la española, y de publicaciones latinoamericanas, aunque la mención del origen de lo expuesto al final del texto, a diferencia de lo que ocurre a mediados del siglo XIX, no es frecuente. Sin embargo, sus avisos delatan el uso de tales fuentes. Por ejemplo, en la sección dedicada a espacios publicitarios de Costa Rica Ilustrada, se avisa la venta en San José, de “El mundo de los niños [que] se publica en Madrid [y se recomienda como] ...el mejor periódico para la niñez”. Igualmente, se anuncia la publicación del Rigoleto, Semanario Satírico Ilustrado de Argentina,22 y del Parmaso Venezolano, una “publicación económica emprendida con el objeto de popularizar las poesías de los ingenios de Venezuela”.23

Entre tanto, las mujeres costarricenses empiezan también a tener una participación más activa en la prensa. Hasta este momento, sus publicaciones son principalmente poesía, aunque los editores publican críticas literarias y teatrales escritas por mujeres que salen a la luz pública, en su mayoría, en periódicos españoles. Llama la atención el hecho de que sus escritos son muy frecuentes, en particular en Costa Rica Ilustrada, lo que indica que se inician en el campo de la literatura más que en otro espacio; pero, además, señala un cambio en la concepción de género: se crea un espacio público para la mujer, distinto a los existentes hasta entonces.24

No obstante este despliegue, la población de Costa Rica es mayoritariamente analfabeta. En 1883, un 85,30% 25 de la población carece de instrucción y un 80,17% en 1892.26 Por tanto, los textos están dirigidos a un minúsculo grupo de intelectuales que son quienes escriben y quienes discrepan y acuerdan.

Textos literarios más que políticos

Quienes tienen la responsabilidad sobre el contenido de los impresos que circulan después de 1870 y hasta iniciar el siglo XX, son políticos, profesionales, escritores autodidactas, obreros, comerciantes en el menor número de casos y artesanos. La mayoría no se menciona en las fuentes secundarias consultadas en este trabajo.

Esto último es importante, si se considera que historiadores liberales dan espacio a quienes ocupan puestos gubernamentales o se destacan en el campo académico o económico. Esto explica la aparición en la escena periodística de personas hasta ahora desconocidas en la historiografía nacional. Es probable que se trate de obreros -asalariados, por lo menos en el caso de los editores y colaboradores de El Artesano-, que inician su tarea de escritores con el fin de buscar espacios para hacer públicas las ideas de un sector de la población que prolifera y se consolida en este momento, cuando Costa Rica bajo el gobierno de la ideología liberal, camina en el sendero capitalista, ahora claramente definido.

En general, los escritores de periódicos de fines del siglo XIX tienen una participación política marginal, si se les compara con los que redactan impresos treinta años antes; son más intelectuales que políticos electorales, solo el 28% de ellos ocupa curules importantes como diputados, secretarios de Estado o representantes en el exterior y son ellos los privilegiados en la historia oficial. Además, es digno de mención el hecho de que el último grupo mencionado son hombres que inician su participación en la vida pública a través de los impresos y lo hacen a muy corta edad, a 22 años y seis meses como promedio, probablemente cuando están concluyendo sus estudios superiores o son alumnos aventajados en secundaria.27

Mientras a mediados del siglo, la mayoría de los escritores ocupan el puesto de Presidente de la República, de la Corte Suprema de Justicia o de la Asamblea Legislativa, al finalizar la centuria, muchos de los escritores ni siquiera tienen un lugar en las oficinas gubernamentales. Buena parte de aquellos que realizan tareas para el Estado lo hacen en la Biblioteca Nacional, en el Archivo Nacional o en la Imprenta Nacional, sitios donde desarrollan más una actividad intelectual que política.

