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Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Enero-Junio, 2021). Vol 37(69)
DOI: https://doi.org/10,15359/tdna.37-69.7
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DOSSIER EXILIOS


El exilio de Rogelio Fernández Güell (1905-1913) en México:
Una voz periodística del maderismo

The exile of Rogelio Fernández Güell (1905-1913) in México: A Journalistic voice of Maderismo

O exílio de Rogelio Fernández Güell (1905-1913) no México: Uma voz jornalística de Maderismo

Beatriz Gutiérrez-Mueller

Académica

Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

México

Recibido:03/02/2020 - Aceptado:15/03/2020


Resumen

Rogelio Fernández Güell, originario de Costa Rica, fue un exiliado en México que participó como diplomático en el ocaso de la dictadura de Porfirio Díaz, después, en el gobierno de transición encabezado por Francisco León de la Barra y, finalmente, tras el arribo de un presidente electo por el voto popular. A la causa maderista entregó su talento como escritor y periodista. En este artículo se aborda, con especial atención, su trabajo en la prensa tanto en México como en su país natal, a través de La Época (México) y El Imparcial (San José), los cuales dirigió.

Palabras clave: Rogelio Fernández Güell, Revolución mexicana, periódico La Época, periódico El Imparcial.

Abstract

Rogelio Fernández Güell, born in Costa Rica, was an exile in Mexico who participated as a diplomat in the twilight of the Porfirio Díaz dictatorship, later in the transitional government headed by Francisco León de la Barra and, finally, at the arrival of an elected president through popular vote period, with Francisco I. Madero. He devoted his talents as writer and journalist to Maderismo. This article studies with special attention, his work in press both in Mexico and in his native country, in newspapers managed by him, such as La Época (Mexico) and El Imparcial (San José).

Keywords: Rogelio Fernández Güell, Mexican Revolution, Francisco I. Madero, La Época Daily, El Imparcial Daily.

Resumo

Rogelio Fernández Güell, originalmente da Costa Rica, foi um exilado no México que participou como diplomata no final da ditadura de Porfirio Díaz, depois no governo de transição liderado por Francisco León de la Barra e finalmente, após a chegada de um presidente eleito pelo voto popular. Ao Maderista, ele deu seu talento como escritor e jornalista. Este artigo enfoca seu trabalho na imprensa tanto no México como em seu país de origem através de La Época (México) e El Imparcial (San José), que ele dirigiu.

Palavras chave; Rogelio Fernández Güell, Revolução Mexicana, Francisco I. Madero, La Epoca, El Imparcial.

El exilio de Rogelio Fernández Güell (1905-1913): Una voz del maderismo

En 2018 rememoramos el primer centenario del fallecimiento de Rogelio Fernández Güell.

Este costarricense, excepcional en el mundo literario, periodístico y político, fue asesinado en su país natal luego de un periplo que abarcó de 1904 a 1913; casi una década en la que radicó primero, en España, y después en México, así como en Estados Unidos; países en los que se entregó en cuerpo y alma a la literatura, la filosofía y la emancipación y educación políticas. Sobre todo, en México.

Antes de marcharse en un vapor a Madrid, en enero de 1904, y al retornar, en febrero de 1913, Rogelio Fernández Güell fue un periodista y escritor muy activo en San José. Cuando apenas contaba con 17 años, colaboraba en El Día, Diario Independiente, dirigido por Tacio Castro; y después, en El Tiempo, Diario Independiente, de Rafael Alpízar. A la par, era un joven activista del Partido Republicano a cuyo grupo se le denominó los “neos”. Esto, por su juventud, garra y rebeldía. A los 18 años decidió imprimir su propio periódico que llamó El Derecho. Semidiario Republicano. Lo acompañaron en la tarea sus hermanos Víctor y Federico. De modo simultáneo, inquieto en el mundo de la literatura, se convertía en editor de Don Quijote. Semanario humorístico, satírico y caballeresco. Su fecha de salida fue el 8 de septiembre de 1901 y hasta donde he podido saber, solo se imprimió un número.1

Su quehacer periodístico le causó muchos problemas con el gobierno de Rafael Yglesias Castro. Primero fue a prisión, siendo menor de edad, y después fue atacado en el Parque Central, a los 18 años, situación que le hizo perder capacidad para escribir con la mano derecha, y fue, de este modo, como se convirtió en zurdo.

