Revista de Historia
N.º 77 • ISSN: 1012-9790
DOI: http://dx.doi.org/10.15359/rh.77.6
Enero - Junio 2018
Fecha de recepción: 13/09/2017 - Fecha de aceptación: 06/02/2018

JOSÉ CECILIO DEL VALLE Y JEREMY BENTHAM: COINCIDENCIAS DE PENSAMIENTO

Danilo Pérez Zumbado *

Resumen: El artículo establece una relación de ideas entre José Cecilio del Valle y Jeremy Bentham, específicamente, sobre las categorías mecanicismo y hombre económico, en el período de la independencia del Reino de Guatemala de España –finales del XVIII y principios del XIX–. Para tal efecto se hace una breve caracterización del contexto histórico e intelectual de cada uno de los personajes, en función de su procedencia social, formación y aportación intelectual.

Palabras clave: Pensamiento latinoamericano; José Cecilio del Valle; Jeremy Bentham; Ilustración, liberalismo; Centroamérica; independencia.

Abstract: The paper set up the relation between Jose Cecilio del Valle and Jeremy Bentham concerning the ideas of mechanicism and the economic man during the period of the independence of Guatemala Reign form Spain –end of XVIII and beginning of XIX centuries–. There is too a short characterization of the historical and intellectual context of each one of them, in particular, the social class, education and labour.

Keywords: Latin American Thought; José Cecilio del Valle; Jeremy Bentham; Illustration; Liberalism; Central America; Independence.

Introducción

Este trabajo establece algunas relaciones, en el plano de las ideas, entre dos personajes relevantes en la transición de los siglos XVIII-XIX: José Cecilio del Valle en la América hispana y Jeremy Bentham en Europa. Interesa destacar afinidades de pensamiento, en el marco de las ideas ilustradas y liberales, en particular sobre los tópicos del mecanicismo y la psicología del hombre económico. Es importante remarcar que esta relación de pensamiento e idearios no supone en modo alguno la supeditación intelectual del primero al segundo.

El desarrollo filosófico europeo comparado con la reflexión y discusión de las ideas en la América hispánica fue mayor, sin duda, sin embargo, como afirma Rojas Osorio, escribiendo sobre el positivismo latinoamericano y caribeño, “la recepción de las ideas europeas no fue en ningún caso acrítica”.1 Aseveración que sostiene a partir de un argumento de peso: los pensadores estudiados –en su caso– fueron proactivos, y para los efectos presentes, Valle fue incluso un “hombre de acción”, protagonista de las gestas independentistas centroamericanas, en tanto Bentham fue un activo crítico de la monarquía inglesa. El primero no se restringió a asimilar mecánicamente el pensamiento europeo, sino a considerarlo como fuente para sus propuestas de transformación y, el segundo, intentó profundizar su visión utilitarista de la sociedad, específicamente en los años iniciales del siglo XIX, con su lucha a favor del sufragio universal.

Este trabajo tiene un tono ensayístico. Persigue rigurosidad en el manejo conceptual y de contexto pero, a la vez, se propone flexibilidad y holgura en el establecimiento de relaciones. No responde a un análisis cuantitativo, por ejemplo, de unidades de significado, a partir del cual se busque establecer relaciones causales. Es un ejercicio analítico de contenidos orientado por la propuesta de categorías previas –y emergentes–. Interesan los contenidos relacionados con el mecanicismo y el concepto de hombre económico –el cual deriva de la filosofía sensualista–. Tales reflexiones podrían resultar de interés para otros que quieran sentar algunas consideraciones como hipótesis de trabajo. No existe en ese sentido el ánimo de fijar hipótesis para su comprobación o refutación según los lineamientos positivistas.

Notas de contexto: Centroamérica e Inglaterra en la transición del siglo XVIII al XIX

Torres-Rivas2 asevera que la independencia del Reino de Guatemala se produjo sin una guerra de liberación en la que los factores internos tuvieran un peso relativamente débil. Fueron brotes aislados de la élite intelectual criolla o mestiza. Fonseca Corrales3 afirma que fueron movimientos antifiscales y antiespañolistas de poca incidencia. Pinto Soria,4 sin embargo, además de factores externos, subraya componentes domésticos. Por ejemplo, describe los agentes sociales participantes: las masas populares –artesanos, campesinos, jornaleros, etc.–, y los sectores dominantes integrados por una fracción progresista republicana –comerciantes, terratenientes, alta y media burocracia– y otra conservadora pro colonial –grandes terratenientes, comerciantes y alta burocracia, etc.–. La progresista ubicada en El Salvador –y en menor medida, en Granada, San José, Tegucigalpa– y la conservadora en Guatemala. Destaca la participación popular en las luchas tempraneras por la independencia. Por ejemplo, a partir de 1811, en poblaciones de El Salvador y Guatemala se realizaron ocupaciones de instituciones representativas del poder local –Juntas de Partidos y Parroquias– y sostiene que “la presencia popular llegó en esos años a disputar la hegemonía de tales movimientos, lo cual provocó en el seno de los grupos dominantes distintos tipos de reacción”.5

En Guatemala los sectores conservadores concentraban el poder económico y administrativo. Según Díaz Arias y Viales Hurtado,6 desde el siglo XVIII Guatemala tenía el control de la economía de la región: dominio del comercio, producción, moneda y crédito. Esta situación produjo conflictos con otras provincias. Verbigracia, a finales de aquel siglo, Guatemala entró en conflicto con Honduras, Nicaragua y Costa Rica, debido a la pretensión de la primera de controlar la comercialización del ganado. A su juicio, tales tensiones pudieron estimular el separatismo que se experimentó en la época de la independencia.

Pinto Soria afirma que, dado el débil movimiento anticolonialista en Guatemala, el Capitán General Bustamante combatía sobre todo los levantamientos en las provincias insurgentes, en particular en centros urbanos, densamente poblados, con altos índices de miseria y desigualdad social, en tanto Torres-Rivas7 coincide en que la debilidad de la economía comercial exportadora de la región propició la inestabilidad social y el potencial revolucionario de los levantamientos de 1811 y 1814 e ilustra, además, el fraccionamiento de los sectores de la clase dominante en El Salvador y Guatemala debido al conflicto a propósito de la distribución de la riqueza derivada de la producción del añil.

En resumen, antes de la independencia, los grupos hegemónicos de El Salvador y Guatemala se distanciaron conforme la independencia se convirtió en posibilidad real y, por otro lado, los sectores populares desempeñaron de manera dispersa un papel importante en distintos levantamientos y conatos revolucionarios.

Pinto Soria asevera que, en Centroamérica, se puede “dividir el movimiento independentista en dos etapas: una que se inicia con los movimientos políticos desencadenados por la invasión napoleónica de España, y la otra que comienza a mediados de 1820”.8 La invasión napoleónica de 1808 implicó la ejecución de acciones contra la aristocracia y el clero dentro de la tónica del liberalismo y, como reacción a esta, conllevó la organización anti francesa y el surgimiento de movimientos guerrilleros. Para Láscaris,9 la irrupción de Napoleón rompió la médula política de las Españas pues los pueblos se quedaron sin la corona y su derrumbe dio pie a la constitución de las juntas que impulsaron la guerra contra la intervención externa. Es decir, la invasión napoleónica a España tuvo efectos disímiles que contribuyeron a la radicalización ideológica liberal y al fomento de un sentimiento localista contrario a la dominación francesa. Estos hechos tuvieron efectos en el Reino de Guatemala: libre elección de ayuntamientos, alzamientos en algunas Juntas, organización de conjuras y motines y proliferación de las ideas constitucionalistas y liberales. “Por consiguiente este período fue de patriotismo monárquico y anti-napoleónico, pero en él, los españoles y los centroamericanos –las pequeñas minorías con preocupación– se manifestaron contrarios al despotismo, amantes del constitucionalismo y deseosos del liberalismo económico”.10 Este ambiente, sin embargo, sufrió un traspié con el regreso de Fernando VII, quien suprimió las libertades, persiguió el constitucionalismo y neutralizó la influencia de las Cortes de Cádiz.