Por otra parte, algunos de ellos son masones, una agrupación liberal y secreta a la cual se alían quienes simpatizan con los ideales liberales: Emilio Pacheco, José María Alfaro, Aquileo Echeverría y Ernesto Schroeder,28 un porcentaje reducido -12,5%- de los escritores más frecuentes, si se le compara con el número de masones que publican en los periódicos en el período de 1851 a 1870, -el 30%-.29

Los primeros 30 años del siglo XX

Con el estreno del siglo XX también se afianza una tendencia que es ya evidente al finalizar el siglo decimonónico: los impresos dedicados fundamentalmente a divulgar las creaciones artísticas de nacionales o extranjeros y al análisis de obras literarias. En 1888 había iniciado la circulación de la revista semanal Costa Rica Ilustrada, cuyo objetivo era “…fomentar el cultivo de las letras y apoyar á los talentos que vegetan en la oscuridad y que tienen derecho á un poco de aire, de luz, de hora y de gloria”.30 Para lograr este propósito, solicitaban la “cooperación activa é inteligente á todos aquellos que, sintiendo en el alma las grandes tempestades de pasión y de sentimiento, buscan en la poesía y en el arte refugio seguro contra la realidad abrumadora…”.31

Ya 30 décadas antes, en 1857, se divulgaba todos los jueves El Pasatiempo, un periódico de 4 páginas cuyo fin era, además de servir de distracción, “fomentar el gusto por la literatura y bellas artes… [ pues el periodismo, según aseveran, es] la gran palanca de Arquímedes que remueve la ignorancia”32. Se trata, posiblemente de la primera publicación que surge con el objetivo exclusivo de estimular “el gusto por la literatura y las bellas artes”, un periodismo cultural.

Veintisiete años más tarde circula, cada 15 días, La Hoja, órgano de la sociedad científico-literaria “El Porvenir”.33 Este periódico -además de tratar el tema de la enseñanza, fundamental en ese momento de definición y finalmente aprobación de la reforma educativa que hizo gratuita, costeada por el Estado y obligatoria la educación primaria para todas las personas en edad escolar- incorpora composiciones poéticas de costarricenses. En este periodo, es más frecuente que quienes escriben publiquen sus obras en los periódicos que en otros formatos. Se trata de un periódico en dos columnas, de 8 páginas y editado en la Imprenta el Álbum. Su vida fue efímera -5 meses- pero estuvieron presentes los que a la postre conformaron la denominada “generación del Olimpo” y quienes se encargarían de Costa Rica Ilustrada. La Hoja es, pues, la experiencia previa.

En 1903, El Entreacto surge para ocuparse “como su nombre lo indica… de las representaciones de la presente temporada en el Teatro Nacional -abierto al público en 1897-”. El periódico proporciona el “…programa [que] comprende la publicación del argumento de cada ópera que la Empresa Lambardi ponga en escena; la crónica del desempeño de cada obra; una sección de anuncios, a precios módicos y fijos, y otra comprensiva de lectura amena y variada…”.34

En los albores del periodismo nacional y hasta 1860, aproximadamente, los escritores de periódicos eran en su mayoría políticos, hombres vinculados a las instituciones gubernamentales como secretarios, diputados, munícipes y hasta presidentes de la República.35 En las últimas tres décadas del siglo decimonónico, los responsables de los impresos son escritores casi en su totalidad, destacados a nivel nacional e internacional.36 Llama la atención que en el siglo XX los escritores, ciertamente siguen teniendo una participación asidua en los periódicos ocupando puestos destacados. De los 41 escritores que están en posiciones claves en los medios informativos entre 1900 y 1930, 18 son redactores, 14 son directores, 5 son dueños y 5 editores. El número de personas de letras con participación activa en los periódicos coincide exactamente con la cuantía total de “escritores” que arroja el censo de 1927 –41 hombres y 3 mujeres-.37 Es posible señalar, entonces, que la mayoría colaboran en los medios de comunicación social impresa y, por tanto, considera a la prensa como un espacio para exponer sus creaciones o para colocar en el tapete de la discusión pública sus ideas, a sabiendas de que este público es más amplio y heterogéneo de aquel al cual, por lo general, dirigen sus obras literarias. Para entonces, la población alfabetizada asciende al 85,7% en las ciudades, al 66,8% en el campo y al 59,7% en las villas.38