Comprometida su situación personal y su actuar público, el 13 de enero de 1904, Rogelio Fernández reveló, en El Derecho, que había sido amenazado con cárcel o destierro. Y en el que fue su último editorial, anunció que prefería abandonar el país para no dar subterfugios a un régimen autoritario, y al surgimiento de más casos de abuso en contra de periodistas:

Si lo que busca el gobierno es un pretexto para gobernar sin leyes, nosotros no se lo pondremos a mano. Al contrario, nos envolvemos en nuestra bandera, y lentamente nos retiramos del palenque. Nos sonrojaríamos si nos dijeran mañana que precipitamos al gobierno al despeñadero del despotismo, y luego abandonamos el país, dejando a otros sufrir las consecuencias de nuestra falta de juicio.2

Para la edición del día 14 de enero, el director ya era su hermano Federico. Rogelio se iría a Madrid el día 18 para continuar sus estudios literarios y científicos, según su amigo Carlos Orozco Castro.3 Y así fue.

En los últimos escritos periodísticos que dejó, según lo publicado por El Centinela. Diario Republicano y El Combate. Diario Republicano, ambos de Carlos Orozco Castro, se despedía. Prefería el destierro. Marcharse sería una manera de proteger su vida. Inició Costa Rica una etapa difícil en materia de libertad de prensa; meses después, el jueves 1 de octubre de 1904, los editores amigos de El Combate anunciaban el cierre de este. El argumento era el mismo que meses antes ofreciera Rogelio: levantaban el gallardete blanco en son de paz y dejaban de circular su impreso.

Rafael Yglesias Castro dejó en el poder, en cuestionadas elecciones, a Ascensión Esquivel Ibarra. Este personaje redobló sus ataques a la prensa y a sus opositores políticos, al grado de suspender garantías individuales y expulsar del país a todos los contendientes electorales, en 1906. Digamos, entonces, que Rogelio calculó con pertinencia y abandonó Costa Rica en buena hora y en buena lid, dos años antes.

A raíz de la despedida de Rogelio Fernández, en enero de 1904, en las páginas de El Centinela se publicaron varios materiales suyos o sobre él: despedidas de amigos, piezas de su autoría (una narración y un poema) y una biografía breve, realizada por Carlos Orozco. Su colega periodista, en artículos y notas de ese día 15 de enero de 1904, declaraba que el destierro de Rogelio estaba asociado con “la actitud asumida por el gobierno en materia de prensa”, situación que había precipitado al joven periodista “sin duda, en la suerte de la discusión acalorada y enérgica oposición”; en Costa Rica, opinaba Carlos Orozco, reinaba “el silencio o la apostasía”.

La semblanza de Orozco sobre Rogelio resumía lo que había logrado a su corta edad (tenía 21 años): ya había escrito “Los Quijotes de mi tierra” y otros artículos “de invectiva política palpitante” que le habían llevado al Saladero, la prisión de la ciudad. Había sido estudiante del Liceo de Costa Rica,4 el cual abandonó por “rebeldía contra la imposición disciplinaria” y pasó a ser autodidacta en la biblioteca de su padre. En política era “de la escuela idealista”. Poseía un “admirable poder de la palabra: hablada y escrita”, y, cuando las elecciones de 1903, “Rogelio fue el alma de ese movimiento admirable e inconcebible en este país”, pues sus estandartes eran la democracia y el derecho, idea no fácil de ser asumida por el colectivo. Carlos Orozco vaticinaba: si el joven periodista volvía a San José a los dos años como lo tenía contemplado, retornará hecho un hombre de importancia y un verdadero luchador político. Será espanto del poder arbitrario, maestro de las masas, tribuno del pueblo, hombre capaz de llegar a jefe. Que nuestros pronósticos se realicen y que llene el amigo muy querido la medida de sus nobles aspiraciones.5

Rogelio Fernández Güell debió sentirse decepcionado y triste por tener que partir. Y en El Centinela le publicaron un textito titulado “Adiós”. Aquí una parte:

Nunca, como ahora, el sentimiento patrio ha causado en mí mayor fuerza …. Lamento dejar el suelo de la patria, no haber podido imprimir profundamente las huellas de mi paso en él …. Al escribir, siempre he tenido ante los ojos la imagen de la Patria. … He combatido cuanto he juzgado dañoso para sus intereses y fatal para su honor … . Al colocar mi lanza en el armero, el corazón me dice que brazos más vigorosos la empuñarán en defensa de las ideas republicanas … . A los “eternos idealistas”, a los “neos irreductibles”, a esos no les digo adiós sino hasta luego. Y a los costarricenses todos … les puedo asegurar en este instante solemne de mi vida que, por Costa Rica, he luchado … y que, si yo salgo de la Patria, la Patria no saldrá nunca de mí.6

La naturalización mexicana

En un vapor navegó hasta Madrid. Allá se casó con Rosa Serratacó y se tituló como licenciado en Derecho y en Filosofía por la Real Universidad de Madrid; ya podía presumir de hablar inglés, portugués, catalán, provenzal, latín y griego. Así está asentado en su expediente en la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. El costarricense solicitó su naturalización como mexicano el 2 de mayo de 1907 y de esa solicitud obtenemos otros datos interesantes: que tenía dos años de vivir en México (o sea: arribó en mayo de 1905) y que era propietario de una casa en el callejón del Progreso N.o 5. Yo concluyo que esta información no es exacta. Por datos varios, llegó a México, antes bien, en mayo de 1906 y se hizo de esa casita porque Ignacio Mariscal, ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Porfirio Díaz, lo ayudaría a naturalizarse y así, a ser funcionario diplomático. El tema de la vivienda debió ser un requisito para mostrarse como “radicado” en México y poder, así, solicitar su naturalización. En ese expediente declaró ser corresponsal de El Siglo Espírita y Liberal, de Madrid, así como de otros periódicos cuyos nombres no menciona.