Las ideas liberales en la América hispana, empero, ya habían tenido antecedentes en las reformas borbónicas del siglo XVIII. Es probable, aseveran Díaz Arias y Viales Hurtado,11 que la implementación de estas influyera en el concepto de independencia, asentado en las ideas del comercio libre que involucraba intercambios comerciales directos, desarrollo de medios de comunicación, limitación del poder eclesiástico, apoyo a los productores de la región, modernización administrativa y combate a la corrupción.

En América el enfrentamiento a Fernando VII significó levantamientos militares independentistas. De lo anterior derivó la apertura de las Cortes, la libertad de prensa y la ejecución de políticas contrarias a la oligarquía y al clero colonial. En el istmo, en la segunda década del siglo, dos hechos tienen una influencia especial: el movimiento de Riego en España y la proclamación del Plan de Iguala en México. A juicio de Pinto Soria el Plan de Iguala, el triunfo inminente del movimiento independentista en América del Sur y el ambiente pro liberal de la región convencen a “la aristocracia colonial de que tenía que ser ella la que debía proclamar la independencia si quería seguir conservando en sus manos el poder político”.12 Por lo tanto, esta aprueba cambios de pequeña escala, como la formación de una Junta Provincial Consultiva pero manteniendo las antiguas autoridades.

La propuesta de anexión a México reflejó la pretensión de apoyarse en este potente Virreinato para oponerse a Guatemala como antigua capital colonial y al ascendente movimiento republicano. Sin embargo, con la caída de Iturbide, se produjeron nuevos reacomodamientos en la región. En 1823 se fundó un nuevo Estado: Provincias Unidas de Centro América. La nueva élite requería de un conjunto de instituciones republicanas para garantizar el ejercicio del poder y la sustentación económica. No obstante el nuevo Estado nace fallido. La desintegración empezó con las disputas entre Guatemala y El Salvador por encabezar el proceso de centralización. Luego, entre 1826-1829, Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Honduras se enfrascaron en una guerra intestina. A juicio de Díaz Arias y Viales Hurtado,13 otro factor que hundió el proyecto unitario fue el surgimiento financieramente comprometido de la Federación, pues tuvo que asumir las deudas del gobierno colonial, los préstamos del gobierno liberal durante la época de la guerra civil y, por supuesto, los préstamos internos y externos para mantener la estructura.

El proyecto unionista entró en crisis. No hubo capacidad para levantar un aparato estatal apropiado, un sistema efectivo de finanzas públicas, un cuerpo armado estable, un control extensivo del territorio, entre otros. A lo anterior se suman prácticas nocivas como el favoritismo en los nombramientos, el contrabando y el incumplimiento de los deberes de las provincias.14

En Europa occidental, mientras tanto, los acontecimientos corrían de manera sosegada al principio para estallar al final del XVIII. En los inicios, subraya Sabine, el pensamiento de Rousseau atacó en parte al sistema de derecho natural y propuso que, en el meollo de la personalidad, algunos sentimientos consistentes podrían ser capaces de “unir a los hombres en comunidades de tal modo que el bienestar de la comunidad constituya la parte más importante aún del bien privado”. Planteamiento que según este autor, a pesar de ser una mera intuición moral, tuvo un eco importante en la época, pues dispuso de un público preparado emocionalmente para responder a esta formulación moral. En Francia tal pensamiento sirvió como materia de fermento para el espíritu revolucionario que crecía ante las injusticias de la monarquía. Sin embargo, en Inglaterra había que esperar hasta que las resonancias de la Revolución Francesa pusieran en jaque los derechos naturales. Lo cual implicó que “el tono de los escritores ingleses durante todo el siglo XVIII fue marcadamente conservador tanto en materia de política como de religión. En un país en que tanto la iglesia como el gobierno, aunque sujetos sin duda a serios abusos, servían bien a los intereses de las clases que se expresaban políticamente […]”.15 De manera que habría que esperar hasta Bentham, cuyo utilitarismo transitaría hacia fines más radicales y reformistas.

Desde mediados del siglo XVIII, según Black16 la mayor parte de Europa estaba en manos de monarquías hereditarias e, incluso, en las repúblicas prevalecían elementos monárquicos. Pero a finales del siglo, Europa se vio sacudida por acontecimientos políticos que implicaron transformaciones profundas. Para el caso de Inglaterra el primer desafío ocurrió en 1776 en las colonias norteamericanas y de ahí se originaría la creación de un Estado nuevo. Para 1789 la Revolución Francesa estremeció los fundamentos políticos del continente. Así que “hacia 1820, la monarquía, o, al menos, el gobierno que controlaban ciertas dinastías, había sido eliminada en buena parte de Europa occidental, de manera espectacular con la creación de la primera república francesa en 1792 y con la ejecución de Luis XVI al año siguiente”.17

En este contexto el surgimiento de Napoleón Bonaparte, primer cónsul de Francia, entre 1799-1804, constituyó una presión amenazante, a pesar de que en Inglaterra la monarquía tenía una naturaleza limitada dados los preceptos constitucionales y las prácticas políticas vigentes. Es decir, a principios del siglo XIX, mientras en la América Hispana las transformaciones en búsqueda de independencia se convertían en luchas de suyo enconadas y cruentas, como en el sur, o bien, devenían en procesos tensos de fragmentación, como acaeció en el istmo centroamericano, en Europa se producían remezones sociales e institucionales que, también, ponían en crisis las modalidades tradicionales de gobierno.

Breve referencia sobre Valle y Bentham

José Cecilio del Valle (1777-1834) fue un importante filósofo, político, abogado y periodista hondureño, de buena posición económica, hijo de una familia terrateniente dedicada a la agricultura y ganadería. Estuvo profundamente involucrado en los acontecimientos de la independencia del Reino de Guatemala y en la configuración de su institucionalidad posterior. Se vio influido por las ideas de la Ilustración y el Liberalismo de la época. Creyó firmemente en el derecho de los pueblos a obtener su libertad, sin embargo, en los acontecimientos preliminares de la independencia mantuvo una posición moderada que apostaba por un proceso gradual en la línea de la evolución social. Valle pensó que no era el momento justo y propuso que primero debía oírse el voto de las provincias. García Laguardia18 plantea que Valle, inicialmente, coincidía con las ideas del despotismo ilustrado. Empero, la involución conservadora tras el regreso al trono de Fernando VII, es posible que facilitara su paso a una posición más comprometida con el liberalismo ilustrado. En la antesala de la independencia, Valle ocupaba el puesto de ayudante del Capitán General, Bustamante y Guerra, lo cual unido a su intervención en acontecimientos represivos, le valió fuertes críticas de parte de los liberales, liderados por Pedro Molina.

Esta ubicación burocrática lo convertía en sospechoso de conservadurismo. No obstante, García Laguardia19 sustenta que no hay contradicción entre su fidelidad a la Corona y su posterior posición independentista y republicana, pues, a su juicio su colaboración fue con el régimen ilustrado borbónico.20

Una vez alcanzada la independencia, Valle se convirtió en un acérrimo defensor de esta. Cuando surgió la pretensión de anexar Centroamérica a México, por parte de los simpatizantes del gobierno monárquico, Valle se pronunció en contra. Al final, los anexionistas triunfaron y Valle se vio en la necesidad de luchar por la independencia de Centroamérica en México. En su carrera política, ocupó puestos relevantes en la naciente República Federal, como diputado y miembro del Poder Ejecutivo en varias oportunidades. Incluso en 1823 ganó, en primera ronda, la presidencia de la Federación, pero debido a un manejo fraudulento de los liberales, la elección fue escamoteada en favor de Manuel José Arce. Al final de su vida, en marzo de 1834, fue nombrado presidente de la Federación, pero murió pocos días después. Fue uno de los artífices de las instituciones republicanas, desde los puestos que ocupó en las altas esferas de la Federación y a través de su incesante trabajo en el periódico El Amigo de la Patria. Esta contribución que se vio frustrada debido a las luchas intestinas del nuevo Estado, le ocasionó profundas desilusiones en los años finales de su vida.