Quienes escriben en Costa Rica no son personal redactor de planta, permanente ni recolector de información. Sus colaboraciones son esporádicas y se combinan con textos de extranjeros. Tales contribuciones constituyen, para el medio, un anzuelo para la atracción de público lector y, a la vez, un respaldo a la calidad del impreso; de hecho, el diario La Prensa Libre de enero de 1903 titula una nota “MEJORAS” para informar que “desde este mes contamos con los servicios de la “Prensa Internacional asociación de escritores Latino-americanos establecida recientemente en Nueva York, y en la cual figuran escritores conocidos ya en Costa Rica y especialmente en nuestros abonados, por haber sido corredactores de éste diario durante el tiempo en que vinieron a este país…”.39

A principios del siglo XX, el interés del periódico no es la primicia noticiosa, lo que le otorga una reputación favorable es el texto que publique y, para que este sea sinónimo de calidad, debe ser escrito por alguien con prestigio en el área literaria, eso explica la importancia que La Prensa Libre, como otros medios, les proporciona a los textos literarios colocándolos en la primera página del diario. En febrero de 1903, el periódico mencionado titula la nota principal como “Literatura” para introducir el texto del poeta colombiano “…don Ismael Enrique Arciniegas [con cuyas obras] hemos engalanado nuestros números de los sábados… hoy este apreciable caballero nos ha honrado con una de sus composiciones inéditas la que aparece en nuestra primera planta”.40 Incluso, cuando un escritor extranjero arriba al país, el diario se apresura a poner a su disposición las páginas a efecto de obtener su contribución, como ocurre con la llegada del “…literato y periodista antioqueño…” Ismael Vásquez I., a quien el periódico saluda al día siguiente de su arribo y pone “…a sus órdenes las columnas de este diario”.41 De esta manera se establece una alianza conveniente entre el periódico y quienes escriben literatura: por una parte, el primero obtiene ganancias con las producciones y el segundo grupo da a conocer sus creaciones y las somete al escrutinio público antes de lanzar su obra al mercado en forma de libro.

Algunos medios se convierten en sitios especialmente dedicados a la difusión de las obras destacadas, o bien en trinchera de lucha desde donde los grupos escritores exponen sus posiciones ante las actividades y actitudes políticas y económicas. De hecho, como exhibe el gráfico 2, la mayoría de las revistas literarias surge entre los años de 1911 y 1930. El bisemanal Actualidades es redactado en 1916 por Ricardo Fernández Guardia, Mario Sancho, Leonidas Pacheco, Julián Marchena, Rómulo Tovar, José Olivares, Armando Sue de Lis y Guillermo Vargas, entre otros. En el número inicial, su director y editor, Francisco Soler, evidencia que quienes emprenden la empresa, son un grupo con un pensamiento avanzado, incluso se presentan con un titular muy sugerente en tal sentido “AQUÍ ESTAMOS” para continuar, línea seguida con su propuesta “allá va una hoja más, confiados, como el viejo filósofo Bretón, en que las palabras no se pierden sino por el contrario, lo mismo que las semillas que cayeron en las monstruosas sepulturas de los faraones, fructifican al final de los siglos al ser bañadas por la luz”. Estos “iluminados” lanzan con esta hoja al país “el dado… y en la conciencia pública está que no pintará señal de fortuna…” más aun, explicitan su propósito de la siguiente manera “…tenemos en deseo, y de ello nos gloriamos, dejar una documentación de los manejos actuales para que sirva de enseñanza a los hombres que lleguen en un porvenir, quizá lejano, con el morral cargado de buenas intenciones, pero efectivas: y, además, con fuerzas para que sus palabras de promesa no queden en la triste condición de estribillos acreedores al sonsonete de una ópera bufa”.42 De esta manera se arrojan el papel de fiscales de la función pública, denuncian, decretan, juzgan, absuelven o condenan. Además, se presentan como un grupo neutro en el espectro social, ni ricos ni pobres, pero con el poder y sobre todo la capacidad de opinar, que les brinda su condición de intelectuales, de pensantes.