Obtenida la nacionalidad mexicana, se mudó a Baltimore para ser cónsul de México, encomienda desempeñada de diciembre de 1907 a enero de 1911. Su expediente diplomático no brinda más información de interés.7 Esto permite suponer que su trabajo consular no tuvo dificultades y que, es muy de creer, su apacible estancia de tres años en Estados Unidos le permitió seguir estudiando, ahondar en la filosofía espírita y mejorar sus habilidades poéticas.

Hay constancia de que mantuvo colaboración periodística relacionada con el tema espiritista con las revistas Luz, Unión y Verdad y La Voz de la Verdad, ambas de Barcelona. La primera tenía como jefa de información a la famosa Amalia Domingo Soler, hacia 1909. También ya desde México (1906-1907) participaba en El Siglo Espírita, y por la correspondencia de Francisco I. Madero se sabe que ambos se conocían en ese entorno doctrinal y que el futuro presidente de México ya estaba familiarizado con sus ensayos, los cuales publicaba en aquel. Este impreso, dicho sea de paso, cambiaría después su nombre a Helios, el cual dirigiría Rogelio de 1911 a 1913. Esta fue la publicación espírita más importante de su género en México. Allí publicó Madero, siendo presidente, su propia paráfrasis al Baghavad Gita con el pseudónimo de “Bhima”. Así, cada mes, desde 1912, aparecía una nueva glosa de ese clásico hinduista. La identidad de ese alias fue revelada cuando el mandatario fue asesinado, precisamente por su director.

Ignacio Mariscal fue su protector político. Lo hermanaba la causa espírita. Por tal razón, al fallecer, Rogelio Fernández recibió la noticia de que no se requerían más sus servicios consulares, en febrero de 1911. Este despido lo colocó, por azares de la vida, en la Revolución Mexicana.

Una breve digresión permitirá comprender mejor lo que ocurría en México. El Plan de San Luis, el cual determinaba que la revuelta contra Porfirio Díaz iniciaría el 20 de noviembre de 1910, lo había comenzado a esbozar Francisco I. Madero mientras estaba preso en la penitenciaría de San Luis Potosí. En ese momento, Madero era candidato a la Presidencia. Logró fugarse a San Antonio, Texas, y desde allá, rodeado de otros “antirreleccionistas”, como se les denominó, lo pulieron y circularon. Esta revolución tuvo poco éxito en los meses posteriores a noviembre, cuando Rogelio aún estaba en Baltimore. Sin embargo, hacia abril y mayo, las adhesiones a Madero de otras fuerzas sublevadas, como la de Francisco Villa, permitieron que la revolución creciera en importancia política y militar.

Mientras tanto, el ex cónsul dejaba Estados Unidos y se instalaba en la ciudad de México. De inmediato, se unió a los trabajos de la Junta Permanente del Segundo Congreso Espírita de México. Preocupados sus correligionarios por la guerra civil, pidieron a Rogelio una misión especial: le entregaron una carta para que se la diera en persona al caudillo revolucionario. Para lograr este propósito, consiguió un pasaporte especial que le permitiría atravesar por los territorios de batalla y llegar a Ciudad Juárez. En esa ciudad fronteriza ya se llevaban a cabo las pláticas para poner fin a la revolución, con enviados del general Díaz y los sublevados. El texto, firmado por el secretario de la Junta Espírita, fue el siguiente:

Por acuerdo de la Junta se convino en que esta nota se pusiera personalmente en manos de usted, comisionando al hermano D. Rogelio Fernández Güell para ello y autorizándole, además, para que en las negociaciones de paz estuviera presente, a fin de coadyuvar a ella de una manera confidencial y humanitaria.

La Junta confía en que, dado el amor que usted siempre ha manifestado hacia la causa del progreso y de la felicidad mundial, atenderá debidamente al hermano Fernández Güell.

Anhelamos que cese la guerra que ensangrienta esta bella porción del universo; que en aras del Amor se depongan los rencores y que la Libertad surja esplendorosa, no soberbia y engreida [sic] sobre cadáveres y ruinas, con la veste virginal manchada de sangre y con los ojos iluminados por el fulgor de la victoria, sino dulce y tranquila, á los vítores de un pueblo unido y en medio de las bendiciones de todos.