Por su parte, Bentham (1748-1832) procedía de una familia acomodada y era hijo y nieto de abogados establecidos en la ciudad de Londres. Estudió leyes y, además, hablaba corrientemente el francés, italiano, alemán, ruso y, parcialmente, el chino. Su padre quería que siguiera y superara sus pasos, sin embargo, durante su carrera se sintió a disgusto con la legislación inglesa y entonces se consagró al estudio de lo que la ley debería ser. Esto lo convirtió en un intelectual a tiempo completo, y le permitió producir gran cantidad de material sobre derecho, economía, política y filosofía.

En 1814 convirtió su casa en centro de intercambio intelectual y foco de un activo movimiento utilitarista. Entre sus amigos y seguidores destacaba James Mill, quien quiso que su hijo, John Stuart Mill, fuera el heredero de Bentham, al frente del movimiento utilitarista. Viajó, además, por Europa y residió dos años en Rusia (1786-1788), donde emprendió el estudio para una reforma del régimen penitenciario.

Su labor intelectual lo fue acercando a las corrientes políticas progresistas y democráticas surgidas de la Revolución Francesa, al punto en que la república surgida de aquel movimiento le concedió el título de “ciudadano honorario” en 1792. Su activismo intelectual le permitió también establecer correspondencia con personajes relevantes de la época, entre los cuales destacan Francisco Miranda y José Cecilio del Valle. Fue un arduo crítico del sistema político inglés, de los contractualistas y republicanos y un fervoroso promotor del sufragio universal.

Contextos filosófico-políticos

Valle combina las ideas de las dos corrientes más fuertes y representativas de la época: la Ilustración y el liberalismo, gracias a su formación en leyes e inclinación por la política. Un elemento confirma esta suposición: Valle crea, aún en el ejercicio de funciones en el gobierno colonial, el periódico El Amigo de la Patria, desde donde ataca los privilegios de las familias aristocráticas del Reino de Guatemala. Recuérdese al respecto la oposición de las élites de Nicaragua, Honduras y El Salvador enfrentadas con las de Guatemala. Su vida académica transcurre en un período de gran ebullición política y filosófica.

En la Universidad de San Carlos, el maestro del Valle, Liendo y Goicoechea, después de una estadía en España e inspirado en las tesis ilustradas y liberales, consigue introducir nuevos planteamientos filosóficos y científicos que arrasan con las tesis seculares. Según García Laguardia “bajo el impulso de Goicoechea, de Castro, de López Rayó, se transparenta la vida universitaria, a la cual se acogen apasionadamente todos los hombres que después serán nuestros próceres, formando la élite criolla de muy superior calidad a los mediocres funcionarios enviados por la Península”.21 Para entonces, en los tesiarios, de aquella casa de estudios, “figuran citados [...] Descartes, Malebranche, Gassendi, Espinoza, Leibniz, Hobbes, Locke, Wolf, Rousseau, Huet, Condillac, Vico, etc., además de los filósofos de la antigüedad y de los grandes escolásticos del siglo XVI y los tratadistas Brixto, Corsini, Nollet, Jacquier, Tosca, etc.”.22 Estas son las corrientes filosóficas e ideas que inundaban la vida universitaria, de la cual Valle fue protagonista.

La vida social y política de finales del siglo XVIII se caracterizó en general por un continuo trasiego de ideas liberales entre la metrópoli y las colonias en América. Este ambiente permeó a Valle profundamente, hasta el límite de ser reconocido en la posteridad como un “sabio ilustrado”. En el Reino de Guatemala, los avatares del movimiento constitucionalista en España y de la independencia en América se encarnan en dos sectores que se rebelan con sendos periódicos. De las tertulias íntimas en la casa del canónigo José Ma. Castillo y lideradas por Pedro Molina surge El Editor Constitucional, y, por otro lado, José Cecilio del Valle crea El Amigo de la Patria. Según Rodríguez Beteta, de manera similar “El Amigo de la Patria estaba destinado a ir derecho contra el corazón del espíritu de familia aristocrática u oligárquica, el cual clamaba ‘libertad e Independencia’, pero para gobernar más a sus anchas y gozar mejor la explotación de sus privilegios y monopolios”.23

La disputa entre estos dos órganos dibuja las diferencias de sectores sociales que, posteriormente, constituyen las raíces de las tendencias aristocrática y democrática de Centroamérica. Rodríguez Beteta marca la diferencia de los dos periódicos de la siguiente manera:

“En esencia, El Editor Constitucional marchaba a la Independencia, El Amigo de la Patria no quiere la Independencia, sino la evolución colonial, sin violencia para que el país, bajo el régimen monárquico constitucional y ya no absoluto como hasta entonces, pueda ponerse en el surco exigido por la civilización de la época. República o monarquía es lo de menos para El Amigo. Esta es sólo una cuestión de forma de palabras. Lo que importaba era variar el fondo, salir del viejo régimen. El Editor Constitucional tiene que ser amigo de los criollos, quienes, aunque cada grupo por diverso móvil, eran partidarios de la Independencia. El Amigo de la Patria busca ante todo, la igualdad para destruir el ‘espíritu de familia’ que formaba base del absolutismo trasladado de la Madre Patria a sus pobres colonias de Guatemala”.24

La visión de Valle transita de la aristocracia ilustrada al liberalismo, en un contexto en el cual se entrecruzan y debaten las viejas ideas del colonialismo hispánico y los arremetimientos de un liberalismo pujante. En este sentido, Valle es uno de los “americanos [que] encontraron la inmensa tarea de construir los nuevos países, contra el antiguo régimen, suprimir los privilegios corporativos con un régimen jurídico uniforme en un estado nacional fuerte secular, y con el estado de espíritu en que, a la mayoría, la ilustración los había formado, a la mano estaba la teoría política liberal que apuntaba a la organización republicana, en su vertiente más avanzada o al menos a la monarquía constitucional”.25

La producción intelectual de Valle es extensa. Sus escritos en El Amigo de la Patria, los informes y memorias gubernamentales, los discursos escritos, las actas, las cartas, etc., son una combinación de erudición, razonamiento aplicado, crítica fundamentada y previsión sobre el futuro. El Amigo de la Patria es un condensado de ensayos de alto nivel. Lleva razón Rodríguez Beteta al decir que la forma como se trataban las materias no estaba al alcance de la multitud. García Laguardia ofrece una aproximación a las fuentes del pensamiento de Valle: las teorías del derecho natural, en especial a través de Pufendorf, mediante las cuales subraya la obligación del Estado de educar y enriquecer a sus súbditos; la teoría del contrato que desemboca en una fuerte crítica al absolutismo monárquico; el constitucionalismo, bajo la influencia de Locke y Montesquieu, con énfasis en un Estado representativo que garantice el ejercicio pacífico y estable de la propiedad.

La extensión de su visión se ilustra en el texto “Memoria sobre el abasto de carne”,26 en el que despliega un amplio grupo de autores y tendencias del cual se alimentó académicamente. El rechazo abierto de Valle a las acciones violentas contra el estado de cosas pone al descubierto su temor por sus consecuencias desestabilizadoras. Esta posición, según Zeitlin27 es indicativa de la oposición a la filosofía negativa derivada de la Revolución Francesa y que presagia lo que, más adelante, se conocerá como la sociología positivista. Su propuesta implica una acción razonada y temporalmente extendida, a efecto de garantizar que el paso, que lleva de la subordinación a la independencia, esté nutrido de las precauciones y las orientaciones más sabias, que permitan el éxito de la empresa.