“Que sea ACTUALIDADES una tribuna abierta a todos los que siendo aun dignos, quieran ser patriotas y fuertes para temblor y escarnio de los menguados y débiles, de los que silban y muerden, de los que se arrastran y muerden. Que sea un clarín de oro desde donde repercutan a través del ambiente envenenado de nuestra pasajera decadencia, los ecos de triunfantes buenas nuevas; y que en gracia de sutiles transformismos asequibles a la obra del pensamiento tiene a acometer, se descargue de cuando en cuando, como un látigo crujiente sobre las espal [sic] de los perversos, quienes quiera que ellos sean y donde quiera que se encuentren”.43

Desde esta trinchera, despliegan sus pensamientos y hacen alarde del dominio de la pluma y de sus conocimientos para oponerse a las disposiciones gubernamentales de manera vehemente, en particular enfilan sus críticas contra la reforma tributaria que pretende llevar a cabo el entonces presidente González Víquez. El periódico tuvo una vida efímera, quizá porque se convierte en poco tiempo en un impreso político; además, carece de avisos publicitarios que le permitan las erogaciones para sostener una empresa como esta.

Páginas Ilustradas es una revista quincenal propiedad de Próspero Calderón. En 1910, al celebrar el sexto cumpleaños de la publicación, reiteran sus objetivos:

“En las columnas de esta revista se ha dado amable acogida á las producciones científicas, literarias ó artísticas de casi todos los talentos del país, y no se ha puesto trabas á quienes han querido debatir los principios del deber y del derecho, del respeto y del amor, de la justicia y la caridad, y de todo cuanto informa y da vida á la sociedad moderna en sus complejas manifestaciones Así hemos logrado por medio del esfuerzo tenaz y entusiasta hacer de esta revista un sincero exponente de la cultura nacional…”.44

Esta revista, cuyo único ingreso es la venta a pregón, dedica sus páginas a divulgar la creación artística, como indica en sus objetivos, de los principales exponentes de la intelectualidad costarricense del periodo. Pero, además, tenía una participación diligente en actividades acordes con sus propósitos. Al finalizar 1909, organizó tres: una en el Teatro Nacional, tendiente a la consecución de fondos para ayudar a los damnificados de Málaga y:

“consecuente con sus propósitos, verificó el 22 de diciembre de 1907 [organizó] una velada … para celebrar el LXXXVII aniversario de nuestra emancipación política, organizó en septiembre próximo pasado, por primera vez en Costa Rica, los Juegos Florales, y con este festival, el Concurso Científico-Literario, cuyos trabajos premiados forman el presente número extraordinario de Páginas Ilustradas, edición que ha sido generosamente costeada por el Gobierno del señor Presiden-te González Víquez”.45

Quienes escriben colaboran en varios periódicos simultáneamente. En el diario El Imparcial, que circula en San José entre 1915 y 1916, participan, entre otros, José Albertazi y José Fabio Garnier. Por su parte, en El Fígaro contribuyen Jenaro Cardona y Rubén Coto. Ricardo Fernández fue redactor del diario La Información y a la vez lo era también del bisemanario Actualidades. Rogelio Fernández era a su vez editor de Don Quijote y director de El Derecho, en 1901. Dirige, en sus inicios, El Imparcial y el Diario de la Tarde, en 1915, único periódico de la tendencia de González Flores.46

Una parte de estos grupos son también profesionales del derecho: cinco son redactores y tres directores de medios impresos -véase el cuadro 1-. El Licenciado Rómulo Tovar fue director de los diarios La Tribuna en 1909 y de La Prensa en 1922, el licenciado Asdrúbal Villalobos lo fue también del diario La Prensa en 1927. Entre tanto, Albertazi, Sancho y Pacheco, ya mencionados, son también abogados. Algunos de estos profesionales, tienen frecuente presencia en los periódicos: Manuel González Zeledón, fue redactor y editor del diario El País en 1901, mientras José María Zeledón fungió como director de varios periódicos en distintos periodos: El Fígaro en el quinquenio que se ubica entre 1900 y 1905; en 1901 simultáneamente también dirige el diario El Heraldo de Costa Rica; ocupó el mismo puesto en Renovación, un quincenal que circuló entre 1911 y 1913. Igual lo fue del diario La Prensa en 1923 y dos años antes, redactor del periódico político El Derecho. José María Zeledón es abogado, además de incursionar en la política y en las letras.