¡Gloria á Dios en las alturas y paz en la tierra á los hombres de buena voluntad!

Por la Junta,

Antonio B. y Castro, secretario de la Junta Permanente del Segundo Congreso Espírita de México.8

Con ese documento en la mano, Fernández Güell llegó a Ciudad Juárez. Así conoció a Madero y a los principales revolucionarios como Gustavo A. Madero, Francisco Villa, José María Pino Suárez, Venustiano Carranza y Federico González Garza. Desde ese momento, Madero y el periodista de Costa Rica sellaron una amistad, una confraternidad espírita y una misma causa política.

Funcionario público y periodista

Consumada la paz y obtenida la renuncia de Porfirio Díaz como presidente por más de 33 años, Rogelio de inmediato ocupó la jefatura de Publicaciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología. El presidente interino era Francisco León de la Barra. El puesto fue ocupado desde julio de 1911 y hasta noviembre de 1912. No está de más destacar que esta era la imprenta académica más importante del gobierno.

Para apoyar la candidatura de Madero a la Presidencia por el Partido Constitucional Progresista —por cierto, del cual Rogelio fue miembro fundador—, dirigió el bisemanal El Amigo del Pueblo, el cual circuló mientras duró la campaña. Las elecciones se verificaron en noviembre de 1911 y, como se sabe, Madero arrasó en las urnas.

Rogelio siguió en el Museo Nacional, trabajo que combinaba con la dirección de Helios, de la Junta Espírita, desde junio de 1911 hasta su salida de México. En febrero de 1912, y para apuntalar al nuevo gobierno con ideas y educación política, fundó con el nicaragüense Solón Argüello La época. Bisemanario Político, de Información y Variedades que solo duró un semestre (febrero a julio de 1912). El propósito era, según una nota, “luchar por el sostenimiento del nuevo régimen democrático”.9 En este bisemanario publicó editoriales y notas (para los cuales usó, además de su nombre, los alias “Cimón”, “Zascandil”, “Perdigones” y muy posiblemente “Madjahama”, según mis pesquisas) y poemas de su autoría.

De entre los artículos que publicó, destaco dos: uno, el que dedicó al rotativo opositor El País, y dos, contra la prensa sensacionalista. En el primero, sin firmar, atizaba en contra de su director Trinidad Sánchez Santos, quien se pavoneaba de ser católico y juzgar, a partir de ello, el gobierno de Madero. Sánchez no actuaba como un buen cristiano pues, en vez de velar por la paz de la República, utilizaba las páginas del impreso para instigar a la opinión pública a actos contra todo derecho. Preguntaba el autor:

… ¿Es amor verter en las páginas blancas, que esperan conceptos sublimes de moral cristiana, toda la ponzoña de un alma venenosa y envenenada? ¿Es amor perseguir con el insulto y la calumnia á nuestros semejantes? ¿Es amor agitar las pasiones populares para que el hermano mate al hermano y el hijo se convierta en verdugo de su propio padre? … [Los artículos de Trinidad Sánchez Santos] no parecen escritos por un cristiano, sino por un energúmeno en cuyo pecho se hallara enroscada la serpiente bíblica, como Luzbel en el árbol fatal.10

El segundo artículo fue, como en muchas otras ocasiones, en contra de la prensa hostil al nuevo gobierno. Madero, al iniciar su mandato había eliminado todo tipo de subvención a la prensa bajo la premisa de que esta debe ser libre. Sin embargo, argumentaba “Cimón” en esta entrega, la mayor parte de los periodistas de la capital menospreciaban que ahora no comandaban sus opiniones desde el gobierno y que podían ya ejercer la libertad de expresión, sin ataduras. La reflexión del costarricense iniciaba con la anécdota narrada por Jules Michelet, cuando ocurrió la toma de La Bastilla. Uno de los prisioneros liberados pedía seguir en cautiverio.

Temía morirse de hambre. ¡Ser libre! ¡qué compromiso para el infeliz que no bien había andado una docena de pasos fuera del lúgubre castillo, cuando ya pedía llorando que lo volvieran á su calabozo, que no lo atormentasen más con el espectáculo de una libertad que él no había solicitado y que para nada necesitaba!

Tal sucede en la actualidad con muchas personas que lamentan la caída de la Dictadura, y que, como los licenciados o prófugos de presidio, arrastran el pie izquierdo, como si aún sintiesen el peso de la cadena, la horrible mordedura del grillete.11

Después del cierre de La Época, seguramente por falta de recursos, a finales de junio de 1912, Fernández Güell continuó como jefe de Publicaciones del Museo Nacional hasta noviembre de 1912. Ese mes, Madero lo nombró director de la Biblioteca Nacional. Quien dirigía esos fondos, acorde a aquellos tiempos, debía ser un reputado hombre de letras.