Bentham, por su parte, “vivió durante una época de grandes cambios sociales, políticos y económicos. La Revolución Industrial –con los masivos desplazamientos económicos y sociales que produjo su estallido–, el surgimiento de la clase media, y las revoluciones en Francia y América que se reflejaron en las reflexiones de Bentham sobre las instituciones existentes”.28 Estudió también Derecho en la prestigiada Universidad de Oxford. Una vez graduado empezó a ejercer, pero pronto se mostró crítico con la práctica jurídica. Gracias a su condición económica y a la herencia recibida de su madre pudo dedicarse por completo a tareas intelectuales. Esto le permitió crear un centro de intercambio intelectual que se convirtió en un activo movimiento utilitarista.

El descontento por las formas de gobierno inglesas predominantes de la época indujo a Bentham a una crítica constante a la cual sumó propuestas de cambio que, en muchos casos, pasaron inadvertidas. Según Araujo,29 Bentham, junto a James Mill y John Stuart Mill:

“abrazaron un programa muy práctico y concreto de reformas políticas amplias para su país. Tal programa terminará por alejarlos del círculo social al que estaban naturalmente destinados […] de los orgullosos varones de la aristocracia inglesa, acercándolos –lo que para ese entonces, constituye un acontecimiento bastante raro en la tradición intelectual inglesa– a un movimiento de composición e índole eminentemente plebeyas en defensa de la “democracia representativa”, al que le prestaron una armadura filosófica”.30

Bentham se convierte en una “voz en el desierto”, en el sentido de que sus preocupaciones y propuestas tienden a pasar desapercibidas, en particular porque pretenden poner en crisis dos fundamentos de la política inglesa de su tiempo, a saber, la idea de la república y el contrato social.

Araujo ilustra el estado de ánimo de Bentham de la siguiente manera. Los estudiosos del benthamismo señalan su profunda decepción con el régimen político entonces vigente en Inglaterra –cuyos gobernantes, a pesar de las demostraciones de simpatía por parte de algunos ministros, simplemente ignoraron sus insistentes ofertas para reformar los sistemas judiciario y penal del país– como uno de los grandes motivos de esta inflexión.

Sea ello cierto o no, es probable que los fracasos de Bentham hayan llevado su atención hacia la importancia de reflexionar no solo sobre el contenido de las acciones gubernamentales –por ejemplo, el contenido de la legislación–, su mayor preocupación hasta ese momento, sino también sobre las formas de gobierno y, en especial, sobre quién sostiene al gobierno,31 situación que posiblemente viene a explicar el interés de Bentham por establecer relaciones con pensadores y políticos fuera del continente que fuesen receptivos a sus ideas, entre los cuales destaca José Cecilio del Valle.

La relación de Valle y Bentham

Jeremy Bentham nace en Inglaterra en 1748, justo veintinueve años antes que Valle. Cuando Valle supo de su existencia, ya Bentham era un pensador europeo consagrado. Un dato llamativo es que Bentham, en los últimos años de su vida, realiza gestiones para trasladarse a vivir a la América Latina. Están en su mira Venezuela, Centroamérica y México. Además de la motivación por el clima, Stark sostiene la existencia de una segunda razón: “Legislar para algún país, ser el nuevo Solón de una nueva era, fue la ambición máxima de su vida y, literalmente, no hay sacrificio que no hubiera estado dispuesto a hacer, con el fin de lograr alguna comisión para elaborar un código legal, un Pannomion, como solía llamarlo”.32 Este interés se corrobora aún más con la correspondencia que mantiene con destacadas personalidades políticas latinoamericanas como Bolívar, J. P. Boyer, Próspero Herrera, Francisco de Miranda, Bernardo O’Higgins, Rivadavia, San Martín y, por supuesto, José Cecilio del Valle.

Con respecto a las coincidencias o afinidades que en Valle se revelan, una de las más claras es justamente con Bentham. Esta singular relación va más allá de lo político–académico, pues se evidencia una sentida dimensión afectiva.33 Esto se justifica posiblemente por la relación epistolar que, ambos sostuvieron, la cual incluye no solo intercambio de opiniones, sino también una estimación mutua, en la cual destaca el reconocimiento que realiza Bentham sobre la labor de Valle en Guatemala.

Valle por su parte, tiene también una particular admiración por Bentham, “reformador militante”, al decir de García Laguardia. Sobre este particular, Rojas Osorio nos recuerda que en carta a Bentham, fechada el 3 de agosto de 1831, Del Valle le llama “el primer jurisconsulto del mundo”.34 Le manifiesta también, en esta misma misiva, que su objetivo universal de instrucción para todos es también el suyo. En otra carta, fechada el 28 de octubre de 1831, le manifiesta vivir entre los libros escritos por él, puesto que no es posible olvidar a un “autor inmortal de obras tan importantes y le manifiesta que si hubiera suscriptores traduciría todas sus obras, empezando por la de la legislación”.35

Existe, entonces, un cierto de paralelismo en sus vidas. Por un lado, está Valle, conservador moderado que aspira a transformaciones paulatinas pero profundas que abran cauce a un régimen ilustrado y tendencialmente democrático. Valle se presenta como una existencia transitiva entre lo aristocrático y liberal, lo cual quiere decir que sirve a la monarquía, en determinado momento, pero reconoce sus deficiencias e intenta reformas profundas. Algo similar le ocurre a Bentham:

“Era el producto típico de la era del despotismo ilustrado [...] Pero ¡ay! los gobernantes del mundo no eran lo que deberían ser. Mostraron ser duros de corazón y sin la menor disposición para cumplir con su deber sagrado. A medida que transcurrieron los años y las décadas, las esperanzas de Bentham empezaron a desvanecerse y su espíritu a declinar. Los desengaños produjeron un gran cambio en él [...] De creyente de la monarquía, se tornó en protagonista del sistema democrático. Si los reyes no estaban dispuestos a introducir la era de la felicidad universal mediante la adopción de un código perfecto, el propio pueblo tendría que iniciar el movimiento decisivo: la reorganización de la vida mediante normas racionales con ayuda de una colección de leyes científicamente concebidas y elaboradas”.36

Ambas figuras, ubicadas en contextos diferentes, comulgan con propósitos de reforma social, disponen en su haber existencial de apropiaciones y superaciones políticas similares y viven, con intensidad, su compromiso social. Padecen, vivencialmente, el tránsito razonado de lo monárquico a lo liberal y advierten, con intensidad, el desencanto producido por el fracaso de sus proyectos. Bentham ve frustrado su sueño de que los soberanos cumplan con la responsabilidad de dar felicidad al pueblo y, Valle a su vez ve apesadumbrado, cómo los líderes centroamericanos desencadenan luchas intestinas y refrenan el sueño de una sociedad ilustrada. Hay entonces coincidencias esenciales y los diferencia principalmente el contexto histórico-geográfico en el cual se desempeñaban como pensadores y políticos.

El mecanicismo

De previo conviene enfatizar que en los procesos independentistas de América Latina, las concepciones político-filosóficas de dirigentes e intelectuales no pueden entenderse como meras copias o ecos de la cultura europea. El pensamiento liberal e ilustrado tiene gran peso e incidencia en los procesos de cambio, pero sin que ello niegue el peso particular del vínculo fundamental con la realidad histórica. En este caso, basta recordar el concepto que Leopoldo Zea,37 dentro de un hegelianismo sui generis, utiliza para identificar la forma como se asumen las influencias, es decir, la asimilación entendida como un reconocimiento crítico y ejecución de una idea externa –teniendo como base la propia realidad, de manera tal que esta se niega parcialmente pero, conservando lo que tiene vigencia–. Sin duda, Valle fue un pensador y un político consecuente con esta concepción, pues de su erudición esgrime las ideas innovadoras, sin descuidar la realidad sobre la cual pretende operar.