Prensa combativa

Al iniciar el siglo XX, la cuestión social se hace sentir en el país. Las crisis del estado liberal y del capitalismo agrario, aunado a la consolidación del enclave bananero, el cierre de mercados producto de la I Guerra Mundial, las reformas tributarias y la corta dictadura de Federico Tinoco, son factores que contribuyeron a la formación de grupos combativos en busca de mejores condiciones laborales y sociales. Desde finales del siglo XIX, la creciente diferenciación social se agudiza. Los sectores campesinos desposeídos, artesanas y artesanos desplazados por la incipiente industria, personal trabajador asalariado y explotación de mano de obra femenina e infantil, además de la inseguridad laboral y el desarraigo favorecieron el surgimiento de organizaciones gremiales y sindicatos que, amén de las huelgas y manifestaciones sociales, publicaron sus propios periódicos reformistas.

Cuadro 1

Distribución de los responsables de periódicos según oficio y puesto que ocupan en el periódico (1900-1930)

Puesto en el periódico

Oficio

Administrador

Director

Dueño

Editor

Redactor

Otro

Total

Literato

1

4

1

3

8

17

Político

1

1

2

2

4

2

12

Escritor y político

3

1

1

5

Educador

6

2

8

Periodista

1

2

5

2

10

Abogado y político

13

2

5

20

Abogado y escritor

3

5

8

Abogado, escritor y político

4

1

2

7

Total

3

36

10

7

29

2

87

Fuente: Periódicos 1900-1930, Guía comercial 1905, Libro Azul de Costa Rica, Censos de Población 1904, 1927.

A los movimientos sociales se unen jóvenes intelectuales que, en su mayoría, tienen la responsabilidad sobre los impresos que circulan periódicamente. En estos, se promovía el cambio social y político, se abogaba por una sociedad más justa y plena. Prevalecen las ideas ácratas, anarquistas o socialistas, deudoras de población inmigrante española, italiana y francesa.

Los periódicos Sanción, Cultura, Renovación, El Derecho, por ejemplo, revelan el ideario anarquista. De hecho, en las primeras décadas del siglo XX, los periódicos se preocupan por la cuestión obrera, que más tarde se decanta en la cuestión social. Esos nuevos grupos intelectuales se vinculan a la prensa, como habían hecho sus iguales en el siglo XIX, pero esta vez lo hacen de manera estrecha y en franca colaboración con las organizaciones de las clases artesano-obrera-urbanas.

De las revistas publicadas en Costa Rica durante las tres primeras décadas del siglo XX, convulsas y cambiantes, Repertorio Americano, dirigida por Joaquín García Monge, fue la que tuvo la mayor difusión fuera del país, con un apoyo continental, y la que logró una mayor duración, de 1919 a 1958.

Esta prensa mezcla eclécticamente “el espiritualismo teosófico, el decantismo europeo, el anarquismo de Kropotkin, el cristianismo socialista de Tolstoi, y el idealismo difundido por el ensayo Ariel -1900- del uruguayo J. E. Rodó”.47

Las décadas de 1930 a 1950

Una serie de factores afectan al periodismo nacional en los años de 1930 a 1950: la primera y segunda guerra mundial, la crisis económica de los años 30, la guerra fría, las ciudades crecen mientras surgen nuevos sujetos históricos activos: clases medias, trabajadores-obreros, grupos de intelectuales que reflexionan en torno a la diversidad étnica, y cultural, al mestizaje, a la nación. El conflicto social recrudece a la sombra de la división este-oeste -luchas antiimperialistas-. El surgimiento y consolidación de nuevos medios informativos como la radio y el cine -la televisión llegará hasta el final de la década de 1950-, obligan a la prensa escrita a repensarse y a replantear su función en la sociedad. Producto de esta reflexión -consciente o inconsciente- se remoza el formato y la forma de escribir las noticias.

Los sujetos periodistas, ahora escritores oficiales y trabajadores de planta de los impresos, buscan la noticia, se preocupan por la inmediatez y por la exposición clara de los contenidos.