Sin embargo, mientras él dirigía la Biblioteca, tres relevantes alzamientos armados en contra de Madero enturbiaban el clima político y ya su gobierno se tambaleaba: el de Pascual Orozco, en el norte; el de Félix Díaz, en el Golfo; y el de Emiliano Zapata en el centro. Estas insurrecciones se sumarían a otras de forma incontrolable. La situación terminaría, como es sabido, con el asesinato de Francisco I. Madero, y de su vicepresidente, José María Pino Suárez, la madrugada del 23 de febrero de 1913.

De lo poco que pudo realizar en cuatro meses al frente de la Biblioteca Nacional, fue abrir la sección de periódicos y revistas. Gracias a ello, muchos podemos consultar hoy volúmenes de la época en la Hemeroteca Nacional que la Universidad Nacional Autónoma de México tiene en comodato. Intentó, de manera infructuosa, formar el reglamento interior de aquella basándose en modelos europeos y americanos. No obstante los hechos políticos lo rebasaron y no fue posible culminar sus propósitos.

Rogelio Fernández Güell, en Episodios de la Revolución mexicana, que publicó en Costa Rica, en 1915, barajó varias hipótesis sobre la caída del presidente. Las imputables a su investidura o su proceder, las resumo como sigue: 1) Madero buscaba conciliar con todas las partes políticas, en vez de ratificarse en un ala ideológica; 2) llegó a prestar más atención a las amenazas de sus opositores que a las recomendaciones de sus amigos; 3) debió haber hecho renunciar a toda la élite porfiriana del gobierno; 4) debió implementar pronto una reforma agraria; 5) debió tomar medidas más drásticas en ciertas situaciones para poner orden (por ejemplo, liberar a dos periodistas españoles que no solo intervenían en asuntos de exclusiva competencia de mexicanos, sino que violaban flagrantemente la ley de imprenta). En torno a las circunstancias externas que sucedieron hasta su caída, Fernández Güell concluyó: 1) la prensa vendida de tiempos de Porfirio Díaz no quiso ser libre y no se acostumbró a no ser subvencionada; por eso, la mayor parte de los periodistas se volvieron feroces detractores del presidente; 2) rodeaban a Madero muchos blandengues que antes habían tenido por bandera altos ideales, como el “sufragio efectivo, no reelección”; 3) la traición a su gobierno y a su persona se fraguó desde el primer día de su gobierno; 4) el golpe de Estado encabezado por Victoriano Huerta evidenció una honda cultura militarista en México; 5) México no estaba apto para la democracia en la clase política ni entre los ciudadanos, que no supieron defender a su presidente ni a su nuevo estatus político.

Por el golpe de Estado que encabezó el general Huerta, Fernández Güell huyó y pudo salvar su vida, como aquella vez de 1904, cuando salió de Costa Rica. Como en 1904, lo hizo a tiempo. Los años de 1913 y 1914 fueron los más sangrientos de toda la Revolución Mexicana.

En México publicó varios de sus libros: Lux et umbra [México: Tip. Artística, 1911]; El moderno Juárez. Estudio de la personalidad de Francisco I. Madero [México: Tip. Artística, 1911]; Psiquis sin velo. Tratado de filosofía esotérica [México: Müller Hermanos, 1912], dedicado a Francisco I. Madero, y Los Andes y otros poemas.12 Esta edición, lamentablemente, no fue completada en los talleres del Museo Nacional, pues Huerta ordenó detener todos los trabajos de la imprenta y perseguir a todos los maderistas. Se conservan algunos poemas, como los localizados en La Época y otros que publicó en Athenea, la revista de El Ateneo de Costa Rica.

Además, escribió varios artículos sobre espiritismo. Hasta la fecha, además de la Junta Espírita de México, he podido saber que fue miembro de la “Sociedad Espiritista de Cuba” donde eran socios honorarios personajes de la talla de Camille Flamarion, Gabriel Delanne y Manuel Navarro Murillo, entre otros, hacia 1916. Por supuesto, con los espiritistas españoles, nunca rompió sus vínculos.

También perteneció a El Ateneo de Costa Rica.

A su regreso

El poeta, periodista, diplomático, filósofo y político centroamericano regresó para entregarse por entero a su país en los ámbitos de antes, más los aprendidos en su exilio. Además de dar a la estampa sus Episodios de la Revolución Mexicana, publicado a principios de 1915, ofreció conferencias, publicó artículos, escribió más libros y se volcó al periodismo y a la política. El 1 de septiembre de 1915, echó a andar su mejor empresa: El Imparcial. Contó con dos páginas extra para una edición en inglés, y se preciaba de que ese era el diario de mayor circulación en Centroamérica. Al tiempo, reanudó sus trabajos al seno del Partido Republicano.