Bentham concibe la América Latina de su época como una oportunidad inigualable para un experimento social de grandes proporciones y, para lo cual, se requiere el arte de legislador. Fuertemente influido por las ideologías de la Revolución Industrial, entiende la sociedad como un aparato mecánico:

“Esta creencia en la posibilidad y la necesidad de una ingeniería social –de reconstruir el mundo político de acuerdo con un plano ideal preconcebido– nos proporciona la clave para entender el esfuerzo del Bentham. Explica la estructura de su teoría así como el rumbo de sus aspiraciones prácticas. Por lo que se refiere a teoría, la de él comprendía un mundo mecanizado...por ello, la esencia del punto de vista de un mundo mecánico siempre la tuvo y le acompañó durante toda su vida”.38

Bentham presenta, recurriendo al pensamiento aristotélico, el mundo como una estructura ordenada, como la imagen de un aparato de relojería:

“El orden en que, por los aristotélicos, los elementos componentes de un sistema de subordinación son exhibidos, es el contrario del orden histórico en que hacen aparición. Estos lógicos nos presentan un conjunto inmenso, el más extenso que fueron capaces de comunicar o formular un concepto; este conjunto está representado como dividido, o divisible, en otros conjuntos; los que a su vez, cada uno de ellos, se subdividen en otros ; y así sucesivamente, hasta que al fin llegamos al último escalón de esta especie de cadena; un eslabón consistente en un conjunto que, no teniendo en sí mismo otros conjuntos, está compuesto totalmente de individuos, los cuales deben ser –si se exceptúan esas materias espirituales que, a veces, se introducen comúnmente– partes de la materia, siendo cuerpos naturales o partes o porciones de tales cuerpos. Este orden, según el cual …el objeto de mayor dimensión es el que se presenta en primer caso, es llamado de orden analítico o del orden del análisis; análisis que viene de la palabra griega que significa disolver o desintegrar en cierto número de partes un objeto considerado como un todo”.39

Stark dice que Bentham aspira a explicar la conducta y la coexistencia humana, mediante el recurso a una ley casi mecánica, parecida a la utilizada por Newton, para entender el movimiento y la coordinación de los cuerpos celestes. Esta visión mecanicista colectiva del siglo XVIII tiene una repercusión importante sobre su pensamiento.

“Su economía tiene una tendencia definitiva para convertirse en una tecnología. Original y fundamentalmente, Bentham se inclinaba muy poco, a establecer una distinción entre la técnica del gobierno y la técnica de producción: ambas son buenas; ambas deben desarrollarse al grado más alto posible de perfección”.40

Estas tesis se modifican conforme se acerca al liberalismo, sellan indeleblemente su concepción del mundo y no las abandona totalmente, pues forman “una sola pieza con sus fundamentales legalismo, mecanicismo y experimentalismo”.41 El experimentalismo asume un rol principal en las pretensiones reformistas del autor, orientadas por la aplicación del método científico portaestandarte de la modernidad burguesa. Refiriéndose a su obra Filosofía de la ciencia económica, Bentham dice:

“La presente obra así como cualquier otra obra mía, que haya sido o que sea publicada sobre el tema de la legislación o de cualquiera otra rama de la ciencia moral, es un intento de difundir el método experimental de razonamiento de la rama física a la moral. Lo que Bacon fue para el mundo físico, Helvecio lo fue para la moral. El mundo moral, por consiguiente, ha tenido su Bacon; pero todavía falta por llegar su Newton”.42

El reconocimiento de esta carencia lo lleva a insistir en la necesidad de que el tratamiento de las cuestiones políticas se realice accediendo a los recursos del experimentalismo. Por lo tanto, la mención al método inductivo es primordial en los argumentos que fundamentan su posición: “La única forma de razonar por medio de la cual se obtiene el conocimiento, y por la que Bacon, por ejemplo, y Locke y Newton aprendieron lo que nos han enseñado, es la que procede de los particulares a los generales”.43

Bentham, aunque reconoce la trascendencia de las generalidades, afirma que las nociones particulares han precedido a las nociones generales. Lo anterior le sirve de basamento para desplegar una visión pragmática de las ciencias económicas y políticas:

“Toda cuestión política o moral debe presentarse desde el punto de vista de los hechos; y de esta manera la humanidad está dirigida por el único camino verdadero de la investigación, que puede proporcionar instrucción o esperanza de una argumentación racional: el camino de la experimentación y de la observación, de allí que una teoría, en verdad, no es buena hasta en tanto que sus indicaciones no reciban, en su oportunidad, la confirmación de la experiencia”.44

Una evidencia de la inclinación pragmática de Bentham, reflejo de la Revolución Industrial, es su breve período, entre 1786 y 1804, de proyectista. En esta época, en Inglaterra se produce una transformación acelerada, de las viejas industrias caseras, el número de inventores y promotores alcanza magnitudes impresionantes. Bentham no se quedó atrás y:

“[...] procuró proporcionar algunas herramientas sorprendentemente nuevas para el negocio de la producción o de transportes. Una idea que persiguió Bentham, fue la de un barco con ‘tenders’ ...otra fue un ‘frigidarium’ –lo que hoy en día llamamos refrigerador–; una tercera fue una máquina agrícola de última moda; una cuarta, un proyecto para una bomba de represa; y aun otra se relacionaba con ‘bulbos parlantes’ –un primer ‘vislumbre’ de lo que en este siglo resultaría el teléfono–”.45

Esta tendencia experimentalista se traslada al campo de la economía, en la cual intenta la modernización de su estructura. Bentham concibe la sociedad como una estructura en la que, sin despreciar las generalidades, resalta el ámbito de lo particular. Los hechos constituyen el material básico, a partir del cual, por la vía de las intervenciones concretas, sean estas las normas legislativas o las técnicas económicas, es posible el conocimiento y la transformación de la realidad. Por esta razón, expresa preferencia por el lenguaje pragmático que incluye, en su jerga especializada, términos tales como: práctica, felicidad enumerativa, experiencia, orden, utilidad, satisfacción, etc.

En Valle encontramos también una interiorización de esta visión del mundo, sin embargo, su asimilación es distinta, pues existe una diferencia cualitativa por causa del entorno y del contexto histórico en que vive. Valle no está inserto en una sociedad en pleno ascenso económico y despegue industrial, sino, por el contrario, una sociedad sumida en el atraso político y económico. Lo peculiar de su abordaje es la respuesta a las demandas concretas de la Centroamérica pre y post independentista. Empero, la perspectiva mecanicista se halla en varios de sus textos. Entre ellos destacan: El científico, El sistema de las ciencias, El economista, Las matemáticas en sus relaciones con la prosperidad de los Estados y La estadística.

La aceptación del mundo, como un todo interconectado y cuyas variaciones inciden en los distintos componentes de este se refleja en el siguiente párrafo:

“Quita una sola de las leyes que forman el sistema del mundo. Que no se atraigan unos a otros los planetas que giran por los espacios; que la Tierra no camine majestuosamente acercándose o alejándose de ellos; que el sol no arroje la luz que le da belleza y calor. Todo será mudado al momento. No habrá estaciones que modifiquen nuestra existencia; no habrá primavera que engalane los campos, ni otoño que deleite con sus frutos; no habrá sucesión de fríos en invierno y calores en estío. El hombre no será ya este ser que se contrae con los primeros y se laxa con los segundos, que en una estación se penetra de gozo y en la otra es afectado de tristeza, que en primavera siente unas necesidades y en estío es condenado a sufrir otras. Será otro distinto; y mudada su naturaleza, será también mudada la de las ciencias”.46

Valle presenta el entendimiento de la teoría mecanicista, apelando a la elegancia y riqueza de la prosa al referirse a los fenómenos del mundo, lo cual revela su íntima relación con el vasto y feraz mundo americano. Aquí hay distanciamiento respecto de la precisión mecanicista europea, por enaltecer de manera esperanzadora, las posibilidades de crecimiento de la tierra que identifica como su patria, con especial referencia a Guatemala.