A pesar de la metamorfosis periodística, la política sigue siendo, y quizá con mayor ímpetu que antes, un eje clave de los diarios y semanarios que emergen. A cada periódico se le atribuye la pertenencia a un partido político, caudillista ciertamente.

No obstante, los sectores intelectuales de la época, herederos de las posturas de la generación anterior, continúan publicando en los periódicos. “Los discursos sobre “la decadencia de Occidente”, la crisis del humanismo, el impacto de la técnica, los nuevos medios masivos de comunicación, la masificación y la maquinización en la vida social, la reflexión sobre el nuevo arte de vanguardia y sus presupuestos estético-filosóficos, se introducen en los periódicos y revistas nacionales… en influyen en mayor o menor grado en las discusiones políticas e ideológicas o en las producciones artísticas y literarias”.48

Además de publicar las creaciones artísticas en los periódicos de circulación nacional o local, los grupos intelectuales crean sus propias revistas. Ambas prácticas son frecuentes desde la década de 1910 y se consolidan al llegar a mediados del siglo XX.

Los contenidos, sin embargo, especialmente en las revistas, varían: “empieza a restringir su carácter amplio y a especializarse dentro de una orientación que, sin dejar totalmente de lado el aspecto literario, se orienta hacia los aspectos sociológicos, políticos y económicos. La tendencia política de las nuevas revistas, a la vez, se aparta del americanismo propio de los veinte y los treinta, a favor de opciones más ceñidas a las aspiraciones de grupos medios y profesionales en ascenso. La reacción ante el régimen liberal… se escinde en las décadas siguientes en diversas posiciones desde el reformismo y la social democracia hasta el comunismo...”.49

Las mujeres, que hasta la década de 1930 participaron tímidamente en los periódicos, en los años posteriores a 1930, colaboran activamente e, incluso, tienen sus propios órganos informativos en forma de revistas. En Nosotras, que es una publicación mensual de la Asociación de Mujeres Carmen Lyra, una de las escritoras más destacadas de Costa Rica, aprovechan las páginas para denunciar, por ejemplo, la situación de “explotación” que sufren los trabajadores bananeros; pero también para exponer sus creaciones artísticas y las de otras mujeres que participan en la empresa, y brindar un homenaje póstumo a la escritora Carmen Lyra.

Otra de las revistas que circula en esa época es Rincón, amén de los diversos impresos preocupados por la educación, la moral, la ética y los derechos de las mujeres. En esta revista, por ejemplo, el único interés del grupo de jóvenes que la editan es que los artistas y las artistas tengan un sitio donde exponer sus obras. Es un impreso de corta vida y poca colaboración, pero un intento por alejar la política de la literatura. A pesar del uso del color y de la ilustración de una fotografía de una escultura, sigue siendo una revista muy tradicional en su diagramación

Para este período es frecuente que los periódicos mantengan secciones dedicadas exclusivamente a los textos literarios nacionales o extranjeros. Dos ejemplos son Telégrafo y El Tiempo, el primero, publicado en 1948 y el segundo en 1929. Por lo general, se trata de una página claramente diagramada que inserta textos de artistas, que se han reconocido o no, nacionales o internacionales. Intercalan poesía y prosa, pero también grabados y pinturas. El Demócrata, por ejemplo, una revista mensual que se edita 1941 y reaparece en 1949, imprime las obras del pintor Max Jiménez.

Conclusión

La prensa y la literatura en Costa Rica han hecho sendero con una complicidad que se evidencia no solo en las publicaciones esporádicas o permanentes en los periódicos, sino también en las revistas y los periódicos dedicados exclusivamente a la literatura.

Desde 1833 y aun en el siglo XXI, muchos de quienes escriben y son responsables de los periódicos son personas que entremezclan ser periodistas y escribir literatura, algunas con más talento que otras. La prensa fue una trinchera desde la cual se divulgaban las obras antes de convertirse en textos independientes, pues no existían editoriales que asumieran la publicación.

La preocupación gubernamental de favorecer la educación de la población amplió las posibilidades de un público lector y, por tanto, estimuló la producción literaria.