Sin embargo seguía de cerca los acontecimientos de México. Al triunfo de las fuerzas comandadas por Venustiano Carranza, que implicó la renuncia de Victoriano Huerta, Fernández Güell envió una carta al nuevo presidente de México con fecha 25 de octubre de 1915:

Distinguido señor y amigo:

Felicítolo por el hermoso triunfo obtenido con el reconocimiento de las potencias.

Ya usted estaba reconocido, desde hace dos años, en el corazón del pueblo mexicano. Ud. Supo ahogar con una mano la hiena de la Dictadura y con otra la hidra de la Anarquía.

De Ud. Atto. S. S. amigo y respetuoso admirador, Rogelio Fernández Güell [Rúbrica].13

Me detengo en algunas planas de El Imparcial y en materiales hallados en archivos mexicanos, para evidenciar que su larga vinculación con la política mexicana continuó.

En el Archivo Carso, de México, se localiza una carta de Cándido Aguilar, dirigida a Leopoldo Lugones,14 el escritor argentino, y remitida a Fernández Güell. Cándido Aguilar era el ministro de Relaciones Exteriores de México. En la misiva de fecha 8 de mayo de 1916 queda de manifiesto el interés de Venustiano Carranza por llevar a cabo una intensa campaña de propaganda a favor de la revolución por él encabezada y, a la vez, por ahondar en la unidad latinoamericana frente a las dictaduras del continente. En ella, Aguilar expresa que en América se advierte cómo “perecen los viejos prejuicios políticos y sociales moldeados en el yunque de las dictaduras”, y cómo en nuestros paises hay “ya campos propicios [que] están comenzando a hacer germinar nuevas semillas, sin la dolorosa necesidad” de las “luchas armadas”. ¿Qué tenía que ver Rogelio con esta misiva de Aguilar a Lugones? Enterarlo de que se conformaba esa red entre intelectuales y periodistas, y que Fernández Güell, a su vez, ayudara a través de El Imparcial.15

Y justo esa campaña propagandística de Carranza tocó las puertas de El Imparcial. Ahí apareció la serie titulada “La revolución social mexicana”, de Carlos Loveira. En una entrega del 2 de diciembre de 1915, señalaba que el gran error de Madero había sido:

… obstinarse hasta el último momento en desoír los sanos y desinteresados consejos de sus amigos más íntimos (entre los cuales, dicho sea entre paréntesis, se hallaba el actual director de El Imparcial …) quienes, como salvación de aquel régimen político, y en evitación de la guerra civil que de nuevo amenazaba al país, rogaban, puede decirse, al primero, que diera inmediata satisfacción a las necesidades del pueblo, que diera el golpe decisivo a los enemigos de la causa popular —aquel clero intrigante y maquiavélico, el capitalismo centralizador y el militarismo pretoriano— aquel su error hizo posible más tarde el cuartelazo de Huerta y el asesinato del infortunado Presidente.16

El Imparcial también destacó la aprehensión, en Guatemala, del asesino material de Madero; su nombre: Francisco Cárdenas. La información era retomada de El Paso Morning Times. Cárdenas había llegado a ese país haciéndose pasar por vendedor de mulas. Durante varios meses pudo ocultar su identidad hasta que fue reconocido por la policía del presidente Manuel Estrada Cabrera. Negó los hechos, intentó fugarse después y fue finalmente detenido. Según la noticia, confesó cómo asesinó a Madero y a Pino Suárez. Aquí un resumen: hacia la 1:00 de la tarde del 22 de febrero, un militar lo buscó en el hotel en el que se hospedaba para hacerlo acudir a una cita con el general Aureliano Blanquet. Cuando llegó a la Comandancia Militar, Blanquet le expuso el plan de eliminar físicamente a Madero; como Cárdenas dudara, Blanquet lo llevó ante el Consejo de Ministros que presidían los generales Manuel Mondragón, Félix Díaz y Cecilio Ocón. “Mayor —le expresó Blanquet—, esos servicios solo se pueden encomendar a gentes de toda confianza, y usted sabe que son pocos en quienes se puede depositar una confianza absoluta”. Ocón abundó que no se trataba de un fusilamiento sino de hacer parecer un asalto a los tres reos y que murieran en medio de la confusión. No convencido del todo, Cárdenas pidió hablar con Huerta. Y a él lo condujeron, en Palacio Nacional. Huerta lo tomó del brazo, le ofreció una copa de coñac y lo conminó a desempeñar esa misión porque así lo había decidido el Consejo de Ministros; sin embargo, le ofrecía la opción de no matar al general Felipe Ángeles, también preso. Además, quería que todo ocurriera ese día.