Otra afirmación similar reza: “Es uno el todo inmenso que se llama universo. Todos los seres que lo forman están concatenados; todos se atraen; todos gravitan unos sobre otros”.47 Esta visión se proyecta nítidamente en la concepción y función de las matemáticas. Por ella se atreve a exclamar que “…no hay ciencias inútiles. Todas hacen bienes muy grandes al género humano. Pero las matemáticas son las que ayudan a producirlas”.48 Esta es la ciencia por excelencia, que permite penetrar todas las dimensiones de la realidad y, por su medio, generar los cambios en el mundo y la sociedad, en la perspectiva de la felicidad humana, la cual, como veremos después, es otra de las ideas-fuerza del iluminismo.

Valle retoma conceptos similares a los de Bentham, en el marco del pragmatismo. Aboga por resultados concretos y aplicables a la realidad, tanto en las ciencias de la naturaleza como en la moral y la economía. Hablando de la aplicación de la matemática asevera que:

“la economía política es una ciencia de la observación y cálculo; y las naciones que han sabido observar y calcular mejor, son las que han hecho progresos más grandes. De la mayor cantidad posible de productos en el menor tiempo y con el menor trabajo posible, es el asunto sublime de sus investigaciones y trabajos. Y este interesante objeto no podrá llenarse sin análisis y cálculos […]”.49

Y agrega que los cálculos:

“[…] de las ciencias morales son más vastos y abrazan relaciones más complicadas. Si en todos los ramos de los conocimientos humanos, es importante discurrir con la exactitud y precisión a que acostumbran las matemáticas, en los políticos donde los resultados son más trascendentales, es sin duda mayor la necesidad. Los experimentos de un naturalista, los ensayos de un botánico, sólo sacrifican la vida del animal que se diseca, o de una planta que se clasifica. Los de un estadista pueden matar millares de hombres, y hacer víctimas a centenares de pueblos. Todas sus operaciones son delicadas; en todas es precisa la observación y necesario el cálculo”.50

Como se aprecia, en estas consideraciones sobre la importancia de las matemáticas se visualizan las relaciones entre mecanicismo y pragmatismo.

Existe una alusión directa de Valle a Bentham, en lo relativo a la legislación, en el texto Las matemáticas en sus relaciones con la prosperidad de los Estados, en el cual, además de identificarlo como un gran pensador, afirma su contribución al mundo:

“el jurisconsulto del siglo ha hecho al género humano este gran presente. Su genio feliz ha elevado el análisis legislativo a un grado a que no lo había llevado ninguno de los sabios que le han precedido. Sus obras de jurisprudencia tienen el sello de las matemáticas, y las tablas que ha hecho, guiado por ellas, deben estar a la vista de los legisladores”.51

Valle realiza también, en la línea del papel del pragmatismo y el cálculo, una interesante vinculación entre las ciencias de la sociedad y las de la naturaleza en un párrafo del texto titulado Capitalismo e Ilustración. Al respecto dice:

“La ciencia de los Gobiernos, que con una orden puede abrir o cerrar las fuentes de la riqueza, es como las demás ciencias experimentales. El progreso de los estados, su prosperidad más brillante, su decadencia y ruina son fenómenos producidos por causas tan invariables o constantes como el ascenso de unos cuerpos y el descenso de otros. Reuniendo hechos individuales, el físico llega a conocer las leyes de la gravitación; y recogiendo observaciones particulares, el estadista aspira a descubrir las leyes de las sociedades”.52

Por lo tanto, hay en el pensamiento de Valle, elementos de un pragmatismo, adecuado a sus propias condiciones históricas, pero no por ello extraño al núcleo central de aquella corriente.

En general, Valle muestra un interés fuera de lo común por la ciencia, en la línea de su aplicabilidad a la solución de problemas concretos, sean estos propios de la economía política, legislación, moral o relaciones de poder. En sus largas disertaciones sobre la ciencia y el sabio, Valle pone sobre el tapete una cosmovisión típicamente ilustrada, en la cual la ciencia viene a ser la panacea a la multitud de interrogantes y problemas que enfrenta el ser humano. De manera particular, subraya el papel de la experimentación y de la aplicación de ciencias formales como la matemática o de aplicaciones técnicas como la estadística, para hacer posible un buen gobierno. Y de manera ilustrativa, se justifica recordar que Valle se caracterizó, en su vida, no solo por su destacado compromiso político, sino, también, por una permanente disposición a la observación y la experimentación. Basta recordar sus inclinaciones a medir temperaturas, altitudes y distancias o a observar minerales y vegetales; actividades que complementa con su permanente interés por promover cátedras de botánica, agricultura, matemática, geografía, arquitectura y otras.

El hombre económico

En el ensayo La psicología del hombre económico, parte del libro Escritos económicos,53 Jeremy Bentham desarrolla el marco teórico de sus propuestas sobre esta materia –medidas de los gobiernos, por ejemplo, impuestos, préstamos, subvenciones, prohibiciones y políticas bancarias–. Entre ellas se distingue su tesis sobre la felicidad del ser humano. Para Bentham, el hombre aspira a la felicidad en todos sus actos, pero la misma está centrada en “el interés de la propia consideración” por sobre el interés de los demás.

Este “principio de autopreferencia” es una propensión de la naturaleza humana, por lo tanto, el ser humano, siempre se verá inclinado a seguir esta línea de conducta. La propensión, hacia sí mismo, tiene un núcleo estrictamente hedonista. Este mueve la conducta humana hacia la satisfacción de sus necesidades e intereses. Por lo tanto,

“[…] se dice de un hombre, que tiene interés en una materia en la medida que tal materia está considerada como susceptible de ser para él fuente de placer o una exención del dolor, siendo el sujeto una cosa o una persona; una cosa en virtud del uso que pueda derivar de ella; o persona, en virtud de tal o cual servicio que pudiera recibir de manos de dicha persona”.54

Entre los objetivos que tal propensión intenta alcanzar, el deseo de ganancia es una inclinación no menos natural que otros, de tal modo que, en la vida económica, este deseo cumple una función fundamental. Afirma, asimismo, Bentham, en el marco del espíritu individualista, que los hombres están regidos, por lo que es su interés, en el más estricto y egoísta sentido del vocablo.

Hace, luego, una aproximación psicológica puntual. Bentham ratifica las fuentes de la motivación y la conducta humana. A su entender, entre las distintas entidades psicológicas del ser humano que integran lo que llama el Cuadro de los Resortes de la Acción, están el placer y el dolor. Para la valoración de un placer o un dolor, toma en consideración cuatro circunstancias: intensidad, duración, certidumbre o incertidumbre y proximidad o lejanía. De lo anterior se sigue que, definidos los valores de los placeres y dolores, para obtener una estimación general, se procede a sumar todos los valores de todos los placeres, por un lado, y todos los valores de todos los dolores, por el otro. La sumatoria revela la tendencia del acto en su totalidad. Esta operación se puede transmitir a la comunidad de la siguiente manera:

“Llévese una relación de número de personas cuyos intereses parecen estar afectados, y repítase el proceso anterior respecto a cada una de ellas. Súmense los números que expresan el grado de buena tendencia que tiene el acto respecto a cada individuo, en relación con los cuales la tendencia es buena en general; hágase nuevamente esto respecto a cada individuo, en relación con los cuales su tendencia es mala en general. Cotéjese la diferencia o saldo, el que, si es favorable al lado del placer, producirá una buena tendencia general del acto respecto al número total o a la comunidad de individuos de que se trata; si lo es del lado del dolor, la tendencia general será mala respecto a la misma comunidad”.55

La concepción, que figura en la base de dichos cálculos, está transparentemente orientada por el pragmatismo y el utilitarismo y, eso, lo comunica también, Bentham, con toda claridad:

“Las razones que señala esta conveniencia están derivadas del principio conocido con el nombre de principio de la utilidad, que se expresa mejor diciendo, el principio de la mayor felicidad. Exponer estas razones es presentar la cuenta entre la ley y la felicidad; es emplear cálculos aritméticos para los elementos de la felicidad. Aritmética política –nombre que algunos le han dado a la economía política– es una aplicación, aunque muy particular y demasiado reducida, de una ciencia de grandes alcances, de la aritmética y de sus cálculos, a la felicidad y sus elementos”.56