Hacia 1920, con el establecimiento de la radiodifusión en el país, las posibilidades de divulgación de las obras se ampliaron. Las personas analfabetas tuvieron acceso a obras a las que antes no podían llegar. Ciertamente es un tema muy poco estudiado en el país y con pocas posibilidades de avance en tanto las fuentes primarias referentes a la programación radial nunca se conservaron.

El cine, luego de la segunda década del siglo XX, fue un lugar para la puesta en práctica de otro tipo de arte sin mucho éxito. La literatura escasamente se ha puesto en escena en la pantalla grande.

El teatro sí ha logrado convertirse en una fuente de divulgación de la literatura nacional, pero el público es poco si se le compara con la población que tiene acceso a la prensa.

Los retos aún persisten. Es preciso fomentar las investigaciones que permitan dilucidar la historia de la comunicación y su vinculación con las obras literarias, y recomendar elementos capaces de favorecer el desarrollo.


1 Gerardo Molina, Cultura oligárquica y nueva intelectualidad en Costa Rica (1880-1914) (San José, Costa Rica: EUNA, 1995), 63.

2 Gabriel Zaid, “Periodismo cultural”, Letras Libres, s.n. (marzo 2006): http://www.letraslibres.com/index.php?art=11124. (Fecha de acceso: 18 de agosto, 2011).

3 Alejandro Lizano, “Descifrando el Jabberwocky: Definición del periodismo informativo cultural en Costa Rica”, ponencia presentada en V Jornadas de investigación y acción social de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva de la Universidad de Costa Rica, mayo, 2011. Lizano clasifica el periodismo cultural así: Periodismo informativo cultural, periodismo cultural de opinión y periodismo de creación -literaria-.

4 Patricia Vega, De la imprenta al periódico. Historia de la comunicación social impresa en Costa Rica (1821-1950) (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 1995).

5 Mario Oliva, Artesanos y obreros costarricenses (1880-1914) (San José, Costa Rica: ECR, 1985), 158.

6 Álvaro Quesada, Breve historia de la literatura costarricense (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 2000), 12.

7 Sobre la relación prensa-literatura-identidad nacional, véase: Flora Ovares, Margarita Rojas, Carlos Santander y María Carvallo, La casa paterna. Escritura y nación en Costa Rica (San José, Costa Rica: EUCR, 1993).

8 Quesada, 15.

9 La información se obtiene básicamente de: Adolfo Blen, Historia del periodismo en Costa Rica (San José, Costa Rica: ECR, 1983). El costarricense, 1876, Costa Rica ilustrada, 1888-1892.

10 El Heraldo, Diario Republicano Independiente, 1893.

11 Sobre la situación del periodista en la segunda mitad del siglo XX, véase: Patricia Vega, Vilma Peña y Benito Chacón, El Colegio de Periodistas de Costa Rica: Su historia (San José, Costa Rica: Editorial Castro Madriz, 1989). Patricia Vega, “La situación laboral de la mujer periodista en Costa Rica. Un diagnóstico preliminar”, ponencia presentada en el Primer Congreso Centroamericano de Sindicatos de Periodistas, San José, Costa Rica, 1988. Patricia Vega, “Los periodistas costarricenses en una época de transición del periodismo en Costa Rica (1950-1960)”, Revista de Ciencias Sociales (Costa Rica) 47 (marzo 1990): 27-40; Patricia Vega, “Nacimiento y consolidación de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva”, Revista de Ciencias Sociales (Costa Rica) 57 (septiembre 1992): 67-78; Patricia Vega, “Formando comunicadores”, Revista de Ciencias Sociales (Costa Rica) 64 (junio 1994): 69-83. Sobre el inicio de los escritores de periódicos, véase: Patricia Vega “Los protagonistas de la prensa (1833-1860)”, Revista de Historia (Costa Rica) 28 (julio-diciembre 1993): 61-88.

12 Colección de Leyes y Decretos. Decreto No. LVII. Reglamento de la Imprenta Nacional. San José, 1885, p. 382.

13 Colección de Leyes y Decretos. Decreto No. XXVIII. Reglamento de la Imprenta Nacional. San José, 1881, p. 137.

14 Sobre la reforma educativa véase: Ileana Muñoz, Estado y poder municipal: Un análisis del proceso de centralización escolar en Costa Rica (1821-1888) (Tesis de Maestría en Historia, Universidad de Costa Rica, 1988).