De nuevo, siguiendo la noticia de marras, Francisco Cárdenas, con dicho mandato fue a la búsqueda del cabo de rurales, Rafael Pimienta, y de ahí a casa de Ignacio de la Torre y Mier quien dispuso dos automóviles, en uno de los cuales, la madrugada del 23 de febrero, se ejecutó el plan. Madero y Pino Suárez fueron asesinados en las cercanías del Palacio de Lecumberri, la antigua cárcel del Porfiriato.17

Un último ejemplo de lo que publicaba en El Imparcial y que permite saber más del círculo de amigos e incondicionales de Madero, muchos de ellos extranjeros. Puede seguirse en la edición del 24 julio 1916, con la entrevista de Enrique Guariola, realizada en Saltillo para La Reforma, a Arnold Krumm-Heller. Por supuesto que también conocía a este personaje originario de Sancheldorf, Alemania. Ambos habían coincidido en Ciudad Juárez, para mayo de 1911, adonde acudieron por separado para ofrecer su amistad espírita al jefe revolucionario. En el efímero gobierno de Madero, Arnold no solo fue agente confidencial y doctor particular, sino propagandista suyo en conferencias: en escritos y libros, además de ser médico de Estado Mayor. Su amistad con Carranza lo llevó a desempeñar idéntica función, pero en Europa.

Rogelio publicó, junto a la entrevista que pormenorizaba la detención en Kirkwall, una breve biografía de este amigo: había sido enviado a Alemania como agente diplomático para estudiar “los últimos adelantos de la ciencia militar”.18 En el trayecto Nueva York-Copenhague, fue aprehendido por los ingleses en “altamar” e “internado en la prisión de Scotland Yard y juzgado como espía”. Se le obligó a devolverse a Nueva York, y fue de este modo como retornó a México a reencontrarse con Carranza en Saltillo. Según Fernández Güell, Krumm-Heller era autor de obras filosóficas, políticas y dramáticas: tenía a la sazón 48 años, y era discípulo de Papus. Había recorrido por India, Tíbet, Asia Menor, Egipto y Turquía; circuito que le había permitido alcanzar una sobrada reputación en Francia, Alemania e Inglaterra como “profesor de ciencias ocultas”. “Es un hombre genial y extraordinario”.19Krumm-Heller narró a La Reforma que su liberación había sido posible gracias a la intervención del secretario general de la Sociedad Teosófica, Berley Waever, quien incluso gestionó una reclamación por 10 mil libras, cifra menor a la que indica su expediente en Relaciones Exteriores.20

En Episodios de la Revolución Mexicana, Fernández Güell se mostró obstinado por saber todos los detalles del asesinato de Madero. Su narración va casi hora por hora. Es meticulosa, y se advierte que buscó información por todas partes, no solo a partir de la que podía obtener gracias a los servicios cablegráficos con que contaba El Imparcial.

Esta inquietud por la Decena Trágica no ha sido solo suya. Es tan grotesco el asesinato de Madero, tan vergonzosa la abyección de los porfiristas y su prensa cómplice, y es tan cruel y obscena la manera como ocurrió el golpe de Estado, que esos días que vivió la Ciudad de México, también han obsesionado a generaciones. Durante décadas, han estudiado e confesado cosas sobre ese episodio, lo mismo testigos que descendientes; intelectuales o historiadores algunos ya han muerto, otros aún viven. Menciono algunos nombres: Federico Gamboa (traidor), Querido Moheno (traidor), Henry Lane Wilson (embajador estadounidense, cómplice), Diego Arenas Guzmán (periodista testigo) Manuel Márquez Sterling (embajador cubano en México, aliado), Isidro Fabela, José Valadés; y más cercanos a nuestros tiempos, José María Pérez Gay, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Adolfo Gilly, Antonio Saborit, Ignacio Solares, Javier Garciadiego, Enrique Krauze, Paco Ignacio Taibo II y, por supuesto, una servidora. Es más: por esa ferviente intención de saber cómo fue que Madero cayó, y con él la democracia mexicana, es que me encontré a Rogelio Fernández Güell en medio del camino.

Este periodista, diplomático, poeta y político fue asesinado en Buenos Aires de Puntarenas el 18 de marzo de 1918. Encabezaba una rebelión en contra del presidente Federico Tinoco Granados.

Archivos

Archivo Carso, Manuscritos del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista (1889-1920), México.

Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, México.

Archivo Histórico del Museo Nacional de Antropología, México.

Archivo Madero, Biblioteca Nacional de México, México.

Hemerografía

El Centinela. Diario Republicano, San José, 1904 (Biblioteca Nacional de Costa Rica).

El Derecho. Semidiario Republicano, San José, 1903-1904 (Biblioteca Nacional de Costa Rica).