El principio de la felicidad ocupa un lugar preponderante, en esta teoría, pues la finalidad de la obra humana, en particular la que concierne al gobierno, por ejemplo, de una colección de leyes o pannomio, debe ser la consecución de la mayor felicidad para toda la comunidad, tanto de gobernantes como de gobernados. Estas afirmaciones nos entroncan con el papel del gobernante o del legislador. Queda, bien subrayado, que el “legislador deberá dar preferencia a los intereses que promueven, en grado máximo, la felicidad para el mayor número de personas”,57 o que, el soberano debe perseguir “el fin u objetivo propuesto, a saber: el máximo de felicidad, con referencia a los distintos miembros de la comunidad considerados en conjunto, y con relación a toda la extensión del tiempo”.58

Valle, por su parte, afirma que:

“[…] el hombre siente la acción de los seres que obran en él, y sus sensaciones son de dos clases: agradables y molestas. Quiere aumentar el número de las primeras y disminuir el de las segundas; busca en la naturaleza los seres que puedan llenar este deseo; acumula ideas y observaciones; medita los métodos que pueden hacerlos servir a su objeto, y esta suma ordenada, este sistema metódico de conocimientos es lo que se llama Ciencia”.59

El principio hedónico aparece nuevamente en la siguiente frase: “Todas las obras del hombre nacen de un principio. Todo lo que piensa, todo lo que ejecuta, se deriva del instinto maravilloso con que procura la conservación plácida de su ser”60 y por eso, “la Política, la Poesía, la Geometría, la Hidráulica, la Agricultura tienen un mismo origen: sirven a un mismo ser, tienden a un mismo fin: aumentar el número de sensaciones agradables; disminuir el de las molestas”.61 Encontramos, entonces, en Valle, cierta continuidad de la teoría hedónica que gravita, en parte de su obra, cuando se refiere privativamente a las sensaciones, la suma de estas, la inclinación de la balanza, el papel de las ciencias en la obra humana, etc. Se apropia, no obstante, de un lugar importante la coincidencia, entre ambos autores, acerca del carácter natural o instintivo de esta inclinación humana. Otro detalle que adquiere relación es la explícita convocatoria para la aplicación de la matemática y la estadística, en los diversos campos humanos, lo cual se vincula, sin duda, con la ya aludida Aritmética Política de Bentham.

Sin embargo, esta aceptación tiene sus bemoles, pues Valle no llega a los extremos de afirmar, en definitiva, que el principio de autopreferencia “contribuirá en el más alto grado a su propia felicidad máxima, cualquiera que sea el efecto en relación con la dicha de otros seres similares, uno cualquiera o todos ellos en conjunto”.62

Hay algunas variantes, en las expresiones de aquel, por ejemplo, la inclusión de la palabra amor tiende a imprimir una connotación relativamente diferente a lo planteado por Bentham: “Todos buscan sensaciones plácidas; todos repelen las molestas. El instinto de conservación; el amor mismo del ser es el que inclina a las unas y aparta de las otras”.63 Aquí la formación ilustrada juega una función de contrapeso, frente al pragmatismo liberal; véase, por ejemplo, una reflexión que modera ostensiblemente la concepción individualista:

“Seamos sensibles a la humanidad. Su voz es la que clama para que se prevengan los vicios, siempre destructores de las víctimas que sacrifican; para que la honradez que hace felices a los individuos de otras profesiones, extienda sus beneficios a los demás que puedan también serlo por ella”.64

Con respecto a los fines del gobierno, existe otra relación interesante: “La base indestructible de un Gobierno sólido es el mayor bien posible del mayor número posible”, por lo tanto, los levantamientos o la ruina de los gobiernos es porque “tienden a la elevación y riquezas del mínimo y a la depresión y miseria del máximo”. Y siguiendo cercanamente la aplicación pragmática, de Valle, propone el siguiente ejemplo:

“Supóngase dos sociedades de igual población, pero regidas por Gobiernos distintos: la una de 10 millones de individuos administrados por un Gobierno que trabaja para el mayor bien de nueve millones novecientos noventa y nueve mil novecientos; y la otra del mismo número de personas administradas por otro Gobierno que sólo procura la felicidad de 100 personas. Las fuerzas del primer Gobierno serán 9.999.900 voluntades decididas a sostenerlo; las fuerzas del segundo serán 100 intereses importantes para hacerlo triunfar en la lucha de 100 con 9.999.900”.65

Sin duda, estas afirmaciones están orientadas a dar sustento a la idea de que, tanto el legislador como el soberano, están en obligación de procurar la felicidad de sus gobernados, pero dentro de la lógica del “mayor bien posible del mayor número posible”.

Vale una última consideración. El planteamiento de Bentham sobre la psicología del hombre económico ha tomado una fuerza sorprendente en la época actual, en particular en las doctrinas subjetivas del valor que se impusieron en la teoría económica a partir de la revolución marginalista. La vigencia de este pensamiento se expresa no solamente en la visión pragmática de la economía, los negocios o la educación, sino también en el fundamento psicológico del quehacer del hombre de nuestro tiempo. Este fundamento psicológico hedónico constituye uno de los elementos principales de las tesis neoliberales, de tal manera que, el mismo manejo de las relaciones económicas, por ejemplo en el campo de la producción y la distribución, se adosa a los principios del más claro conductismo social.

Algo similar ocurre con el valor de la mercancía. Bentham discrepa de David Smith, quien sostiene que el valor de aquella, se define sobre la base de sus costos de producción-renta, sueldos e interés. Por el contrario, Bentham formula, en su época, el “enfoque alternativo o “subjetivo” que considera el valor –y los precios– como funciones de estimaciones y preferencias del consumidor”.66 No hay duda que esta visión ha tomado gran fuerza en las relaciones económicas en la sociedad actual. Estas tesis establecen una diferencia fundamental entre la necesidad y la preferencia. En el primer caso, en el contexto de las economías críticas, las necesidades no son simplemente fisiológicas, sino “necesidades antropológicas –materiales, culturales y espirituales–, sin cuya satisfacción la vida humana sencillamente no sería posible”,67 mientras que, en el segundo caso, hablamos de bienes que sirven para proveer distintos grados de satisfacción a la persona, en tanto consumidor. De allí la importancia, en el último caso, de las sensaciones agradables o desagradables como fundamento del hedonismo.

Por ello resulta particularmente interesante que a la altura del primer cuarto del siglo XIX, en el cual despuntan las primeras influencias del liberalismo clásico en Centroamérica, Valle esbozará también un pensamiento económico e ideológico, que aún en el siglo XXI, parece ser una tendencia dominante en el planeta.

Consideraciones finales

Bentham y del Valle parecen haber vivido experiencias similares en contextos histórico-culturales particularmente distintos. Ambos fueron testigos de cambios sociales, económicos y políticos de gran magnitud y frente a ellos, fueron protagonistas importantes. De similar forma sus aportes intelectuales pasaron desapercibidos para los sectores en el poder. De manera más enfática para el caso de Bentham, quien se desenvolvió principalmente en el campo intelectual y algo menos en el político. Un poco distinto es el caso de Valle quien tuvo un papel protagónico en los acontecimientos de la independencia, con todo y que sus ideas no lograran afincarse en aquel contexto conflictivo y tumultuoso. A pesar de que en su momento, los aportes de ambos pensadores no fueron justa ni ampliamente reconocidos, en la posteridad, sin embargo, sus influencias se hicieron sentir en innumerables autores y obras.