15 Flora Ovares, Literatura de kiosko. Revistas literarias de Costa Rica (1890-1930) (San José, Costa Rica: EUNA, 1994), 5.

16 Steven Palmer, “Sociedad anónima, cultura oficial: Inventando la Nación en Costa Rica (1948-1900)”, en: Héroes al gusto y libros de moda. Sociedad y cambio cultural en Costa Rica (1750-1900), (eds.) Steven Palmer e Iván Molina (San José, Costa Rica: Editorial Porvenir, 1992), 185.

17 Respecto a la producción y distribución de libros en ese período véase: Iván Molina, El que quiera divertirse. Libros y sociedad en Costa Rica (1750-1914) (San José, Costa Rica: EUCR; EUNA, 1995).

18 Costa Rica Ilustrada, 10 de agosto de 1890, p. 29.

19 Costa Rica Ilustrada, 10 de octubre de 1890, p. 81.

20 Costa Rica Ilustrada, 24 de febrero de 1889, p. 76.

21 Juan Durán Luzio, “Un caso de relación literaria: Emile Zola y Joaquín García Monge”, Revista de Filología y Lingüística (Costa Rica) 1-2 (1982): 37-43.

22 Costa Rica Ilustrada, 30 de septiembre de 1890, p. 71.

23 Costa Rica Ilustrada, 15 de septiembre de 1890, p. 55.

24 Sobre la historia de la mujer escritora véase: Fanny Cordero y Maribel Quirós, Historia de las periodistas en Costa Rica (1870-1900) (Tesis de Licenciatura en Periodismo, Universidad de Costa Rica, 1996).

25 Censo de Población, 1883 (San José, Costa Rica: Imprenta Nacional).

26 Censo de Población, 1892 (San José, Costa Rica: Imprenta Nacional).

27 Ramón Zelaya publica cuentos siendo aún estudiante del Liceo de Costa Rica. Costa Rica Ilustrada, 30 de enero de 1891, p. 154.

28 Francisco María Núñez, Periódicos y periodistas (San José, Costa Rica: ECR, 1980), 93.

29 Patricia Vega Jiménez, “El mundo impreso se consolida: Análisis de los periódicos costarricenses (1851-1870)”, Revista de Ciencias Sociales (Costa Rica) 70 (diciembre 1995): 95.

30 Costa Rica Ilustrada, 30 de setiembre, 1890, p. 71.

31 Costa Rica Ilustrada, 29 de agosto 1888, p. 2.

32 El Pasatiempo, 6 de agosto, 1857, p. 2.

33 La Hoja, 9 de agosto, 1884, p. 1.

34 El Entreacto, 14 de abril, 1903, p. 1.

35 Vega, De la imprenta al periódico…

36 Sobre este período, véase: Patricia Vega, “De periodista a literato Los escritores de periódicos costarricense (1870-1890)”, Anuario de Estudios Sociales Centroamericanos (Costa Rica) n. 22, (1996): 149-164.

37 Mario Samper Kutschbach, editor, El censo de la población de 1927: Creación de una base nominal computarizada (San José: Oficina de Publicaciones de la UCR, 1991), pág. 92.

38 Iván Molina, Educando a Costa Rica (San José, Costa Rica: EUNED, 2003), 16.

39 La Prensa Libre, 3 de enero de 1903, p. 3.

40 La Prensa Libre, 14 de febrero de 1903, p. 3.

41 La Prensa Libre, 10 de noviembre de 1903, p. 3.

42 Actualidades, 4 de diciembre de 1916, p .2.

43 Ibid, 4.

44 Páginas Ilustradas, 1 de enero de 1910, p. 2.

45 Ibid, 3.

46 Eugenio Rodríguez Vega, Los días de don Ricardo (San José, Costa Rica: ECR, 1971), 77.

47 Quesada, 27.

48 Ibid, 44.

49 Ibid, 140.

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