El Imparcial. Diario de Intereses Generales, San José, 1915-1916 (Biblioteca Nacional de Costa Rica).

La Época. Bisemanario Político, de Información y Variedades, México, 1912 (Benson Latin American Collection, University of Texas, Austin).

Bibliografía

Gutiérrez, B. (2017). Rogelio Fernández Güell. Episodios de la Revolución Mexicana. Edición y estudio preliminar de Beatriz Gutiérrez Mueller. México. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Ediciones Lirio.


1 El director literario era el “Bachiller Sansón Carrasco”. Los “colaboradores” era los “Doce pares de Francia” y Cirongilio de Tracia. Se imprimía en la Tipografía “La Prensa Libre”. El ejemplar consultado está en la Biblioteca Nacional de Costa Rica.

2 El Derecho. Semidiario Republicano, San José, Año III, No. 655, 13 de enero de 1903, p. 2.

3 “Rogelio Fernández Güell”, El Centinela. Diario Republicano, San José, Año II, No. 208, 15 de enero de 1904, p. 1.

4 En su expediente en Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores acreditó Instrucción Elemental en el Liceo de Costa Rica, así como certificado como licenciado en Derecho por la Real Universidad de Madrid, institución en la que acreditó también la licenciatura en Filosofía y Letras.

5 “Rogelio Fernández Güell”, El Centinela. Diario Republicano, San José, Año II, No. 208, 15 de enero de 1904, p. 1.

6 Rogelio Fernández Güell, “Adiós”, en El Centinela. Diario Republicano, San José, Año II, No. 209, 16 de enero de 1904, pp. 2-3.

7 Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Expediente personal Rogelio Fernández Güell (1907-1911), exp. I/131/1112.

8 Biblioteca Nacional de México, Archivo Madero, Ms. M/119 c.1.

9 “Francisco Dávalos”, “El candidato a diputado por el Territorio de Tepic, Solón Argüello”, La Época. Bisemanario Político, de Información y Variedades, México, Año I, No. 31, 6 de junio de 1912, p. 1.

10 “«El país», diario católico”, La Época. Bisemanario Político, de Información y Variedades, México, Año I, No. 8, 17 de marzo de 1912, p. 1.

11 “Cimón”, “La nostalgia del grillete”, La Época. Bisemanario Político, de Información y Variedades, México, Año I, No. 1, 22 de febrero de 1912, p. 3.

12 En su expediente en el Museo Nacional esta obra, enlistada entre otras, se llama Los Andes. Fantasía panorámica (Museo Nacional de Historia, exp. Personal Rogelio Fernández Güell, 1911, no. 149, f. [4]).

13 Archivo Carso, Manuscritos del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista (1889-1920), Legajo 6401, Carpeta 57, Documento 1.

14 Lugones ese año lograba publicar, en Costa Rica, El problema feminista (San José: Imprenta Greñas, 1916).

15 Archivo Carso, Manuscritos del Primer Jefe del Ejército Constitucionalista 1889-1920, Legajo 8396.1, Carpeta 76, Documento 2-2.

16 Véase “La revolución social mexicana”, III, El Imparcial, San José, Año I, No. 118, San José, 2 de diciembre de 1915, p. 2.

17 “Cárdenas, el asesino de Madero, declara que Huerta personalmente le dio la orden”, El Imparcial, San José, Año II, No. 174, San José, 18 de enero de 1916, p. 4.

18 En efecto, por órdenes de Carranza, Krumm-Heller fue adscrito a la Secretaría de Relaciones Exteriores como agregado en la Legación de México en Alemania (antes, en el Ejército Constitucionalista, había alcanzado el cargo de coronel). El 28 abril 1916, fue autorizada su salida a Alemania para estudiar la organización de las escuelas de tropa e instrucción militar. Según su expediente en el Archivo Histórico de Relaciones Exteriores, en el trayecto fue detenido por el cónsul inglés en Nueva York quien se hizo pasar como policía secreto. Lo llevaron al puerto de Kirkwall “donde se le maltrató de manera brutal”, le sustrajeron todas sus pertenencias y destruyeron su documentación oficial. Después de exhibirlo en las calles para ser vapuleado por la gente, fue trasladado a Londres y compareció varias veces en tribunales. Por estos ultrajes, demandó a Gran Bretaña por la cantidad de 100 mil libras esterlinas. Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores, México, exp. I/131/1664, Año 1916, Expediente personal Arnold Krumm-Heller, f. 41.

19 [s. a | s. tít.], El Imparcial, San José, Año II, No. 361, San José, 24 de julio de 1916, p. 3.

20 Véase Enrique Guariola, “Aventuras de un coronel mexicano en Inglaterra”, El Imparcial, San José, Año II, No. 361, San José, 24 de julio de 1916, p. 3.

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