A pesar de que se encuentran similitudes de pensamiento entre del Valle y Bentham, el primero genera una visión de mundo ilustrada pero mediada por la realidad en la cual le toca vivir. La sabiduría de Valle es tal que de manera recurrente asevera que la realidad singular del contexto es el sedimento de la disciplina científica. Así entonces, alega, por un lado, que “puede un pueblo reunir las ciencias creadas en diversos pueblos [...]” pero, “creer que un solo pueblo ha podido ser el inventor y creador de todas las ciencias y artes, es olvidar la generación de ellas, desconocer la marcha del hombre y dar a un pueblo el honor que corresponde a muchos”.68 Por otro lado, se atreve, incluso, a una consideración polémica: “En cada zona debe haber familias diversas de vegetales, especies distintas de animales, clases diferentes de tierras, variedades diversas de hombres, necesidades distintas en cada variedad, y ciencias diferentes producidas por las necesidades”.69

Es válido, por lo tanto, aseverar que Valle asimila, dentro de la concepción de Zea,70 el pensamiento europeo, en este caso, lo escruta y resuelve a la luz de las particularidades de su entorno histórico. Esto conlleva a la urgencia de estudiar, en sus diferentes expresiones y campos, las modalidades de asimilación y creación de conocimiento de este autor, frente a las disposiciones y demandas históricas que le toca vivir. La influencia de Bentham es necesaria para entender el pensamiento y la labor histórica de Valle, así como resulta clave la revisión de su obra, para identificar su crítica al liberalismo de la época y sus propuestas de reforma orientadas hacia formas democráticas más que representativas.


* Costarricense. Doctor en Estudios Latinoamericanos. Colaborador del Programa de Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional (UNA). Presidente de la Junta de Servicio Universitario Mundial. Correo electrónico: danilo.perez.zumbado@gmail.com

1 Carlos Rojas Osorio, Filosofía moderna en el Caribe hispano (México, D.F.; San Juan: Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa; Universidad de Puerto Rico, 1997), 12.

2 Edelberto Torres-Rivas, Interpretación del desarrollo social centroamericano (San José, Costa Rica: EDUCA, 1977).

3 Elizabeth Fonseca Corrales, Centroamérica: su historia (San José, Costa Rica: FLACSO, 1996).

4 Julio César Pinto Soria, “La independencia y la Federación (1810-1840)”, en: Historia general de Centroamérica. Tomo III. De la Ilustración al liberalismo, (ed.) Héctor Pérez Brignoli (Madrid, España: Sociedad Estatal Quinto Centenario; FLACSO, 1993), 73-140.

5 Ibid, 74.

6 David Díaz Arias y Ronny Viales Hurtado, Independencias, Estados y política(s) en la Centroamérica del siglo XIX: las huellas históricas del bicentenario (San José, Costa Rica: CIHAC, 2012), disponible en URI: http://hdl.handle.net/123456789/555.

7 Torres-Rivas, Interpretación del desarrollo social…

8 Pinto Soria, “La independencia y la Federación…”, 92.

9 Constantino Láscaris, Historia de las ideas en Centroamérica (San José, Costa Rica: EDUCA, 1970).

10 Ibid, 354.

11 Díaz Arias y Viales Hurtado, Independencias, Estados y política(s) en la Centroamérica del siglo XIX…

12 Pinto Soria, “La independencia y la Federación…”, 93.

13 Díaz Arias y Viales Hurtado, Independencias, Estados y política(s) en la Centroamérica del siglo XIX…

14 Sobre la historia del istmo hacia el período, véase Elizabeth Fonseca Corrales, “Economía y sociedad en Centroamérica (1540-1680)”, en: Historia general de Centroamérica. Tomo II. El régimen colonial, (ed.) Julio César Pinto Soria (Madrid, España: Sociedad Estatal Quinto Centenario; FLACSO, 1993), 95-150; Sobre el tema de la independencia del subcontinente, véase el clásico de John Lynch, Las revoluciones hispanoamericanas (Barcelona, España: Editorial Ariel, 1989) y de Leandro Prados y Samuel Amaral (eds.), La independencia americana: consecuencias económicas (Madrid, España: Alianza Editorial, 1993).

15 George Sabine, Historia de la teoría política (México, D.F.: FCE, 1979), 439.

16 Jeremy Black, “El papel de la monarquía en la Inglaterra del siglo XVIII”, Manuscrits. Revista d’Història Moderna (Barcelona, España) 23, (2005): 151-162, URL: https://ddd.uab.cat/pub/manuscrits/02132397n23/02132397n23p151.pdf.

17 Ibid, 154.

18 Jorge Mario García Laguardia, “Prólogo. José del Valle. Ilustración y liberalismo en Centroamérica”, en: Obra escogida. José Cecilio del Valle (Caracas, Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 1982).

19 Ibid.

20 Ibid: Véase la “Introducción”.

21 Jorge Mario García Laguardia, Orígenes de la democracia constitucional en Centroamérica (San José, Costa Rica: EDUCA, 1971), 76.

22 Mata Gavidia en: José Cecilio del Valle, Obra escogida (Caracas, Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 1982), X.

23 Virgilio Rodríguez Beteta, Ideologías de la independencia (San José, Costa Rica: EDUCA, 1971), 22.

24 Ibid, 113.

25 García Laguardia, “Prólogo. José del Valle. Ilustración y liberalismo…”, XXVI.

26 del Valle, Obra escogida…

27 Irving M. Zeitlin, Ideología y teoría sociológica (Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores, 2004).

28 William Sweet, “Jeremy Bentham (1748-1832)”, Internet Encyclopedia of Philosophy. A Peer-Reviewed Academic Resource, URL: http://www.iep.utm.edu/bentham/. Traducción libre del autor: “Bentham lived during a time of major social, political and economic change. The Industrial Revolution –with the massive economic and social shifts that it brought in its wake–, the rise of the middle class, and revolutions in France and America all were reflected in Bentham's reflections on existing institutions”.

29 Cícero Araujo, “Bentham: el utilitarismo y la filosofía política moderna”, en: La filosofía política moderna. De Hobbes a Marx (Buenos Aires, Argentina: CLACSO, 2000), disponible en URL: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20100609023007/11cap10.pdf.

30 Ibid, 270.

31 Ibid, 280.

32 Jeremy Bentham, Escritos económicos, selección y prólogo de W. Stark (México, D.F.: FCE, 1978), VIII.

33 Valle pronuncia conmovidos elogios fúnebres a dos figuras importantes en su vida: J. A. de Liendo y Goicoechea y J. Bentham.

34 Rojas Osorio, Filosofía moderna en el Caribe hispano, 199.

35 Ibid, 139.

36 Bentham, Escritos económicos, selección y prólogo de W. Stark, VIII.

37 Leopoldo Zea, Filosofía de la historia americana (México, D.F.: FCE, 1975).

38 Bentham, Escritos económicos, selección y prólogo de W. Stark, IX.

39 Ibid, 177.

40 Ibid.

41 Ibid, XI.

42 Ibid, 178.

43 Ibid, 177.

44 Ibid, 173-174.

45 Bowring en: Ibid, XII.

46 del Valle, Obra escogida…, 178.

47 Ibid, 170.

48 Ibid, 168.

49 Ibid, 169

50 Ibid.

51 José Cecilio del Valle, Ensayos y documentos (San José, Costa Rica: Editorial Libro Libre, 1988), 207.

52 del Valle, Obra escogida…, 82.

53 Bentham, Escritos económicos, selección y prólogo de W. Stark.

54 Ibid, 4.

55 Ibid, 16.

56 Ibid, 18.

57 Ibid, 172.

58 Ibid, 257.

59 del Valle, Obra escogida…

60 Ibid, 177.

61 Ibid, 178.

62 Bentham, Escritos económicos, selección y prólogo de W. Stark, 3.

63 del Valle, Obra escogida…, 182.

64 Ibid, 69.

65 Ibid, 85. Este ejercicio es similar al realizado por Bentham en “La psicología del hombre económico”, sección XXIX.

66 Bentham, Escritos económicos, selección y prólogo de W. Stark, XXVI.

67 Franz J. Hinkelammert y Henry Mora Jiménez, Hacia una economía para la vida (Cartago, Costa Rica: ETCR, 2008), 39.

68 del Valle, Obra escogida…, 180.

69 Ibid, 179.

70 Zea, Filosofía de la historia americana.


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